Cesar Farah es profesor universitario, escritor, dramaturgo y músico.
Aunque aparentemente es una cosa de niños, la constitución de los héroes y superhéroes en el mundo occidental es un asunto bastante serio que en términos culturales ha establecido la delimitación de campos valóricos generales de diferentes sociedades, en ellos se han materializado modelos de conducta para los individuos a través de los cuales se ha conformado todo un corpus de historias que tienden a explicar el origen un orden de mundo, así lo han constatado estudios antropológicos de diversa índole, Mircea Eliade, Ernst Cassirer y George Dumezil,[1] dan cuenta de ello en sus trabajos.
Por otra parte, en tanto las sociedades han ido avanzando y, particularmente, en la sociedad posindustrial tardo capitalista, la conformación de héroes y superhéroes se ha transformado en una industria millonaria.
Marvel y D.C. Comics, seguramente las editoriales más importantes de historietas, tienen una serie de títulos con tirajes por millones de copias, fenómeno constatado también por las películas de Hollywood basadas en algunas de sus franquicias: Superman, Batman, Spiderman son las que más llaman la atención, pero títulos como Los 4 Fantásticos, Hulk, Spirit, Iron-man y Watchmen, también han logrado fuerte repercusión en el circuito, además de otros filmes basados en historietas (ahora también llamadas “novelas gráficas”) como 300 o Sin City; las series televisivas no se han quedado atrás con producciones como Smallville o Heroes.
Para comenzar, hay una pregunta evidente: ¿Para qué preocuparse de las historietas? ¿No son lecturas infantiles, cuyos protagonistas son tipos que usan mallas de colores apretadas y shorts por encima de ellas? ¿Tipos que usan símbolos en el pecho o en la capa?
¡En la capa!
Seguramente alguien capaz de imaginar que una revistita con dibujos impresos es más importante que las noticias de las nueve puede, perfectamente, ser catalogado de “Nerd”; aunque proponer que entre la política internacional y dichas revistas hay alguna relación (como intentaré aquí) es, para la mayoría, francamente exótico, por llamarlo de una manera elegante. ¿No es algo paranoico hacer intervenir la ingenua entretención de los niños con la política?
Quizá no tanto, es posible pensar que toda lectura de un fenómeno cultural es también una perspectiva desde la cual resignificamos nuestra sociedad e historia. Teorizar sobre la televisión, el fútbol o las historietas es entender que ellos están inevitablemente vinculados a conceptos y prácticas culturales, finalmente, a relaciones sociales fuertemente arraigadas en nuestra vida cotidiana.
En realidad, aquí no haremos una lectura política de las historietas, sino más bien, pretendemos exponer que éstas son (y siempre han sido) fenómenos políticos.
¿Por qué? Porque con intereses concretos en ello o no, todos los fenómenos mediales han ayudado a fortalecer o mantener determinados paradigmas económico-culturales.
El cine, la televisión, las revistas de historietas con sus héroes, son parte del aparato económico y, por tanto, ideológico del estado posmoderno del capitalismo tardío, que integra, necesariamente, significados y tradiciones que sustentan ciertos valores vinculados a lo que se espera de un ciudadano. Parafraseando a Terry Eagleton en “Una introducción a la teoría literaria”, las revistas de “monitos” no son lo único que necesita ser convertido en objeto literario sometiéndolo a un tratamiento específico: lo mismo ocurrió con Shakespeare. Efectivamente, el dramaturgo inglés no sería gran literatura si, llegado cierto momento, la academia no lo hubiese ingresado al canon; evidentemente, esto no tiene nada que ver con la calidad de la obra de Shakespeare, sino que simplemente constata el hecho de que no hay “alta” o “baja” literatura si ésta “se desliga de las formas específicas de la vida social e institucional”[2].
Por supuesto, al ampliar tanto un campo de estudios, se corre el riesgo de perder la especificidad del mismo, sin embargo, podemos insistir a este respecto en la idea de que tal especificidad se centraría en los efectos que producen las prácticas discursivas y en cómo las producen; en el fondo, en qué tipo de retórica sostiene a los fenómenos mediales.
En principio, los superhéroes son las constitución de una alegoría del “correcto ciudadano”. En distintas formas, la industria Norteamericana creó, apoyó e internacionalizó a sus personajes de historietas porque no sólo son un negocio, sino porque manifiestan a un tipo de ciudadano ideal: Superman es el perfecto Boy Scout, en tanto Spiderman es el adolescente que ingresa al orden social, mientras Batman es el hombre dispuesto a tomar la justicia en sus manos. Vale la pena, entonces, revisar un poco a los personajes y entender que intentan mostrar.
Superman fue creado en 1938 por Joe Shuster y Jerry Siegel, parece haber sido el primer superhéroe de la historia moderna, con habilidades sobrehumanas, el verdadero nombre de Superman es Kal- el, pues proviene del planeta Krypton, luego que este se destruyera años atrás por una explosión, para salvarlo, su padre Jor-el lo envió a la tierra; es el sol de nuestro sistema solar el que, en definitiva, le da sus superpoderes. Kal-el cayó a la tierra siendo un bebé y fue adoptado por una pareja de granjeros, Jonathan y Martha Kent, de una pequeña ciudad (literalmente Smallville, es decir Villa chica, un lugar indeterminado en el sur del país).
La imagen misma de Superman tiene ciertos indicadores dignos de tomar en cuenta, los colores de su traje, son casi exactamente los mismos de la bandera Norteamericana. Por otro lado, el lugar de adopción de Kal-el no es casual, un pueblo campesino, sureño, propone una educación sostenida en valores patrióticos, vinculados al amor por la tierra, el buen corazón y la simpleza del campesino que ama a su país, así como una formación religiosa, probablemente de tradición protestante, cuya ética fue vinculada al capitalismo de manera brillante por Max Weber. En su adultez, Clark Kent trabaja como reportero del diario El Planeta, un nombre ciertamente decidor, pues es posible deslizar la idea de que el periodismo de los años 30 y 40 (y aún posterior) fue la torre de vigilancia y propaganda del Estado Norteamericano. De hecho, Kent se sirve de su trabajo, en muchas ocasiones para estar al día de las situaciones que ocurren en la ciudad, así como para tener entrada a lugares y espacios de contingencia. Superman es el hijo perfecto de Norteamérica, sano, bien parecido, lucha por los ideales fundamentales que fundaron míticamente a los Estados Unidos: la libertad, la justicia y la democracia, son de algún modo las bases éticas de este personaje, cosa que en principio parece muy bien y digna de ser encomiada, pero ¿qué justicia, libertad y democracia propugna Superman? ¿No hay algo de fascista en el personaje?
Superman reivindica los valores del Estado Norteamericano[3] y utiliza la fuerza y sus poderes sobrenaturales, para llevar a cabo su tarea, su nombre mismo, no significa otra cosa que Superhombre, como el superhombre nietzscheano, posee fuerzas que lo convierten en indomable, su único parámetro es él mismo y, por lo tanto, tal parámetro es lo que él cree que es el orden y la justicia; para suerte del Estado Norteamericano, Superman está de acuerdo con los valores de su país, y tal como lo vimos durante el tristemente célebre gobierno de George Bush[4], precisamente en el momento de mayor extremización de su discurso anti terrorista, la lógica arriba mencionada, parece ser parte de la ideología general de Estados Unidos. Superman, es también conocido con el remarcable apodo de “Hombre del mañana”, que oblicuamente remite al hombre superior del futuro, precisamente al superhombre, lo que de algún modo recrudece la identidad del personaje con una raza -por supuesto la caucásica, anglosajona- que perpetuaría la superioridad de su patria, con todos los valores que ello implica, por sobre cualquier otro.
El siguiente personaje de quién queremos hacernos cargo es Spiderman. Este superhéroe fue creado en 1962 por Stan Lee y Steve Ditko. Spiderman en realidad es Peter Parker, un estudiante neoyorkino. Fue un aporte al género en la medida que Parker es un adolescente, al menos en su versión original. Los personajes para jóvenes en las historietas eran fundamentalmente compañeros o ayudantes de un personaje principal mayor, Parker, en cambio, es un muchacho que acaba de salir de la secundaria y ha entrado a la universidad hace poco, tiene los problemas clásicos de esta edad, debe trabajar como fotógrafo para un diario (se repite aquí el tópico del periodismo) donde es explotado, siempre tiene problemas con los horarios: en la película se ve concretamente como se ausenta de clases o se retrasa en el trabajo, cosa que está tomada de varios números de la serie impresa, también tiene problemas para volver a su casa en que la tía con quien vive le pone horarios determinados, así como siempre se complica para ver a su novia. Estos detalles desarrollan nuevas características para un superhéroe, pues sus problemas no sólo pasan por luchar contra supervillanos, sino que además, debe dar cuenta de una vida en sociedad. Spiderman es un héroe en formación que está creciendo como persona, se encuentra en el momento en que los jóvenes comienzan a tener responsabilidades de la vida adulta y tiene que hacerse cargo de ella, Peter Parker no tiene dinero y necesita hacer trabajos de medio tiempo para sustentarse, al mismo tiempo debe seguir las reglas de su hogar y, por cierto, tiene novia, una novia cuyo nombre es Mary Jane Watson, un nombre que de algún modo remite a la marihuana, en cierto sentido, el héroe arácnido es también un joven que está experimentando, aunque subrepticiamente, con los procesos de adaptación social clásicos de la adolescencia. Por lo demás, hay dos hechos interesantes en la conformación del personaje original: primero, Peter Parker es huérfano, con el tiempo aparecerá la historia de sus padres que pertenecieron a la CIA, sin embargo, lo importante en la creación del personaje es que Parker vive con sus tíos, de algún modo se fundamenta aquí la idea del adolescente que se siente huérfano en el mundo, la falta como lugar común de la adolescencia se reestructura en este superhéroe que vive en la constante necesidad de construir su identidad y salir adelante, imponerse en el mundo, obrando por el bien y rechazando el mal. Esto es trascendente, en las historietas de Spiderman no sólo se muestra a un chico que lucha por el bien y la justicia, sino que además rechaza la maldad, teniendo la tentación en un primer momento de utilizar sus poderes con fines autorefrentes, Parker aprende dolorosamente la lección de que “todo gran poder conlleva una enorme responsabilidad”, frase central en la versión cinematográfica, pues su tío Ben Parker, padre sustituto y paradigma de formación, muere en manos de un delincuente al que Parker no detiene, precisamente por razones egoístas.
Como para todo héroe en formación, lo importante del superhéroe arácnido es lo que puede aprender en el proceso de crecimiento. Sin embargo, ¿no resulta una formación simulada la de Peter Parker-Spiderman? El análisis de la vida y de su creación como héroe en este personaje, se produce debido al medio en el que se desarrolla, si bien podemos hablar de un avance en el mundo de las historietas con este personaje, puesto que inserta problemas de la vida cotidiana en el héroe, esos problemas están desligados de la condición material verdadera del mundo, la pertenencia de Peter Parker a la clase trabajadora, ha sido despojada de todo dramatismo posible, Spiderman es un muchacho que debe lidiar con esos problemas, tal como lucha con los supervillanos o con las pruebas de la universidad o sus horarios, la posible ilustración de desigualdades sociales o del dramatismo de la conformación de la personalidad en el paso de la adolescencia a la adultez, quedan en la historia simbolizados como parte natural del mundo, sin detenerse en una profundización de los mismos, la moraleja es evidente: el orden social es así y debemos aceptarlo, luchar por encontrar nuestro lugar y ser funcionales, desde donde podamos, al sistema. Se simboliza la realidad, integrándola a un orden. En ese sentido, Peter Parker-Spiderman es un héroe ilustrado en formación. Spiderman, tal como el proyecto ilustrado, puede pensar el mundo y cuestionarlo tanto como quiera, puede poner en duda todo cuanto esté a su alcance, pero siempre dentro del orden, del sistema social.
En última instancia, quisiera referirme a Batman, el hombre murciélago, creado en 1939 por Bob Kane y Bill Finger, aunque sólo se reconoce la autoría del primero. Bruce Wayne es un multimillonario que pierde a sus padres cuando son asesinados frente a él a la salida de un cine. Desde aquél evento traumático, Bruce Wayne se prepara durante toda su juventud en diversas formas de lucha, conocimientos de química, psicología, y casi todas las disciplinas posibles, que usará como herramientas para combatir el crimen en Ciudad Gótica, espacio geográfico imaginario que semeja a Nueva York. Batman se distingue de casi todos los superhéroes conocidos, porque rompe lo que es casi una regla de oro de los mismos: él no tiene superpoderes. Batman es un hombre que tiene enormes recursos económicos y por lo tanto puede acceder a la más alta tecnología, así como se ha especializado en muy diversas disciplinas para llevar a cabo su lucha contra el crimen, pero no posee poderes sobrenaturales, su fuerza radica en la aplicación del intelecto y la ciencia. Batman toma la justicia en sus manos y se caracteriza por ser el más oscuro de los superhéroes, su atuendo es el de un murciélago y, de hecho, decide imitar a tales animales, precisamente para aterrorizar a los delincuentes, generando en ellos un shock que le de una ventaja cuando actúa contra ellos.
Evidentemente, Batman cree que no importa si su persona es puesta en tela de juicio, lo que importa es que se lleve a cabo la labor de limpiar a la ciudad de los malhechores. Llama la atención que, en una de sus últimas versiones fílmicas el superhéroe hace una apología sobre esta posición, explica hacia el final del filme que no importa que él deba cargar con las culpas de otros, de tal manera, y aunque la sociedad lo juzgue negativamente, el sabrá que se ha hecho lo correcto.
¿No hay en toda esta mirada un subrepticia relación con la idea de que el fin justifica los medios? Batman está dispuesto a sacrificarse a sí mismo, en función de un bien superior para la gente de Gotham City, aunque tal gente no tenga conciencia de ello. Otra vez, la mirada tiene una fuerte carga fascista: el verdadero sacrificio es por su propio fin, no en su valor instrumental, proposición clásica del nazismo, el sacrificio mismo es el momento superior de la raza, éste no se hace en función del bien superior de la raza aria, esto constituye a la raza aria. Por otra parte, resulta imposible no relacionar el discurso ya citado de Batman, con el mandato del presidente Bush, el “superhéroe del mundo”, el representante del “eje del bien” quien hizo su trabajo, independientemente de no ser comprendido por la comunidad internacional, él y su administración saben que hicieron lo correcto, cuidando al resto de la comunidad internacional, como si estos fueran incapaces de valerse por sí mismo.
Batman recorre un modelo de ciudadano fuertemente nacionalista, que va más allá de la ley, porque sostiene los valores de su país, que se hallan en conflicto con su propia ley. Es posible creer en los derechos civiles para todos, siempre y cuando, ese “todos” signifique los valores del hombre blanco, anglo sajón protestante[5], De no ser así, esa ley carece de sentido, en consecuencia, la ley es impuesta, o por lo menos interpretada, desde el lugar central y dominante, del hombre caucásico.
Desde ese punto de vista, los tres superhéroes proponen un modelo de ciudadano norteamericano, que ingresa al entramado simbólico de esa sociedad. Es interesante observar que los tres personajes son, de una u otra manera, huérfanos. Superman ha perdido a sus padres biológicos en Krypton, Spiderman no los conoce y ha sido criado por sus tíos, Batman pierde a sus padres asesinados frente a él, esta orfandad es suplida por el país, por el Estado, que, aún con sus diferencias, los acoge, los acepta y les entrega un lugar en su seno; así también se engrandece Norteamerica, la gran tierra fértil y dadivosa que acepta a todos sus hijos dándoles la oportunidad de hallar su lugar en el mundo, siempre y cuando respeten y asuman el orden del Estado.
Las revistas de historietas, con o sin conciencia de ello son fuertemente ideológicas, pues mantienen y proponen un paradigma de ciudadano que es funcional a su sistema, aún desde su rareza.
La idea de fondo para este análisis es que ningún discurso puede ser observado o analizado de manera descontextualizada. La frase “tengo hambre” puede ser perfectamente ideológica, si está vinculada a una práctica determinada, por ejemplo, si la dice un marido burgués que llega a su hogar y asume que su esposa debe servirle algo de alimento, pues él cumple el rol de macho proveedor, rol que la sociedad y Dios le han asignado, en función de una moral determinada. Así, la ideología es una cuestión más de “discurso” que de “lenguaje”, como dice Terry Eagleton en su magnífica obra “Ideologías”, “Uno no puede decidir si una afirmación es ideológica o no examinándola aislada de su contexto discursivo, como tampoco puede decidir de esta manera si un fragmento escrito es una obra de arte literaria. La ideología es menos cuestión de prioridades lingüísticas inherentes de una declaración que de quién está diciendo algo a quién y con qué fines.”[6]
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[1] Eliade Mircea: El mito del eterno retorno: Arquetipos y repetición. Buenos Aires, Emecé. 2000. Cassirer Ernst: Antropología filosófica: introducción a una filosofía de la cultura. México, Fondo de Cultura Económica. 1971. Dumezil, Georges. Mito y epopeya. Barcelona, Seix Barral. 1977.
[2] Eagleton, Terry. Una introducción a la teoría literaria. México, Fondo de Cultura Económica. 2004.
[3] Hablamos aquí de un Estado fundamentalmente neoliberal, comprometido con la lógica tardo-capitalista donde el mercado es un regulador concreto de los procesos políticos y sociales. Podríamos decir que esta es una lógica veladamente fascista, puesto que enmascara en una democracia (en nuestro opinión no verdaderamente participativa y cuestionable, como lo han demostrado las variadas impugnaciones que se le han hecho) que promueve un sistema que se ocupa con mayor profundidad de los sistemas financieros, por sobre las necesidades colectivas; un sistema financiero que ciertamente no es capaz de garantizar estabilidad de las relaciones económicas, tanto en un sistema micro como macro. La bibliografía alrededor del tema es extensa, sin embargo obras como las de Terry Eagleton, Fredric Jameson, Ernesto Laclau y Pierre Bourdieu, nos parecen particularmente interesantes en torno al punto.
[4] Recordemos que Bush fue dos veces elegido democráticamente por el pueblo norteamericano; por supuesto, más allá de las impugnaciones a su reelección cuando compitió con John Kerry, su porcentaje de votación demostró un importante apoyo del pueblo Norteamericano, precisamente en el momento de mayor extremización de su discurso “anti-terrorista”; en el año 2000, Bush ganó con un 47,9%, menor votación popular que la de Al Gore, que logró un 48,4, sin embargo se impuso debido a que ganó en 30 de las 50 entidades electoras. En el año 2004 su votación mejoró, llegando a obtener un 50,99 %, su votación porcentual se amplió notablemente en varios estados tradicionalmente demócratas, como California o Nueva York. Estos datos son fácilmente corroborables en http://ueselectionatlas.org/
[5] Tradición que evidentemente nos remite a la burguesía que asciende al poder de manera definitiva en el siglo XVIII, las marcas históricas fundamentales de dicho ascenso son la independencia norteamericana y la revolución burguesa de Francia. La bibliografía respecto al tema es amplia, pasa por Foucault, tanto como por Berman, incluyendo a Jameson, Raymond Williams, Zizek y muchos otros; la idea central para nosotros es que los valores decimonónicos positivos, convergen en una mirada totalizante, que propone ciertos valores científicos, económicos y sociales, que proporcionaron la base a las formas dictatoriales de gobiernos durante el siglo XX y que continúan existiendo, quizá de manera velada, durante nuestro siglo XXI.
[6] Eagleton, Terry. Ideologías. Barcelona, Paidós. 2005.