La exposición “Colosos escultura contemporánea en Chile” es una selección que reúne a los principales artistas de la nueva generación chilena que se ha dedicado a reflexionar sobre la escultura. Son siete jóvenes artistas, de entre 25 y 35 años, que han desarrollado una temprana obra vinculada con las prácticas de la escultura, releída desde su mundo visual. Los descubrimientos visuales de esta expresión son tomados y reinventados con igual número de obra a gran escala.
Son siete obras de enorme tamaño. Siete obras que van desde lo lúdico al mundo de la política, de la percepción al patrimonio visual. Siete obras de gran escala de igual números de jóvenes artistas, de 25 a 35 años, que han desarrollado una temprana obra vinculada con las prácticas escultóricas releídas desde su percepción de la realidad contemporánea.
«Esta es una reflexión que se hizo en torno a la escultura contemporánea y para eso se convocaron a estos artistas. Estos jóvenes producen sus obras reflexionando en torno a distintos temas. Esta exposición fue producida y creada desde el Matucana 100 por Gonzalo Pedraza que es el curador y quien los invitó a construir sus obras en el espacio de la galería, todas son obras inéditas y todas las obras trabajan el tema de la monumentalidad desde distintos lugares de producción», explica Judith Jorquera, encargada del área de artes visuales de M100.
Javier González, uno de los escultores, cuenta que cuando Pedraza se acercó a motivarlos a experimentar con el tamaño y el volúmen, a él le pareció muy «alucinante», ya que hacía tiempo que tenía la intención de trabajar con globos de helio y lo que se propuso fue hacer levitar una casa.
«Lo que hice fue cubrir con papel todo el perímetro de una casa pequeña de población, de aproximadamente 5 por 3 metros, donde vive una familia. Luego la froté con un lápiz para copiar la superficie de la casa en la superficie del papel. Entonces todo el exterior de la casa quedo en el papel y la elevé en Matucana con globos con helio, llegando hasta el techo de la galería y con el paso del tiempo la “casa” fue bajando por la perdida del helio de los globos».
Esta elevación y el descenso son para el artista – más allá del problema de la resistencia de los materiales- una metáfora de las utopías. «(Esta obra) tiene una carga poética y política al mismo tiempo. Habla de las utopías que levantan ideas que parecen imposibles pero finalmente sufren su caída y colapsan al enfrentarse con la realidad», explica el artista, quien agrega que por esa relación es que la obra se llama UP. «Funciona en dos idiomas, en español que es la abreviación de Unidad popular y en inglés que es arriba».
Carlos Costa, otro de los jóvenes artistas, quiso plasmar en su obra “Periscopio” su resistencia a confinar las obras en los espacios culturales como si fuesen una «mercancía». Su idea -explica- es transformar su trabajo en una «experiencia». Para esto interviene una ventana de la galería y por medio de una torre de vigilancia, el espectador puede subir y ver el paisaje que se instala detrás del Centro Cultural.
«La obra tiene que ver con ciertas estrategias con las que trabajo, que tiene que ver con establecer mecanismos de resistencia o exterioridad con respecto a la galería, el espectador de arte cada vez que va a una galería sabe con lo que se va encontrar, obras expuestas en su interior, el arte se transforma en una mercancía y las estrategias que planteo pretenden resistir esa lógica de convertir la obra de arte en una mercancía y apuntan a una cuestión experimencial», sostiene Costa.
«Cuando visité la galería para planificar el trabajo me percaté de que habían ventanas que estaban tapiadas y busqué recuperar su función original y a idea es entrar a la galería y tener en el interior un dispositivo que te permita volcar la mirada hacia fuera, hacia el exterior de la galería».
Además de los trabajos de González y Costa, en la Galería de Artes Visuales Andrea Silva propone “De esperas, pérdidas y desencuentros” una obra es que la artista experimenta con el movimiento a través de una serie de volúmenes de PVC inflables que cuelgan del techo inflándose y desinflándose. Benjamín Ossa, por su parte, continúa con su investigación sobre el color con “Polígono”, una pieza que se despliega en una serie de papeles de colores puestos sobre estructuras iluminadas por dos focos, generando distintas texturas visuales. Pilar Quinteros reconstruye la Fundación Arrieta situada en Peñalolén, con papel y una frágil estructura, y así cita este emblemático espacio de entretenimiento y recreación de comienzos del siglo XX. En “Alzada y Caída (Monumento a la sublevación de Ilinden)”, Camila Ramírez reproduce un monumento conmemorativo de la desaparecida República Socialista de Yugoslavia con una estructura inflable de color rojo en PVC.
Finalmente, Rodrigo Vargas en la obra “Membranas” crea dos volúmenes de grandes dimensiones tejidos con amarras plásticas que tienen movimiento autónomo.
–