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El caos en la ciudad por una falla eléctrica Opinión

El caos en la ciudad por una falla eléctrica

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Patricio Olavarría
Por : Patricio Olavarría Periodista especializado en Política Cultural
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Periodista. Director de la Casa de la Ciudadanía Montecarmelo.


En la mañana del viernes 14 de noviembre cuando salí de la ducha, mientras mi hijo de dos años y medio veía televisión y comía galletas, mi mujer recibió un mensaje de una amiga por whatsaap, en donde le anunciaba que las líneas 1, 2, y 5 del Metro de Santiago no estaban funcionando. Ella me animó a poner un minuto las noticias, y fue en ese momento que pudimos confirmar que el mensaje no solo era cierto, sino que además que el colapso del transporte a esa hora de la mañana era total.

Eran cerca de las 7.20 AM, horario en que miles de trabajadores salen de sus hogares para tomar el transporte “público” y lo digo entre comillas porque si bien en rigor el sistema que conocemos como Transantiago se define como tal por el propio Ministerio de Transporte en su sitio web, este funciona a través de operadores privados como Alsacia, Subus, etcétera. El Metro de Santiago es diferente, pues se trata de una Sociedad Anónima desde año 1990, cuyos principales accionistas son la CORFO, y el Fisco del Estado de Chile. Sin embargo, sus más de 2 millones de usuarios, diariamente deben pagar un pasaje que es caro, y que no tiene relación ni se asocia, a una empresa pública del Estado. Lo más lamentable, es que hace algún tiempo, cuando se le preguntó al Ministro de Transporte Andrés Gómez Lobo por el aumento en las tarifas, él le respondió con toda tranquilidad a la Prensa, que esa era una decisión del “Panel de Expertos”. ¿Creerá el Ministro Gómez Lobo que la gente entiende de lo que habla? ¿Pensará que todo el mundo comprende su tecnicismo?

Luego de ir a dejar a mi hijo a su Jardín, que afortunadamente está a solo a dos cuadras del departamento en donde vivimos, caminamos con mi mujer hacia la Alameda. Ella lo hace a diario porque su trabajo está a unas cuadras, en pleno centro de la ciudad, y yo suelo subir a una de las líneas del Transantiago para llegar a Providencia. Es una decisión que tomé hace algún tiempo porque sencillamente ya no soporto entrar a un vagón de la empresa Metro en las mañanas.

El escenario por la principal columna vertebral de la ciudad, que es la Alameda, simplemente era digno de una novela de ciencia ficción. La sensación que me quedó fue de desprotección, descontrol, y desorden. Miles de personas caminando por las calles rumbo a sus trabajos, y otros miles hacinados en los buses del transporte “publico”. Gráficos de Diarios y móviles de televisión en diferentes puntos haciendo notas informativas, y cientos de vendedores ambulantes dispersos por la calle. Caminé por la Alameda en dirección a Providencia junto con otros miles. La gran mayoría, que no es lo mismo en este caso que la “Nueva Mayoría” se tomaron esta vez las grandes alamedas gracias a la empresa Metro S.A. Sin embargo, lo que me pareció más asombroso aún, fue la actitud de la gente que caminó en silencio a sus trabajos, sin mostrar signos de indignación, ni malestar. Es esta una señal de enajenación social, de sumisión al sistema neoliberal que domina la cabeza de miles de chilenos.

Me puse en el lugar de quienes viajan de comunas lejanas y deben marcar una tarjeta. Sencillamente frustrante. Una imagen que supongo dará la vuelta al mundo y que en nada nos puede enorgullecer. Más bien, lo que quiero decir, es que queda en absoluta evidencia, que el transporte terrestre no está preparado para una coyuntura tal, y que el colapso de la ciudad que también se puede interpretar como maltrato al ciudadano, es una realidad inapelable, y también porque no decirlo, una descripción de nuestro subdesarrollo político y económico como país.

Desde Providencia vi una gigantesca columna de humo que resultó ser un incendio en Santiago Centro. Alguien me comentó que fue un carro lanza aguas de las Fuerzas Especiales las que llegaron primero al lugar antes que los bomberos. Al parecer estos no podían por el colapso del tránsito. La imagen se fue haciendo cada vez más enloquecedora, y sentí cierta angustia. Carabineros tratando de ordenar el tráfico de los autobuses, y de cientos de automóviles, helicópteros y el ruido ensordecedor de las bocinas, y los  gritos e insultos de los conductores.

No sabemos realmente que significa eso de una “falla eléctrica”. No sabemos si es accidental o intencional. Lo más paradójico es que el corte de energía se produjo en Estación Moneda de la empresa Metro S.A. A una cuadra de la Casa de Gobierno, y en el mismo lugar en donde funcionan las oficinas de la tan vulnerable y hoy muy poco confiable empresa. Esto último porque ya con este magno episodio que es el cuarto en el año, toda la retórica de la eficiencia, la calidad, la confiabilidad, y la seguridad, que es parte del discurso de la empresa, hoy de nada sirve. A todo ello, hay que sumar que la Empresa Metro S.A obtuvo este año una ganancia por transporte de   $106.783 millones, superior en $6.334 millones a los registrados el primer semestre del 2013, y las ganancias no asociadas a tarifas llegaron a $28.421 millones, aumentando en $10.823 millones al año anterior.

Ya son las 20.10 horas de la noche y salí un minuto porque estoy en medio de una conferencia dictada por la catedrática Belga Chantal Mouffe titulada “La Democracia en un mundo multipolar”. Heroicamente llegaron casi cien personas. La ciudad sigue colapsada, los buses repletos de personas agotadas y aburridas. La gente sigue caminando pero ahora de regreso a sus casas por donde mismo llegaron. Los taxistas se hacen la América, y en la ciudad de Concepción, en donde me dijo un amigo la semana pasada, las micros siguen corriendo como locos por los boletos,  juega un partido de fútbol la selección de Chile, y de Venezuela. Ahora se sumaron buses interurbanos y de las Fuerzas Armadas.

Lo más seguro es que voy a regresar caminando. Eso para mí que vivo cerca no es un problema, y me sirve para seguir observando como una “falla eléctrica” del “eje estructurante del transporte público” como lo enfatiza la empresa Metro S.A en su Misión, puede generar tal nivel de violencia e injusticia en la vida cotidiana y social de todos nosotros. Debo sí, ser honesto y reconocer que aún siento cierta angustia. Tengo la sensación no solo de un malestar interno y social. Es lo que ya sabemos, lo que nos arrastra a buscar una salida más digna en un modelo económico y político que en mi opinión hace un buen rato viene haciendo cortocircuito,  o se le están fundiendo los fusibles.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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