Después de obtener un nuevo galardón en Europa por su cortometraje “La isla”, la joven directora profundiza para Cultura + Ciudad datos sobre Tarde para morir joven, el crédito que será su segundo filme. También habla de la película que rodará junto a otros tres realizadores en Lisboa durante este año y de la intención que tiene en un futuro cercano de adaptar la novela La comedia del arte, de su famoso tío abuelo, Adolfo. Asimismo, revela qué significa para ella, como artista y mujer, el pertenecer a un clan que creció bajo la sombra del doblemente exitoso escritor y pintor.
Si uno observa bien a Dominga Sotomayor Castillo (1985) –quien ahora en marzo cumple 29 años- a primera vista y de cerca, es poco lo que se parece en sus facciones al recordado Adolfo Couve. Sin embargo, si el ejercicio se repite por segunda vez con atención, y se comparan sus gestos y la expresión de su rostro con una fotografía del célebre pariente, una de esas que aparecen impresas en la solapa de alguno de sus libros, o en la cubierta de un catálogo de sus pinturas, el lazo sanguíneo se manifiesta en un plano absoluto y revelador.
La joven directora llega puntual a la entrevista en un café situado al lado del Parque Bustamante, muy cerca del departamento donde vive e instaló, junto a dos colegas y amigos, una pujante productora, Cinestación, con la cual ha realizado todos sus trabajos, y pretende rodar uno próximamente y de larga duración, que ya tiene nombre: Tarde para morir joven.
Inspirado en sus experiencias de adolescente, cuando vivía junto a sus padres en la Comunidad Ecológica de Peñalolén de la década de 1990, y con el telón de fondo de un incendio que ocurrió realmente, Dominga volverá al conjunto de temas que la motivan para colocarse detrás de una cámara, en el verano de 2015.
“Al minuto de filmar no me interesa tanto la historia que cuento, como el lenguaje cinematográfico que utilizo. Para mí el cine no es tanto elaborar un buen relato, sino que la idea de buscar y expresar incomodidades existenciales, emociones reales, el peligro de plantear una exploración humana en el espacio de un lugar aislado, en el que mis personajes deben enfrentarse al surgimiento de su identidad verdadera en contacto con sus pares y la naturaleza. Me cautiva la posibilidad de rastrear lo que le sucede a la gente al vincularse con otras personas”, puntualiza.
Si una característica une lo que será esta nueva película con la premiada De jueves a domingo (2012), es la intención de retratar cápsulas de tiempo que, alejadas de la cotidianidad, fuera de la velocidad de la ciudad, develen la psicología de tres de sus roles adolescentes, dice Sotomayor, citando al director italiano Michelangelo Antonioni, al que aprendió a apreciar mientras cursaba una asignatura en la Universidad Católica, dictada por el profesor Pablo Corro: “El viaje, ya sea físico o espiritual (repite como buena alumna, Dominga) desnuda a los integrantes de un reparto”.
Y si de trayectos se trata, el último que emprendió la realizadora al Viejo Continente, en específico a la ciudad de Rotterdam, en Holanda, la devolvió en febrero a Chile, nuevamente –al igual que en 2012 cuando presentó su ópera prima-, con un premio bajo el brazo, el que obtuvo ahora con un cortometraje, La isla (2013): ganó US$ 3 mil, además de una moderna cámara digital, por su triunfo en la competencia internacional de ese género en disputa.
Ambientada durante una reunión familiar que transcurre en Chiloé, el corto muestra la preocupación que se instala entre los integrantes del grupo, al percatarse de que uno de los invitados todavía no ha llegado al encuentro. La espera crece y el misterio, la tensión, la culpa y los reproches, aumentan. “Es una observación en torno a gente que ignora algo esencial”, resume la cineasta.
Para la filmación de Tarde para morir joven, y debido a la producción del conato que aspira a recrear, Sotomayor cree que necesitará la misma cantidad que gastó en la gestación de la aplaudida De jueves a domingo, es decir, casi medio millón de dólares. Una actividad que deberá compaginar con el magíster de artes plásticas que comenzará a estudiar en la Universidad de Chile a partir de los próximos días.
Para Cultura + Ciudad, Dominga confidencia que en la primera quincena de abril viajará a Lisboa con el propósito de preparar su participación en lo que será una versión local de esas películas que en años anteriores se grabaron en homenaje a París y a Nueva York, respectivamente: Paris, je t’aime (2006) y New York, I Love You (2009).
La directora, junto a los realizadores Marie Losier, Gabriel Abrantes y Denis Côté, fue contactada por los organizadores del Festival Internacional Cine Indie de Lisboa, a fin de que en cuatro historias de 20 minutos cada una, los autores entregaran su visión de la hermosa ciudad emplazada en la desembocadura del Río Tajo sobre el Atlántico.
El filme se rodará durante el mes de julio de este año y aún no ha sido bautizado.
LA SAGRADA FAMILIA
“Muchos creen que De jueves a domingo es una fracción de mi biografía, que narro la separación de mis padres, pero no es así, advierte la creadora…, sólo tomé de mi vida el sentimiento que despertaban en mí los desplazamientos de la infancia en el período de las vacaciones familiares, la mirada que tengo de que el núcleo familiar también puede a veces ser amenazante y hasta llegar a causar daño a sus integrantes”, explica.
Hija de la actriz Francisca Castillo Couve, y nieta a su vez de la pintora Carmen Couve Rioseco, la hermana dos años menor de Adolfo, Sotomayor confiesa la enorme influencia que ha tenido en su camino íntimo y artístico la presencia de ese tío abuelo talentoso, genial y suicida.
“Pasa algo curioso. Yo soy la hija mayor de mi madre, y ésta por su parte es la hija más grande de mi abuela Carmen, lo que ha permitido que yo tenga una relación muy cercana y estrecha con ella, y por ende, con la figura de Adolfo, su hermano admirado”, argumenta.
La directora revela que la viuda de Couve y su hija le cedieron los derechos de La comedia del arte, una de las principales novelas del tío abuelo. Y que si bien ella se planteó la posibilidad de efectuar la adaptación del texto a la pantalla grande hace unos meses, ahora afirma que éste será un proyecto al que volverá sólo después de concluir su segundo largometraje.
“Me alucina lo que hizo cretivamente Adolfo, prosigue Dominga, sus cuentos, su literatura, su trabajo visual, el hecho de querer detener la infancia, cierta atemporalidad y una valoración del pasado desde un remoto e incoherente presente, el anhelo de querer enlazar distintos lugares… Mis días, mi vida y mi obra, están marcadas por una estética que tenemos como familia los Couve, enfatiza la autora. Los colores que me atraen, los encuadres que busco en mi cine, la decoración de mis casas, todo tiene que ver con los gustos inculcados al interior de mi historia familiar”, describe.
Sotomayor se emociona al momento de detallar estos episodios de su existencia más desconocidos para el público, y comienza a realizar unos movimientos con sus manos, unos gestos encima de la mesa que nos separa, parecidos a los acordes de un solista frente al piano. Le consulto si esos ejercicios imaginarios se deben a que toca habitualmente un tipo de teclado. “No”, me contesta sorprendida, y luego se ríe.
Dice Dominga que su fascinación por el complejo mundo que se forma en el corazón de una estructura familiar también se expresa en el gusto y la afición que tiene por la lectura de escritores como el estadounidense Raymond Carver, la devoción que guarda por William Shakespeare, quizás una reminiscencia de su frustrada vocación actoral, la cercanía que cultiva con el francés Marcel Proust, y la proximidad con que se refiere al Premio Nobel William Faulkner, al que admira especialmente por El ruido y la furia, la impactante novela que indaga en la degradación de las relaciones que se suscitan en un golpeado clan, antaño poderoso del sur norteamericano, posterior a la Guerra de Secesión. “Ese texto es impresionante”, añade.
El multifacético poeta, narrador, dramaturgo y dibujante Enrique Lihn es otro de los autores por el que la cineasta exhibe un gran respeto. “Su hija Andrea (Lihn) es muy amiga de mi madre, la conozco bien desde chica”, cuenta. Asimismo, aprovecha de recomendar al ensayista uruguayo Mario Levrero, cuando le respondo que no he leído nada firmado por el fallecido redactor de El discurso vacío, uno de sus libros favoritos.
“Si mi tío Adolfo y mi abuela tuvieron su paraíso perdido, por llamarlo de algún modo, en un campo de Llay-Llay, yo lo tengo en parcelas que mi padre ha tenido en Curacaví, y que ahora posee en Linares”, reflexiona. En el terreno cercano a esta última ciudad, Dominga sueña con volver a montar a caballo, pasear entre los álamos, escuchar el aviso de los gallos al instante de la madrugada y perderse en los recuerdos de su infancia. “Y escuchar arias de ópera en los discos de vinilo de mi papá, quizás hasta practicar danza”, agrega.
“Deseo por fin dejar de lado y cerrar el capítulo que ha significado en mi carrera De jueves a domingo, de la que vengo hablando y sobre la cual ha girado mi trabajo, desde que la rodé en 2010”, cierra el diálogo Sotomayor.