El 2011, este exponente de la cultura hip hop nacional, se convirtió en uno de los íconos del movimiento estudiantil y sus melodías se transformaron, en muchos sectores, en la banda sonora de la reivindicación educativa. Hoy, opina que la desacelaración del movimiento es la consecuencia del hermetismo del sistema. Mañana estará junto a Anita Tijoux y otros artistas en “América Leatina”, un evento que se realizará del 1 al 7 de diciembre.
Ha sido uno de los íconos del renacer cultural de la década del 2000 en general y del movimiento estudiantil del 2011 en particular. Vicente Durán, “Subverso” (París, 1975), se ha hecho un espacio en la escena musical alternativa a punta de letras políticas, directas, sin anestesia y melodías entrañables. A siete años de la canción «Infórmate», que provocó sismos tanto en la derecha como en la izquierda, este tema, en círculos no oficiales, sigue siendo uno de los análisis más crudos y lúcidos de la escena política actual.
Mañana sus seguidores podrán escucharlo en el anfiteatro El Cortijano de la comuna de Conchalí (Forestal 2300, en Panamericana con Américo Vespucio, micros 201, 202 y 308), desde las 21:00 horas, acompañado de artistas como Anita Tijoux, Juan Ayala, Seidu, Truquero, Descarte y Zonora Karnicera.
El evento es para reunir fondos para la semana cultural “América Leatina”, que se realizará del 1 a 7 de diciembre, en la calle República 517, con charlas, tocatas y otras numerosas actividades culturales.
Subverso admira mucho el trabajo de los organizadores de ese evento, la editorial Quimantú, una entidad que produce textos literarios y políticos de bajo costo y con contenido. “Es un proyecto en el que creemos mucho, que ha sido un aporte para mucha gente, al seguir reivindicando el pensamiento de izquierda”, dice. “El trabajo que se hace con los libros y la cultura ahí es bacán, por eso estaremos allí”, anuncia.
Hijo de un cantor de folclor latinoamericano y de una estadounidense, con apenas dos meses de vida su familia se trasladó a Detroit, donde se crió sin olvidar jamás sus raíces chilenas. La música de su padre –que se había ido de Chile antes del golpe militar y luego decidió “no volver”- lo conectó con nuestro continente, así como la literatura de escritores como Mario Benedetti, Eduardo Galeano y Gabriel García Márquez.
A los 10 años, en 1985, vivió la primera de sus múltiples temporadas en Chile, en aquel momento aún sumido en dictadura. Conoció entonces el contraste entre los colegios caros del sector oriente de la capital y las poblaciones más humildes, en medio del toque de queda, las pichangas de barrio, las travesuras de la niñez y los amigos, entre los “milicos” y “harto miedo”, las jornadas de protesta y las ollas comunes.
Se fue a Detroit nuevamente a los 15 años, pero volvió a los 20 años, ya sin su familia, “por un sentido de identidad, de pertenencia, por los recuerdos que tenía acá, de las amistades del barrio”.
Fue en aquella época, al final de esa nueva estadía en Estados Unidos, ya en la universidad, que entró en contacto con la música del hip hop, de la mano de artistas como Public Enemy, Ice Cube y Tupac Shakur. Sintió que el contenido de muchas de esas canciones –que en parte hablaban de muchas realidades sociales- era similar a su herencia musical paterna.
Ya en Chile desde 1996, vivió el movimiento local de esa cultura donde además caben el graffitti y el breakdance, áreas que también le gustan mucho. Y vio también cómo en democracia habían cambiado esos barrios que recordaba de su infancia en los 80, con la llegada “de la cultura extranjera, de las oportunidades de consumo, de los mall, de un montón de cosas que fueron transformando muchas cosas en término de cómo se vivía entre la gente, por lo menos en dictadura”.
Vivió en Villa Francia, Lo Hermida, Macul y La Florida. Comenzó a construir relaciones con músicos como Gustavo “Lulo” Arias, del grupo Legua York, que como él buscaban hacer música contestataria, social, de población, y uno de cuyos referentes eran las Panteras Negras. También formó el grupo Conspiración.
En 2011 nuevamente volvió a Estados Unidos, esta vez con su mujer y sus dos hijos. Y llegó de nuevo en enero de este año.
Este artista explica su veta política a partir de los contrastes que le ha tocado ver en la vida. “Desde chico desarrollé una posición ideológica frente a las cosas, inicialmente frente a lo que era la dictadura. Estando fuera siempre trataba de conectarme con mis raíces, leyendo literatura e historia latinoamericana, aprendiendo cómo llegamos a tener dictaduras en América Latina, y luego estando en Chile en los 90 viendo cómo fue el tema del modelo neoliberal, como experimento, como lugar de ensayo de esas políticas en el mundo”.
Ver realidades económicamente distintas también lo moldeó. “Tenía cercano mundos muy extremos. Fui a unos colegios muy de elite, en Las Condes, para arriba, por la pega de mi mamá, que era profesora de inglés, y por otro lado nosotros vivíamos para el otro lado de Plaza Italia. Era ver el mundo de las poblaciones, de la pobreza, y el de los que dirigen el país”.
Subverso quiere dejar algo en claro: él no se considera parte de la “contracultura”. “Me complica esa etiqueta”, confiesa. Se siente parte “de una cultura distinta a la cultura oficial. Yo creo en la cultura popular, quizás de resistencia. En toda sociedad de clases va a haber distintas propuestas e identidades culturales”. “
“Creo que la (cultura) más rica, la más potente, la más creativa, la más interesante, la más sabia, la más inteligente, siempre ha sido la de los oprimidos. De ahí viene toda la música que vale la pena, para mi gusto por lo menos. Es muy poco lo que han aportado las elites a la cultura y al arte”, sentencia. “Más que nada son consumidores y usurpadores. Nosotros somos los que generamos, creo, la gran mayoría de la cultura”.
En ese sentido, como cantante, Subverso también se concibe como un narrador de la realidad que se opone al discurso oficial de los grandes medios de comunicación. Por lo mismo no ha grabado ningún disco y está fuera de “la industria”, como parte de ese vasto mundo de hip hop “underground, subterráneo, alternativo o autogestionado, como se le quiera llamar, grabado en estudios caseros, pero que muchas veces logra, especialmente en los últimos años con la tecnología, como Internet, difundirse masivamente”. Su música está en sitios como Youtube y grooveshark, entre muchos otros.
“Lo que me interesa mucho, aparte de grabar, es tocar en vivo”, algo que ha hecho mucho este año, explica este artista que pretende volver a la creación el 2015.
Entre el arte actual, Subverso destaca el movimiento de muralismo y graffitti, “por pintar una ciudad súper gris como Santiago”, y a raperos como Juan Ayala y las chicas de Deyas Klan, entre muchos otros.
Como uno de los íconos culturales del movimiento estudiantil, al que homenajea con su tema “Rap al despertar” de 2011, Subverso también tiene su particular visión de cómo ha evolucionado la situación política en los últimos años.
Parte diciendo que el estallido de 2011 lo tomó por sorpresa, como a muchos “los que tratamos de incidir, de hacer cosas”, aunque luego vivió desde afuera esa enorme rebelión, a través de los medios y el contacto con los amigos.
La desaceleración actual del movimiento, en su opinión, da cuenta “de lo difícil que es cambiar un modelo y un sistema política extremadamente cerrado y sólido”, donde en resumen tanto la derecha como la Concertación han defendido los intereses de los empresarios.
También es una muestra “de la capacidad de la clase política para adaptarse, ser flexible, para llegar a acuerdos entre ellos también, de cooptar gran parte de las demandas, y de mostrar la institucionalidad política existente como el único camino, donde los únicos actores para implementar esos cambios son el Congreso y La Moneda”, con lo cual arrebatan el protagonismo al movimiento social.
Subverso pone como ejemplo la cooptación de dirigentes como la comunista Camila Vallejos, a quien critica por su postura frente al tema de la Universidad ARCIS, donde en su opinión ha asumido el papel de cualquier político más, mientras defiende además al ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre. “Creo que muchos ex dirigentes estudiantiles están atrapados, aunque por voluntad propia, por lo institucional, y desligados de la fuerza que necesita el movimiento social”.
Por eso mismo, no tiene mucha fe en la Reforma Educacional en curso. “No es solamente un tema de platas más y platas menos”, reflexiona. “Hay que cambiar un modelo que está basado en los derechos de la gente como mercancía, y eso no se cambia en un sector de la vida. No vas a cambiar el modelo de educación si no cambias el modelo de salud, del mundo laboral, de la vivienda social. Tiene que ver con cambiar todo. No creo que una reforma educacional sea íntegra si no cambian bases estructurales de la política y la economía chilena”, dice.
Obviamente cree que pequeñas victorias son importantes en el proceso y celebra pisos mínimos como la gratuidad, la no selección y el fin al lucro. “¿Pero eso va a suceder en este gobierno? No lo sé”.
“Ha sido súper difícil romper esos candados, hacer grietas y fisuras por donde se pueda luchar”, admite. “Ha sido una tarea gigante el continuar luchando todos estos años. Los noventa fueron muy difíciles, los comienzos de los 2000 también. A pesar de eso ha vuelto a resurgir una nueva generación que está luchando activamente tratando de cambiar cosas, que tiene claro cuál es la historia y la realidad de este país”, señala.
Para Subverso es importante tener un modelo alternativo al actual.
“Chile tuvo un proyecto popular propio y lo perdió el 73, y volvió a perder la oportunidad en el 89 y 90. Hoy hay que volver a construir uno nuevo, con las mayorías. Esa es la tarea. (El sistema) puede cambiarse desde adentro cuando tienes la fuerza social, pero sin aliarte con sectores que derechamente son enemigos”.
Por eso no cree en una alianza del Partido Comunista con la Democracia Cristiana y el Partido Socialista. “Puede ser para reformas, ¿pero para el pueblo, que vive como vive? No se trata de poner parche curitas al dolor que sufre el pueblo cotidianamente. Se trata de que el pueblo mande, un camino que puede ser largo, utópico, pero que creo es el único verdaderamente transformador. Esa es la historia, siempre ha sido así. Nuestro pueblo no quiere más guerra, pero la otra es aceptar el mundo de los males menores. Puede ser que eso sea una manera de vivir, de sobrevivir, pero sigue reproduciendo que millones y millones estén muy mal. Mientras la mayoría no asuma esa realidad, que nos hacen la guerra cotidianamente, no va a haber cambios de fondo. De eso hablamos en las canciones”.
Sin duda la cultura juega un papel en ese objetivo de cambiar las cosas. Pero “ella sola tampoco va a hacer las transformaciones. Sí es un complemento importante, una herramienta súper poderosa cuando logra interpretar esos sueños, esas ganas de cambiar el mundo, también de denunciar las cosas, de crear conciencia política y movilización en los pueblos”.