«Memoria Visual de Buenos Aires» es un trabajo que partió con la intención de reconstruir el pasado arquitectónico de la capital argentina a través del cine mudo y que terminó rehaciendo la memoria urbana de la ciudad, ese patrimonio emocional y físico, que habla de una realidad reciente, pero a la vez lejana y evasiva. A fin de cuentas, una radiografía de las huellas borradas por el hombre y olvidadas en el tiempo, pero presentes en la memoria visual de las metrópolis.
Fue un trabajo de hormiga. Durante años, los argentinos Graciela Raponi y Alberto Boselli se abocaron a la difícil tarea de reconstruir la ciudad de Buenos Aires desde sus orígenes. Su metodología no fue histórica ni etnográfica, sino que icónica. Recogiendo filmes de cine, fotografías y daguerrotipos, lo que encontraron fue sorprendente. La ciudad no sólo cambia y se transforma sino que también se come asimisma, como el famoso cuadro de Goya, «Saturno devorando a un hijo».
Con un objetivo inicial, que era conocer la ciudad a través de los registros audiovisuales y con la certeza de que «el cine es una mirada sobre la cultura moderna y sobre la ciudad», al poco tiempo se dieron cuenta que el pasado poseía un enorme caudal visual, pero en registros infinitamente dispersos. La ciudad del siglo XX fue filmada y la del XIX, desde su segunda mitad, fue fotografiada.
«La transformación Buenos Aires es tremenda, porque, por ejemplo la Aduana de Taylor estaba al borde del agua y ahora con todas las modificaciones ese borde ha retrocedido casi dos kilómetros», explica Boselli, sorprendido porque las fotos encontradas de ese lugar, hoy serían incomprensibles para el hombre contemporáneo.
«La costa en el borde de Buenos Aires era muy baja, los gauchos podían entrar a caballo caminando un kilometro, los barcos no podían acercarse, por eso los piratas no nos podían atacar y las invasiones inglesas fracasaron porque los barcos encallaban. No fue tan fácil en pocos años rellenar este borde y hacerlo retroceder sus aguas», añade el investigador.
En el marco del Seminario Internacional Cine y Ciudad, que organizó la Facultad de Arquitectura de la Universidad Diego Portales, los investigadores Raponi y Boselli dieron cuenta de su investigación «Memoria Visual de Buenos Aires», como una forma de reflexionar sobre el patrimonio histórico de las ciudades, ese patrimonio que ha sido borrado por el hombre y olvidado en el tiempo, pero que sigue estando presente en la memoria visual; en las fotos, en las películas viejas.
«Los fotógrafos llegan en 1850 más o menos y comienzan a retratar la ciudad con el daguerrotipo, fotografiando una ciudad que desapareció. A finales del siglo XIX, el éxito económico de la pampa húmeda hizo que la ciudad de Buenos Aires borrara su pasado y se renovara en gran parte. Estos archivos fotográficos guardan una ciudad que es difícil conectar con la ciudad presente», señala Graciela Raponi, acotando que es «difícil pero no imposible» porque, precisamente, las imágenes estaban ahí, esperando a que se trasformaran en película. «Y eso fue lo que hicimos».
El resultado fueron una serie de videos que se presentan como una nueva manera de navegar virtualmente sobre la memoria urbana de la ciudad. Los documentos icónicos, desde los dibujados artesanalmente como la cartografía, hasta los registrados en soporte fílmico, digital, etc., se transformaron, de alguna manera, en los eslabones para reconstruir ese itinerario en el tiempo.
Pero al rescatar ese pasado visual urbano, los investigadores fueron reconstruyendo simultáneamente los hechos históricos acontecidos en esos espacios, de tal forma que partieron en busca del cine y la arquitectura del pasado, y terminaron hablando de personas, de sucesos almacenados en el inconsciente de la ciudad.
«Lo que pasa es que para nosotros el escenario convoca al acontecimiento. Uno se pone como meta describir la realidad física, pero aparecen por un lado los personajes, los cuerpos de los seres humanos en las fotos. Esto lo descubrimos cuando hicimos la historia de La Plaza de Mayo, si bien era la historia física de la Plaza de Mayo, pero toda la gente que la observa, ve en este tipo de escenarios los acontecimientos de un lugar extremadamente convocante, como dice Bachelard “creemos que nos conocemos en el tiempo pero en realidad somos una sucesión de espacios», reflexiona Boselli.
En esta reconstrucción, que resultó más que arquitectónica, los filmes, muchos de ellos pertenecientes al archivo «Buenos Aires en el Cine», permitieron insertar la mirada del cine argentino -documental y de ficción- desde la época muda.
El cine- según los investigadores- construye una mirada sobre la ciudad, inventa una manera de hacer hablar a la realidad, una manera de introducir unas determinadas direcciones de lectura, que permiten finalmente captar ese mundo olvidado, que a simple vista resulta lejano y evasivo.