Fue escrito por la periodista Nancy Guzmán. “Me parece que estas mujeres no pueden quedar impunes para la historia del país”, dice. La agente fue acusada de entrenar perros para violar prisioneros políticos durante la dictadura, además de ser la instructora de las decenas de funcionarias que participaron activamente en la represión.
Un libro centrado en la historia de la fallecida ex oficial de Carabineros Ingrid Olderock, la mujer más destacada de la DINA, acusada de adiestrar perros para violar prisioneros políticos durante la dictadura, además de ser la instructora de las decenas de funcionarias que participaron activamente en la represión, será presentado hoy.
Se trata de “Ingrid Olderock, la mujer de los perros” (Ceibo Ediciones), una obra de la periodista Nancy Guzmán. El lanzamiento es a las 19:00 horas, en la Sala de Teatro Cinema (Ernesto Pinto Lagarrigue 179), en el barrio Bellavista, Recoleta.
El undécimo título de la Colección Investigación de Ceibo Ediciones será presentado por el ex ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, Alejandro Solís, el abogado en derechos humanos Nelson Caucoto, y la actriz Malucha Pinto.
La investigación de Guzmán comenzó en 1996 con una serie de entrevistas realizadas a la ex funcionaria, quien llegó a ser la mujer más poderosa dentro de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), creada por el dictador Augusto Pinochet y el ex general del Ejército de Chile Manuel Contreras para combatir al “enemigo interno”.
Hija de alemanes y con ideas ligadas al nazismo, Olderock ingresó a la DINA en octubre de 1973, con el grado de capitana. Durante los primeros años de la dictadura participó en la Escuela Femenina de la institución, donde 70 mujeres fueron instruidas en tareas represivas y técnicas usadas en la guerra contrainsurgente.
Dentro de su historial se encuentran tareas de espionaje, secuestros, torturas, desapariciones y su participación en la Operación Cóndor. Conocidos fueron también los vejámenes que ejerció utilizando animales (generalmente a su perro “Volodia”) para ultrajar sexualmente a detenidos y detenidas del centro de tortura selectiva “La Venda Sexy”, ubicado en la comuna de Macul.
Olderock también fue destacada al interior de la brigada Purén, encargada de los asesinatos y desapariciones en la DINA, antes que se encargara de esas tareas la Brigada Lautaro.
La mujer, quien jamás fue interrogada judicialmente, también conoció secretos de Contreras, que lo relacionaban con el “proyecto Andrea” para fabricar el gas sarín, como también sus relaciones con Colonia Dignidad.
En 1981 sufrió un atentado por parte del MIR, ocasión en que recibió una bala en la cabeza. Tiempo después denunciaría a los generales en retiro Contreras y Raúl Iturriaga como responsables del atentado contra el general Carlos Prats y su esposa en Buenos Aires, ocurrido en 1974. Olderock finalmente falleció en 2001.
Guzmán llegó a Olderock luego que en 1996 fuera contratada por la BBC de Londres para realizar entrevistas a torturadores de los organismos de seguridad de la dictadura, como insumo para un documental de la tortura en el mundo.
“Fueron tres sesiones de entrevistas que no terminaron en grabación para el documental”, recuerda Guzmán. “(Olderock) se negó aparecer en cámara, pero me parecía que era un material interesante y comencé a investigar sus respuestas. Lamentablemente, una de las principales entrevistadas, Alejandra Holzapfel, me pidió embargo sobre su entrevista hasta que muriera su mamá, y eso ocurrió el año pasado”.
A la larga, para Guzmán, era inevitable hacer pública la entrevista a Olderock. “En ella se tocan aspectos absolutamente desconocidos, sórdidos y terribles de lo que fue la DINA y no darlos a conocer rompe con mis principios”, explica.
Agrega que quiso hacer este libro porque hasta ahora nadie ha escrito sobre el rol de las mujeres en la represión.
“Olderock fue la directora de la escuela femenina de la DINA y ahí se les entregó destrezas a setenta mujeres para matar, hacer seguimientos, torturar y desaparecer a personas. Ella entrenó a mujeres para realizar actos criminales con recursos del Estado y eso es desconocido hasta el día de hoy. Me parece que estas mujeres no pueden quedar impunes para la historia del país”, dice.
El tema de la represión no es nuevo para Guzmán. Antes publicó “Un grito desde el silencio”; “Romo: Confesiones de un torturador” (Premio Planeta de Periodismo Investigativo, año 2000) e “Historia para no olvidar”, en coautoría con el abogado Héctor Salazar. Además es una de las coautoras de “Los crímenes que estremecieron a Chile. Memorias de La Nación para no olvidar”, de Ceibo Ediciones (2013).
Guzmán relata que una de las cosas que le llamaron la atención fue la insistencia de Olderock en centrarse en el atentado que sufrió, así como su supuesto rol de analista en inteligencia.
“Ella, al igual que (Miguel) Krassnoff, (Marcelo) Moren y otros escondía su verdadero rol de agente represivo en una supuesta actividad de analista”, asegura. “Por lo tanto costó obtener muchas respuestas increíbles y luego investigar lo que negaba”.
La autora además insiste en el destacado rol que jugó Olderock en la represión.
“Ella fue parte importantísima de la DINA. Integró la peor de las brigadas: la Purén y en ella tuvo mando por sobre muchos agentes porque su grado era de capitana. Participó en torturas, diseñó la peor tortura que era vejar sexualmente a detenidas y detenidos con un perro. Participó en Operación Cóndor, en los entrenamientos que la CIA dio a las mujeres de la DINA en la Casa de Piedra, en el Cajón del Maipo; supo de la fabricación de gas sarín”, afirma.
Para comprender el grado de sadismo que alcanzó Olderock, basta con mencionar que mandó a torturar y violar a su hermana para quedarse con la herencia de sus padres, según Guzmán, quien señala que su crianza y educación explican cómo llegó a esos extremos.
“Ella era hija de alemanes nazis y sus padres fueron especialmente violentos con sus hijos. Luego está la formación militarizada de la Escuela de Carabineros que acentúa ciertos rasgos autoritarios y la formación casi de comando que ella desarrolla al interior de esta institución”, asevera. “En todo eso está una ideología que rechaza la diversidad y la diferencia entre seres humanos”.
Lo triste es que esto no es pasado. Guzmán advierte que hasta hoy nadie sabe cómo se forma a las personas que ingresan a estas instituciones policiales o militares. “Es así como surgen sujetos que en plena democracia golpean a personas que viven de manera diferente su sexualidad, como lo ocurrido con el tipo de la FACH que golpeó a un transexual, eso en plena democracia”, dice. “Imagínate lo que pudo ser eso en dictadura”.
Otra cosa llamativa es que Olderock terminó enemistada con su institución y también con la DINA.
“Ella terminó odiando a Carabineros porque desde ahí se planeó su atentado”, indica. “Ella siempre insistió que el fallecido general (César) Mendoza dio la orden para su asesinato y que fue (el mayor Julio) Benimelli quien quedó encargado”, afirma.
El atentado lo terminó ejecutando el MIR. “Posteriormente se dieron cuenta que habían atentado contra una agente que estaba desertando a Carabineros y a los servicios de inteligencia. Eso es muy interesante, porque los que atentaron contra ella fueron posteriormente detenidos y nunca les preguntaron sobre el atentado a Olderock en los interrogatorios, lo que lleva a la infiltración en los partidos de izquierda de la época, específicamente, en el MIR”.
Olderock finalmente falleció dos décadas después, de muerte natural y en la impunidad.
“Ella siempre hizo creer a la justicia que estaba loca por una bala que tenía alojada en su cabeza”, dice Guzmán para explicar que haya muerto sin condena.
Además, a su juicio, “ha existido cierta liviandad para investigar el rol de las mujeres en las tareas criminales de los servicios de inteligencia de la dictadura cívico militar”.
Guzmán también destaca que la mayoría de las mujeres que Olderock entrenó siguen vivas, algunas procesadas por las causas de “Conferencia” y de “Godoy e Inzunza”.
“Pero en su mayoría son vecinas, buenas esposas, abuelas y han pasado sin castigo, ni siquiera la sanción social por crímenes tan horrendos”, lamenta. “Es tal la impunidad que la agente Adriana Rivas, que vive en Australia, ha defendido públicamente las torturas en la DINA y aún no es extraditada”.
Lo más triste es que Guzmán no descarta que en el futuro vuelva a haber personas de esta naturaleza.
“Creo que en una sociedad donde existe tanta resistencia a los cambios, a la aceptación de la diferencia, a conocer cómo se forman nuestros cuerpos policiales y nuestras fuerzas armadas -porque hay que recordar que ellas pertenecen a todos los ciudadanos y son dependientes del poder político- pueden volver a ocurrir situaciones como las que se narran en este libro”, advierte.
“Creo que la historia nunca se repite, pero sí creo que sus efectos nos alcanzan tarde o temprano, cuando no se forma a la sociedad sobre el pasado y se construye una memoria que rechace toda muestra de xenofobia, racismo y sexismo”.