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La Patogallina y su universo político y transgresor hará revolotear sus plumas en Matucana 100 Director del colectivo afirma que los «chilenos somos muy ignorantes de nuestra propia historia»

La Patogallina y su universo político y transgresor hará revolotear sus plumas en Matucana 100

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Dieciocho años de vida artística cumple La Patogallina, una de las compañías teatrales más emblemáticas y creativas del teatro actual chileno. Más que una compañía, se definen como un colectivo artístico que tiene como esencia el teatro callejero. Su mayoría de edad pretenden celebrarla tirando el Matucana 100 por la ventana, con una retrospectiva de sus obras teatrales, más algunos conciertos y dos estrenos audiovisuales, entre otras novedades. Aquí un diálogo con su director.


Es una de las compañías teatrales más emblemáticas, transgresoras y creativas del teatro actual chileno. Más que una compañía, se definen como un colectivo artístico que tiene como esencia el teatro callejero. Montan obras de gran formato con una estética sobresaliente, que es todo un sello en la escena local y que los ha llevado a presentar sus espectáculos por el mundo.

Dieciocho años de vida artística cumple La Patogallina, el plumaje cambia y para celebrarlo, como ave adulta que es, hará un alto a su paso migrante para anidar en el Centro Cultural Matucana 100 (M100) entre abril y mayo.

Con su aterrizaje, pretende revisar su historia como compañía teatral y mostrar todas sus facetas como colectivo artístico. Como dicen sus integrantes, “lloverán las plumas y saldrán huevos de todos lados, porque tendremos un programa de actividades que cruzan todas las áreas del arte y dan cuenta de nuestro trabajo multidisciplinario desde que salimos del huevo”.

El asalto emplumado a Matucana 100, desde el 3 de abril hasta el 4 de mayo, contempla cinco obras, el estreno gratuito de los documentales Extranjero, el último Hain y El tour de la glorieta, el rock infantil de La Banda de Kazuela y la máquina sonora de La Patogallina Saunmachin tocando en vivo, más toda la elegancia callejera del Kamión Gallina.

Martín Erazo Foto: Javier Liaño

Martín Erazo
Foto: Javier Liaño

Una trayectoria con mayoría de edad y una estética punk en sus orígenes

Comenzaron por el año 1996 presentando A Sangre e Pato, una obra experimental y callejera, sin argumento lineal, que se presentaba como una suma de bloques escénicos con música en vivo, algo así como un clip teatral en el que los músicos también actuaban. Por ese entonces eran seis actores y tres músicos.

A poco andar como compañía, recibieron una invitación para presentarse en un encuentro de circo y teatro callejero en Argentina, el cual marcaría a fuego su sello teatral. Ahí se empaparon del movimiento de arte independiente argentino relacionado con el punk, estética de la cual declaran sentirse parte y que por ese lado de la cordillera había logrado un desarrollo más acabado.

Esa ligazón a la estética punk la explica su director artístico, Martín Erazo, aludiendo a la actitud irreverente, “en el sentido de decir algo concreto y decirlo de frente sin muchos adornos argumentales; el adorno está en lo estético. También está relacionado con la energía del grupo, con el trabajo con el metal (música), el rock y la puesta en escena. La puesta en escena no sólo de las obras, sino de todo lo que significa en su variedad el colectivo”.

Esa actitud, señala, también tiene que ver con la autogestión emprendida. “Si bien nosotros hemos recibido fondos para cosas puntuales y fondos importantes a veces, el 80% del tiempo nos autogestionamos y obviamente nos asociamos con otras asociaciones, que pueden ser casas okupa y de otro tipo. Nosotros no dependemos de fondos públicos para poder montar las obras”, comenta.

Posterior a esa pieza inicial, vino una transición hacia una etapa de trabajo formalmente planificada, tanto en lo creativo como en lo estructural del colectivo. Fue con el El Húsar de la Muerte cuando Erazo asumió la dirección artística y se conformó un equipo mayor, rearticulado en 15 personas, entre hombres y mujeres.

Parte del Colectivo Patogallina Foto: Javier Liaño

Parte del Colectivo Patogallina
Foto: Javier Liaño

Escarbando en la historia no oficial

Con El Húsar de la Muerte (2000) rompieron los esquemas convencionales del teatro chileno de fin del siglo XX al entrecruzarlo con el mundo del cine mudo nacional (película homónima de Pedro Sienna) y a la vez instalar la imagen de un héroe nacional y un discurso sobre éste, en clave de tragicomedia y teatro callejero, en un momento en que se prefería omitir el discurso político confrontacional.

“Estábamos en un doble rescate, el de la película y del personaje Manuel Rodríguez. Después de tener esa inspiración empezamos a ver qué significaba realmente lo que estábamos haciendo, no es que nosotros buscáramos un tema político para trabajar. El proceso es al revés y así ha pasado con todas las obras”, remarca Erazo.

Agrega que “a veces por casualidad te encuentras con un hecho histórico que te conmueve y uno empieza a indagar y empieza a entender el universo político de ese momento, y por esa fuerza política, emocional, que tiene ese momento, nosotros terminamos haciendo la obra, y ha pasado porque nos hemos metido en lugares de la historia de Chile que no son conocidos a nivel masivo y no pertenecen a la historia institucional u oficial”.

husarSeñala el director artístico que los han abordado porque se sintieron reflejados como colectivo, “pues son momentos donde algo se rompe” en la historia nacional.

“Por ejemplo en 1907 (el año de la flor negra) se rompe la confianza, si bien no era primera vez que sucedía una matanza como ésa, fue de gran envergadura. En El Húsar de la Muerte la traición a Manuel Rodríguez por O’Higgins y por todos los patriotas después de que había armado todo el ejército acá en Chile. En el Extranjero, la relación del Estado de Chile con los Estados europeos que supuestamente eran lo civilizados, que raptan gente para mostrarla en zoológicos”, explica.

 La consolidación de su propuesta teatral

Fue así que tras El Húsar… , el colectivo se posicionó de inmediato marcando una notoria diferencia con otras compañías y solidificó su propuesta teatral. Su puesta en escena no escatimaba en recursos musicales ni escenográficos y sobrepasaba el lenguaje teatral para transformarse en un discurso político y social. Su mayor gracia fue que, pese a su contenido político, podía ser comprendida por cualquier persona y no estaba cargada de ningún tipo de discriminación cultural, social o académica.

Luego vinieron 1907, el año de la flor negra (2004), Karrocerías (2005, nueva versión), Los caminos de don Floridor (2008), Frikchou (2008) y Extranjero (2011). Y, desde el 2002, al interior del colectivo crearon el Departamento de Extensión, que es un espacio creativo para la proyectos personales de algunos integrantes, y entre sus obras se puede mencionar Los cuentos de Quiroga (2012).

Hoy en día el colectivo está compuesto por ocho actores: Rodrigo Rojas, Eduardo Moya, Caél Orrego, Sandra Figueroa, Pilar Salinas, Victoria González, Carolina Mardónez y Francisco Ramírez; más tres músicos: Alejandra Muñoz, Jaime Molina y Emilio Miranda. A esto se suman el técnico en escena Gonzalo Mella, el sonidista Pablo Riveros y el vestuarista Antonio Sepúlveda.

La tradición del teatro popular y callejero

En su declarada propuesta artística, el uso anticonvencional del espacio es clave, además del acto de intervención al momento de montar una obra. Esto, ligado claramente a uno de sus pilares en su andamiaje teatral: la tradición del teatro popular y callejero.

“El espíritu del teatro de calle está en dos cosas: todas las obras en algún momento las hemos hecho en la calle, todas, aunque hayan sido concebidas para teatro, siempre las hemos hecho en espacios abiertos y la energía del teatro de calle siempre está internalizada en la estética de la compañía. Entonces está en todos los espectáculos, en el estilo de actuación, en la postura física, y en la idea de amplificar las emociones, así como en la construcción de las imágenes”, recalca Erazo.

La elevada energía actoral, sonora y visual que despliegan en sus montajes es a la vez tanto una apuesta como una opción estética, ligados directamente con el teatro no realista, que confiesan que los seduce.

Esto se trasunta en la búsqueda y el uso de imágenes poéticas que rebasan su estética en cada puesta en escena, las que provocan un alto impacto en el público que ha visto sus presentaciones. Ahí están el uso de muñecos, la utilización y la transformación de diversos objetos y, como potenciador de todo esto, la música en vivo de su orquesta, La Patogallina Saunmachin.

Ésta, originalmente acompañaba cada una de las presentaciones del colectivo y buscaba la catarsis en la mayor cantidad de sentidos posibles dentro y fuera del escenario. Luego tomó otros rumbos y partió como banda en 2001, haciendo conciertos independientes a las funciones teatrales, orientada a la mezcla de sonidos y estilos latinos (como la cumbia). Pero fue en 2011 que devino definitivamente en una banda de rock, dejando atrás la pachanga, y abrazando como eje creativo el formato de canción, propuesta que se plasmaría en el LP “Chile” (2011).

“Esto pasó en Chile”, el teatro educativo de la Patogallina

Junto con la personalidad transgresora que ha caracterizado la propuesta y temática de La Patogallina, más su teatro físico y el espíritu lúdico de cada puesta en escena, está su vocación pedagógica, la idea de conformar un teatro educativo.

Tal como lo declara su director artístico, hay en el colectivo una vocación por encontrar momentos históricos para que la gente se emocione con ellos y vaya aprendiendo un poquito más de los hechos. Esa función pedagógica busca, según Erazo, ilustrar o dar cuenta de “esto pasó en Chile” con lo que representan.

Si hay algo que le impresiona y choca es la fuerte ignorancia que percibe en nuestra sociedad. “Los chilenos, en general, somos muy ignorantes de nuestra propia historia. La educación es pésima, no se profundiza en los hechos y terminan siendo una serie de títulos, panfletos y fechas”, dice. Es ahí donde su propuesta de teatro educativo encuentra su sentido y buscan “entrar en esa superficialidad para llevarla a flote y luego compartirla con los niños y los grandes.”

La invitación queda extendida en Matucana 100 para no perderse este sabroso acontecimiento teatral y celebrar la trayectoria artística de uno de los colectivos fundamentales de la escena nacional.

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