Diez espeluznantes relatos son los que componen esta antología, cuyo origen está en el Primer Concurso Literario sobre la Ilegalidad de la Marihuana en Chile. Los textos fueron escritos desde la perspectiva del terror narrativo, basados en temas que aludieran al miedo y peligro que genera el «mover marihuana» bajo el siniestro marco de la ley 20.000, la ley de drogas que se aplica en nuestro país.
El dibujo de un tipo medio frankensteineano fumándose un pito de marihuana con los ojos bien rojos (ilustración de Rafael Edwards). La estela del humo del pito forma el cero final que completa la cifra 20.000. Y arriba se lee: “Una ley que fabrica delincuentes en un país donde nadie está a salvo”.
Esta es la portada de la antología 20.000. Diez relatos espeluznantes de la editorial Libros de la Pollera, obra que reúne los diez mejores cuentos del Primer Concurso Literario sobre la Ilegalidad de la Marihuana en Chile y que el sábado 21 de diciembre fue lanzada dentro de las actividades de la Furia del Libro.
El número alude a la Ley 20.000, ley de drogas y estupefacientes de Chile que establece las penas para el tráfico de sustancias estupefacientes o sicotrópicas ilícitas, entre las que se cuenta la marihuana, considerada en Chile como una droga capaz de producir “dependencia física o síquica”, y “graves efectos tóxicos o daños considerables a la salud”.
Las multas que establece dicha herramienta legal respecto a una persona que planta, cultiva o cosecha sin autorización plantas del género cannabis (cáñamo o marihuana) fluctúan entre 40 y 400 UTM y prisión de tres a 20 años. También se penaliza el comprar, vender, regalar, compartir, transportar, permutar, etc., pero no es delito consumir, excepto, claro está, si demuestra que esa planta es para consumo personal y próximo en el tiempo. Para tal caso, se aplican las mismas sanciones que por consumo en la vía pública, a menos que se demuestre que la tenencia de la planta obedece a un tratamiento médico.
Simón Ergas, editor de Libros de la Pollera y cabeza organizadora del concurso, junto con Nicolás Leyton, aclara que este concurso literario solo busca formas de expresión sobre el tema de la ilegalidad de la marihuana en Chile. Explica que no fueron seleccionados grandiosos textos que apuntaban a la valoración subjetiva de la hierba, ni tampoco quisieron meterse en ese tema: “Ya está todo dicho, lo que queda son discusiones bastante personales», dice.
“Lo único que identificamos y de lo que propusimos escribir es sobre el siniestro escenario impuesto por la ley 20.000, sobre una droga que casi no lo es, que es una planta sin aditivos, que es algo tan natural como el té; sobre esto se cierne una amenaza de violencia tanto desde el narcotráfico como desde la policía. El fumador de marihuana está solo y perseguido por todos”, señala Ergas.
Cuando le preguntamos “a pito de qué” nació esta iniciativa, el editor ilustra su respuesta con un cuento que está en la antología, “Cronología del daño”. Ese relato “cuenta una historia de una familia común y corriente cuyo padre, de pronto, cae preso por un montón de marihuana que guardaba en su patio. ¿Era fumador? Probablemente, pero no estamos hablando de eso, sino de las consecuencias, como le pasó a Manuel Lagos, porque no fue algo que él hizo, sino algo que le pasó, un accidente, ser víctima de uno de los engranajes maltrechos y nunca reparados de la máquina”, afirma.
Según Ergas “todo esto es muy cruel y hay una necesidad imperiosa por cambiar la ley 20.000, ya sea por reducir la violencia innecesaria, ya sea para no obligar a los montones de fumadores a ingresar al mundo del narcotráfico”.
El paso que quisieron dar con este concurso fue mostrar, contar las historias íntimas detrás de quienes fuman la hierba. “Convocar a un concurso que sea netamente enfocado en el desagrado que trae para todos (consumidores y no) esta ley”, dice.
Entre esas historias íntimas hay un cuento en la selección que se llama “Euforia”, en el que el autor especula sobre un futuro en el que se legaliza la hierba y grandes conglomerados rápidamente privatizan las semillas y le agregan componentes genéticos acelerantes y adictivos, cuenta el editor. Además, hay historias sobre compras de pitos en barrios marginales y otras como el calvario de conseguir la hierba para un pariente que padece de cáncer que pueda aliviar los dolores de su enfermedad.
El jurado del concurso estuvo compuesto por Alejandro Zambra, Nelson Ávila, Álvaro Bisama y Simón Espinosa.
Respecto a si iniciativas como esta sirven para ampliar la estrecha concepción legal y social sobre el uso y consumo de la marihuana, Ergas no se pronuncia y sí deja en claro que la intención de este concurso es hacer entender que “la mayoría de los fumadores de marihuana no son delincuentes, no andan acechando jovencitas detrás de los paraderos, ni son grandes empresarios que por corazón les late una tabla Excel. Es gente, normal, escritores y de otras profesiones, quienes nos cuentan en este libro cómo ha sido la cosa para ellos. Obviamente hay un componente literario y estilístico: esto es ficción”, aclara.
El editor piensa que el debate sobre la legalidad de la marihuana solo se abrirá cuando en nuestro país nos atrevamos a hacerlo. Sostiene que es absolutamente necesario que no sea ilegal. “Ahora, lo que importa es evitar la criminalización, la violencia que nace de todo esto, la persecución, en otras palabras, el miedo”.
Consultado sobre el paso dado por Uruguay en torno a la legalización, señala que “lo más valioso es que no tienen miedo en decirnos que es un experimento, que no tienen absoluta certeza de si va a funcionar”.
Ergas desconoce el aporte de la marihuana en una sociedad que permita su uso libre y tampoco se pronuncia sobre las restricciones que pondría en su consumo. «Lo que cada uno haga con su vida no es asunto nuestro. Lo que sí estoy seguro es que la filosofía del garrote no nos gusta. Hoy por ejemplo no nos dejan abortar, y mientras sí un par de diputados discuten si es angelical o demoniaco, la gente lo hace clandestinamente, donde si no se mueren, se van presos. Todo eso es innecesario: prohibir desenfrenadamente en vez de conversar, de educarnos y ayudarnos», afirma.
Desde el punto de vista del concurso literario que hicieron, el editor no se cuestiona el porqué la marihuana ha sido tan prohibida y ni tampoco ahonda en la relación política-cultural-simbólica que hay detrás de la represión-restricción que establece la ley. «Si es buena o mala son cosas que tendremos tiempo para discutir y descubrir una vez que detengamos lo urgente: la tortura que puede caer sobre cualquiera de nosotros y en cualquier momento», enfatiza.
Insiste en que detras del concurso lo que les preocupó principalmente fue el etema de la ilegalidad y las consecuencias infladas que se pudiesen padecer al respecto.
Hay muchos artistas que fuman hierba. ¿Ayuda en los procesos creativos la marihuana?
Seguro. Quizás sí, la hierba te hace razonar de manera muy especial, pero probablemente te canses antes. ¿Te tomaste una bebida energética para ir al trabajo? La hierba es lo mismo, pero para el otro lado. Un ingrediente que puedes decidir tener o no en tu propia vida, y que probablemente no influya a nadie más que a ti.
¿Cómo sería nuestra sociedad si legalizaran la marihuana?
Una sociedad más sana. Nos hemos puesto, décadas tras décadas, convicciones que nos visten de pies a cabeza y ya casi no nos dejan ver. La marihuana es uno de tantos otros temas que hay que enfrentar no porque queramos fumar hasta morir, sino solo porque la gente lo sigue haciendo. Hay una parafernalia horrorosa y que nadie necesita, ni perseguidores ni perseguidos.