Kafka, el libro ilustrado por Robert Crumb, es un volumen recuperado en la colección de novela gráfica de la editorial española La Cúpula en la que el patriarca del otrora cómic underground norteamericano repasa la vida del escritor checo y toda su genialidad neurótica.
Dos mentes torturadas en blanco y negro: Franz Kafka como biografiado; Robert Crumb como el dibujante que recibe el encargo alimenticio de ilustrar un libro, pero el trabajo acaba desbordando los límites de la modesta colección de divulgación en el que debía aparecer su trabajo. El resultado es Kafka, un volumen recuperado en la colección de novela gráfica de la editorial española La Cúpula en la que el patriarca del otrora cómic underground norteamericano repasa la vida del escritor checo, la que va intercalada con versiones de varios de sus relatos.
El proyecto surgió en 1993 como parte de una colección de libritos didácticos con títulos como Kafka para principiantes, Freud para principiantes, Marx… Una editorial argentina de libros legales y de empresa, Errepar, publicó también dicha colección. Pero el volumen encargado a Robert Crumb volaba más alto. Las ilustraciones se iban acumulando y comenzaban a devorar literalmente la biografía básica escrita por David Zane Mairowitz, a la vez que ridiculizaban el lema de la serie: “Libros fáciles para ideas importantes”. Crumb guardó un tiempo el grueso de las ilustraciones hasta tener una nueva oferta de publicación, su trabajo no podía quedar perdido sin más. En el año 2005, la obra fue recuperada con honores en inglés como R. Crumb’s Kafka, operación que ahora repite la editorial fija de Crumb en castellano (La Cúpula) en una impecable edición en tapa dura, buen papel y nuevas reproducciones. También se ha traducido de nuevo el texto al castellano, suprimiendo así los modismos ríoplatenses de la edición argentina.
El dibujante de este Kafka ya no es ese desinhibido contracultural y procaz de décadas pasadas. Es el Robert Crumb hoy canonizado, convertido en referente y que expone en el Hammer Museum de Los Ángeles los originales de su Génesis, la obra que publicó en el 2009 y a la que dedicó cuatro años de absorbente trabajo.
En este libro, Crumb hace su particular lectura de Kafka y sus meandros y en su inigualable estilo inserta versiones, que van de las tres a las diecisiete páginas, de la leyenda del Golem y de los relatos La condena, La metamorfosis, La madriguera, La colonia penitenciaria, El proceso, El castillo, Un artista del hambre y un fragmento de la novela inconclusa América. Obras que, gracias a la “traición” de su amigo Max Brod, quien salvó todos sus papeles y cuadernos del fuego como era el deseo de Kafka, nos abren la puerta al universo narrativo de un ser atormentado y oscuro, anulado por una figura paterna dominante.
“El infierno es uno mismo”. Lo dijeron T. S. Eliot y Sartre, y lo repite Crumb en su autobiografía y, como bien ya sabemos, también lo podría asumir Franz Kafka. Porque el dibujante norteamericano, católico, sarcástico y lascivo, y el acomplejado escritor judío de Praga acaban teniendo un terreno común en el que se encuentran, dialogan y se funden en un destilado de biografía y cómic. Y no podía ser una dupla más acertada: el escritor y el dibujante son capaces de mostrarnos sin tapujos algunos de los aspectos más sórdidos del ser humano. Y de ellos mismos, evocan su estado neurótico, el humor negro y la angustia existencial que comparten.
En el libro no dejan de estar presentes –se trata de Crumb, pero también de Kafka– las obsesiones sexuales, los pensamientos suicidas o las fantasías enfermizas expresadas con todo el nervio de la prosa kafkiana y la exaltada expresividad de los dibujos de Crumb. Sus trazos exudan los devaneos que desvelaban a Kafka, sus largos periodos de convalecencia aquejado por la tuberculosis y los momentos de escritura en las frías noches de Praga.
Por supuesto, la transformación de Gregor Samsa en un escarabajo es digna del Crumb más lisérgico. En los momentos sobre la frustrada y reprimida vida amorosa de Kafka –la necia Felice Bauer (con quien mantuvo una copiosa correspondencia de más de quinientas cartas y tarjetas postales); la amiga de esta, Grete Bloch, la independiente traductora Milena Jesenska y su último amor, Dora Diamant– el salaz Crumb también se contiene, aunque luego se “suelta” al recrear la visita de un joven Kafka a la habitación de una prostituta de Praga.
Pero el Robert Crumb cínico, crítico y mordaz reaparece en las últimas páginas que, a su manera, retratan la Praga poscomunista. Un paisaje con un Mc Kafka Hamburgers, el salón de belleza Metamorphosis, una Kafkateria, la pizzeria Ghetto y por supuesto las infaltables poleras con la cara del escritor. Y Ahí el mismo Robert Crumb, quien se dibuja con una de ellas, bien metida en el pantalón y con el cinturón apretado.