En una sociedad cada día más efervescente y con personas que ya no se tragan los cuentos de antes, la primera de las estaciones que decida atreverse a la honestidad brutal quizás no tenga tantos anunciantes rimbombantes pero sí hay algo que de seguro tendrá… Audiencia. Y no porque está entre dos teleseries exitosas, sino porque es lo que realmente queremos ver.
Si hay algo que han hecho la mayoría de los noticieros en estos meses es aprender a perfilarse. Y no hablo de Chilevisión y TVN, esos están perfilados hace tanto tiempo que lo que les hace falta es todo lo contrario: Desperfilarse.
En el canal del angelito, que ya no tiene nada de ángel, el área informativa ha conseguido seguir al dedillo las enseñanzas del hasta hace muy poco director de prensa -hoy director ejecutivo- Cristián Bofill.
Aunque podríamos hacer una columna extensa hablando solo de este personaje y sus vaivenes, lo cierto es que nadie duda de sus dotes de provocador, aún ahora que ha cambiado su oficina de Vicuña Mackenna, donde regía lo destinos primero de Qué Pasa y luego de La Tercera, por esas cómodas sillas del quinto piso de la casa televisiva de Inés Matte Urrejola, una billetera abultada, reuniones en hoteles cinco estrellas.
[cita]Con una reforma educacional ad portas, el incierto resultado del proyecto que reemplazará al binominal, los ataques a los derechos humanos en la Araucanía, los robos de las empresas y de los hasta ahora militantes impolutos de cuánta colectividad existe, me hace falta más pauta, más denuncia… Pero no de la señora que pelea con la vecina por la caca del perro. Me falta denunciar a la aerolínea que tiene el monopolio y se ríe de sus usuarios, al retail que cobra excesivos intereses, al empresario que explota a sus empleados pero que recibe premios en todos lados por su aporte al país. Me falta más honestidad brutal, desinteresada, que vele por el equilibrio y la transparencia. Que se case con el espectador y no con el anunciante[/cita]
El director ejecutivo de Canal 13 es un tipo que sin duda ha dejado un sello en la estación de Luksic, uno que es cuestionable, que raya en el amarillismo, pero que es efectivo. Tanto como ver a uno de sus mejores periodistas en México cubriendo la masacre de los 43 estudiantes con testimonios e imágenes que llegan al alma; o como ver un reportaje del terrorismo en las universidades después de que varias personas salieran heridas tras una bomba en Escuela Militar; y que aun cuando por este reportaje Teletrece se llenó de denuncias en el Consejo Nacional de Televisión por su tratamiento tendencioso, salió impune. Provocación en todos sus sentidos.
Pero, hablemos de pautas, de lo que vemos en nuestros noticieros, lo que nos muestran y hacen parecer como importante. Las conclusión es clara, y no se escapa ninguna estación: son básicas, sin análisis, sin cercanía. Aunque es criterio común que las conferencias de prensa ya no son tema para nadie, lo cierto es que uno enciende la cajita idiota y en todos lados la pauta es la misma. La misma cuña con distinto micrófono, a diferente hora y con diferente fondo, pero la misma cuña al fin. Resumen: cero perspectiva.
Y los rostros… Hubo una época en que estuvo de moda humanizar a estos personajes, y no me refiero a que salieran en campañas millonarias de multitiendas, precisamente.
Era efectivo el impacto, uno quería al Ramón Ulloa, se reía con los chistes de Iván Valenzuela y comentaba los chascarros de Maca Pizarro. Ahora, hasta Catalina Edwards se ve maqueteada en exceso. Mucha tecnología, mucha pantalla LED, muchas luces y nada, nada de empatía. Claramente, la frialdad gringa de sus escenografías se apoderó también de sus conductores.
Es difícil repartir culpas ante estas predecibles puestas al aire y, la verdad, no sé bien si es falta de carácter visionario o simplemente el arte de la desinformación provocada… Me inclino más por la segunda.
Y a quien más le funciona el jueguito desde hace un tiempo es a Mega, un canal cuya pauta es clara. Nada de área chica en la política, nada de debatir, nada de provocar ideas sobre temas trascendentes o denunciar poderosos corruptos. Con la bendición de San Onur y la “Pituca sin Lucas”, aplastan a su competencia. Pero sería majadero darle todo el mérito al turco y la ricachona en decadencia, basta sintonizar un rato el canal privado para darse cuenta que la preferencia la marcan con el conflicto del día a día de la gente común, ese es su gran plus. En el país de los ciegos el tuerto es rey, dice mi abuela Tatiana. Y es verdad, Mega juega a contraprogramar. Y le resulta.
Si bien no es referencia, pero bien vale la analogía, hace días el senador Alberto Espina dijo que los políticos “estamos alejados de la gente, no los interpretamos”. Pero no tan solo ellos. Creo que los noticieros y sus editores y directores son el fiel reflejo de esa política de mirarse el ombligo y no pensar en los chilenos de a pie.
Personalmente, sólo por dar un ejemplo, me parece latero y hasta majadero seguir especulando con un supuesto cambio de gabinete que Bachelet pareciera no querer por ahora y que Peñailillo cada media hora desmiente. Y llevo una semana viendo un desfile de políticos menores que por el solo hecho de decir “hay que cambiar” a tal o cual, se ganan su minuto millonario.
Con una reforma educacional ad portas, el incierto resultado del proyecto que reemplazará al binominal, los ataques a los derechos humanos en la Araucanía, los robos de las empresas y de los hasta ahora militantes impolutos de cuánta colectividad existe, me hace falta más pauta, más denuncia… Pero no de la señora que pelea con la vecina por la caca del perro. Me falta denunciar a la aerolínea que tiene el monopolio y se ríe de sus usuarios, al retail que cobra excesivos intereses, al empresario que explota a sus empleados pero que recibe premios en todos lados por su aporte al país. Me falta más honestidad brutal, desinteresada, que vele por el equilibrio y la transparencia. Que se case con el espectador y no con el anunciante.
Cuando sales de la universidad y estudiaste periodismo, no falta el editor que te dice “si crees que el periodismo es como en el cine, pon los pies en la tierra”. Y claro, no hay espacio para “Z” de Costa Gavras o “Todos los hombres del Presidente”. Pero sí hay lugar para aportar a una sociedad más justa. Y ese rol, aunque no le guste a ese frustrado editor que rompió mis sueños de recién egresada, en gran medida depende del periodismo descomprometido e independiente. El mismo que con sus millonarios slogans pregonan estos señores de la televisión que para variar siguen al debe.
Puede parecer poco serio, lo sé. Pero ni siquiera me entusiasma hablar de Chilevisión o TVN porque la verdad es que desde que tengo uso de razón que no son más que lo mismo, canales tibios que no proyectan ningún esfuerzo mayor que estar al día con las fuentes oficiales y la crónica roja.
Si estás en el canal de propiedad gringa, sangre, incesto, violaciones, muerte, drogas y hartos flaites. Si estás en el estatal, lo oficial, sin miramientos, sin cuestionamientos de ningún tipo… Y en equilibrio, para que nadie se enoje.
Mucho más honestos La Red y UCV, canales que con poco presupuesto y sin mucho aparataje han hecho un trabajo serio por mantener vivo ese trabajo a pulso con una mirada interesante, pero se quedan ahí. Falta un paso más adelante aún, sobre todo de UCV que partió como avión y se quedó a medio camino en las expectativas.
En síntesis, lo que más me molesta de los noticieros y que hace que uno no quiera verlos, tal y como no quiero ver el “SQP, es que resulta muy fácil pegarle a los débiles, es muy fácil reírse de la Luli en la farándula y tratarla de gorda lechona, también es fácil poner un micrófono a un peso pesado y repetir como loro todo lo que dice. Pero, ¿y los cuestionamientos?, ¿la contra pregunta?, ¿el análisis crudo?… No dan el ancho.
En una sociedad cada día más efervescente y con personas que ya no se tragan los cuentos de antes, el primero que decida atreverse a la honestidad brutal quizás no tenga tantos anunciantes rimbombantes pero sí hay algo que de seguro tendrá… Audiencia. Y no porque está entre dos teleseries exitosas, sino porque es lo que realmente queremos ver.