Las caricaturas, la principal herramienta para atacar la figura de Salvador Allende
“Carne de estatua: Allende, caricatura y monumento” (Editorial Mandrágora) muestra cómo los rasgos del político que los dibujantes utilizaron para caricaturizarlo fueron principalmente su elegancia (“el pije”), su gusto por las mujeres (“siempre pololéandose a la Presidencia”) y su gusto por el vino tinto y el whisky (su revolución “con empanadas y vino tinto”), según el autor, aunque luego, a medida que la política se polarizaba, aumentaron en virulencia los ataques contra el ministro, senador y finalmente jefe de Estado.
Un libro que muestra los distintos retratos que hicieron diversos dibujantes del presidente socialista Salvador Allende (1908-1973) en diarios y revistas de su época acaba de presentar el escritor y poeta Jorge Montealegre.
“Carne de estatua: Allende, caricatura y monumento” (Editorial Mandrágora) muestra cómo los rasgos del político que los dibujantes utilizaron para caricaturizarlo fueron principalmente su elegancia (“el pije”), su gusto por las mujeres (“siempre pololéandose a la Presidencia”) y su gusto por el vino tinto y el whisky (su revolución “con empanadas y vino tinto”), según cuenta Montealegre, poeta, investigador y director de Extensión de la Universidad de Santiago de Chile.
Luego, a medida que la política se polarizaba, aumentaron en virulencia los ataques contra el ministro, senador y finalmente jefe de Estado.
“En la medida que se convirtió en un peligro para los enemigos del proyecto socialista, se utilizó el humor para denigrarlo, restarle autoridad y contribuir a la creación de una atmósfera de intolerancia e incluso para instigar su muerte”, agrega. “Las representaciones más negativas comienzan con el triunfo de la Revolución Cubana, en el contexto de la Guerra Fría”.
Desde Arrate
La idea del libro – Premio Mejor Obra Literaria 2014, género ensayo inédito, del Consejo Nacional del Libro y la Lectura- surgió a partir de un diálogo que hace algunos años sostuvo Montealegre con el ex ministro socialista Jorge Arrate. “Conversamos la idea de hacer un anecdotario y una iconografía humorística de Allende, pero las tareas políticas y las memorias de Arrate le ocuparon todo su tiempo”, señala.
Luego, en el marco de la conmemoración de los cuarenta años del golpe, a Montealegre le pidieron un artículo para una revista académica argentina y él les ofreció “algo sobre Allende y la caricatura”.
Después la editorial Mandrágora le pidió una selección de chistes sobre la UP… “y me obsesioné y resultó una investigación y una reflexión que en algún momento debía hacer. Resultó más serio de lo que imaginé en un primer momento”.
«Fascinante»
El trabajo investigativo resultó ser fascinante. “No conocí a don Chicho personalmente ni fui allendista en 1970. A los 15 años fui tomicista, por tanto no tengo la nostalgia de quienes vivieron las campañas de Allende. Pero sí estuve entre quienes apoyaron su gobierno y marchamos gritando ‘Allende el pueblo te defiende’, quizás un grito que no medía las consecuencias que podía tener. Desde ahí, una situación que aislaba la figura de Allende, busqué, con respetuosa admiración, conocerlo y entender el por qué de las representaciones que se hicieron de él, tantos las cómicas como las solemnes. Las complacientes y las injuriosas”.
Montealegre leyó todo lo que pudo sobre Allende, varias biografías, discursos, así como lo que decían sus amigos y enemigos. “Las anécdotas me ayudaron a conformar un retrato hablado de la figura, la imagen, el personaje. Me conmovieron nuevamente sus últimas palabras y la dignidad presidencial de quien siempre, entre broma y broma, supo que era ‘carne de estatua’. El humor de Allende, su autoironía, nos habla de su humanidad; también de la percepción que otros tenían de él”.
El autor se demoró un año en esa labor, pero le ayudó la experiencia de estar ya durante 25 años trabajando en una historia del humor gráfico chileno. “Trabajé con mi archivo personal, busqué en el Persa, conversé con dibujantes y políticos”, añade.
Hallazgos
En el libro están las primeras caricaturas que se hicieron de Allende, hechas por Antonio Romera y otras publicadas en la “La familia chilena”. También avisos publicitarios en “Topaze”, con la imagen de Allende, como de sastrerías, cremas de afeitar y restoranes.
“Lo que más me llamó la atención, sin embargo, es la serie de ‘imágenes fatídicas’ publicadas por la derecha como parte de la campaña por el derrocamiento del gobierno de la UP, conjura que comenzó antes de que Allende asumiera. Hay caricaturas con el presidente en el cielo, ya muerto; en funerarias, ataúdes, cementerios, ahorcándose. En fin… y caricaturas injuriosas que no estaban en la tradición de nuestro humor político republicano, el de Topaze, por ejemplo”, dice el autor.
Para Montealegre es evidente que estas imágenes correspondían a un uso sistemático como parte de una guerra sicológica para derrocarlo. “Hay que ubicarse en plena Guerra Fría. No en vano la CIA –según el Informe Church- ‘financió miles de caricaturas’ contra Allende. Siempre me pregunté a qué caricaturas se refería ese informe. Obviamente a esas y a las publicadas como parte de las campañas del terror”.
Lo que más sorprendió al escritor fue encontrar lo que en el libro llama las “imágenes espectrales”, es decir, caricaturas de Allende, hechas bajo la dictadura, en las que se le representa como fantasma.
“Don Chicho le sigue penando. Es impresionante saber, por ejemplo, que cuando Ingrid Olderock daba lecciones de tiro a las mujeres de la DINA ponía fotos de Allende para que le dispararan. Como Allende no les dio en el gusto de dejarse humillar, le siguieron disparando después de su muerte física”.
Actualmente, el presidente socialista sigue siendo un personaje que vale la pena conocer, según Montealegre.
“Al mismo tiempo era un caballero, que incluso se batió a duelo defendiendo su honor; un reformista, dialogante, negociador, que se sometió a las reglas de la democracia; y un revolucionario, que encarnaba la utopía de un pueblo, que defendió y proyectó ese sueño como presidente, en La Moneda, hasta las últimas consecuencias”, dice.
“Todas estas facetas están registradas en las caricaturas y, finalmente, en el monumento, como estatuas, nombres de calles, estampillas, etc”.
Para el autor, hay que dimensionar el rol de las caricaturas en la creación de una atmósfera de intolerancia, donde jugaron un papel importante los diarios.
“El lenguaje crea realidades y hay que aprender de la experiencia de la UP en el sentido de valorar, junto con las convicciones, la importancia de las mayorías y la capacidad de diálogo con amistad cívica. Quienes tienen incontinencia twittera deben saber que un insulto trae otro insulto y las atmósferas de intolerancia finalmente les conviene a quienes prefieren que las cosas no cambien”, advierte.