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La melancólica música de las segundas oportunidades: el cine de Philippe Claudel A propósito de la reciente visita a Chile del aplaudido escritor y realizador francés

La melancólica música de las segundas oportunidades: el cine de Philippe Claudel

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Por partida doble fue la presencia –hace tan sólo unos días- del laureado y multifacético artista galo entre nosotros, pues también se exhibió su tercer largometraje de ficción, “Antes del frío invierno” (2013), durante el 13º Festival de Vitacura de Santiago. En este crédito pudimos observar las mismas virtudes fílmicas que le han hecho un nombre imprescindible en el cine francés: la participación de algunos de los mejores actores europeos en sus películas y la valía literaria de sus guiones (los tópicos dramáticos de unos personajes que desesperadamente buscan la redención existencial y una excusa para continuar con sus vidas, luego de pérdidas traumáticas e irreparables)


Los canales y los ríos son un motivo constante en la producción cinematográfica de Philippe Claudel (Francia, 1962), o por lo menos así se aprecia en sus dos últimos filmes. En Tous les soleils (2011), por ejemplo, los afluentes del río Rin, que atraviesan la hermosa ciudad de Estrasburgo, constituyen una suerte de metáfora visual de los cambios espirituales y psicológicos que sufre el protagonista, el musicólogo Alessandro (interpretado por el actor italiano Stefano Accorsi), durante el transcurso dramático de la cinta.

claudel5Y en Antes del frío invierno (Avant l’hiver, 2013), en una escena de sutil intensidad, el personaje encarnado por Daniel Auteuil (Paul), le regala un disco de la ópera La bohème, de Giacomo Puccini, a Lou (Leïla Bekhti), provocando su derrumbe moral y mental, ya que en el fondo, ésta deseaba estafarlo para posteriormente asesinarlo. Atrás, el flujo del agua, el verde y las flores, en una postal impresionista, de un parque de la fría Luxemburgo.

Esa es la principal ganancia del cine de Claudel, luego de rodar tres “largos” de ficción, en los últimos seis años, desde la inicial Hace mucho que te quiero (Il y a longtemps que je t’aime, 2008): el dominio de un lente que cada vez más fundamenta sus cualidades estéticas, en la destacable composición fotográfica de sus ángulos, y no ya, puramente, en la fuerza dramática subyacente en sus libretos, y por ende, en la historia que se registra frente a la cámara.

Y si el rol de Accorsi en Tous les soleils, montado en su motocicleta, citaba al Nanni Moretti de Caro diario (1993), con su vespa que transitaba por una Roma desierta y dispuesta a sus pies, ciertas tomas de su cámara, en la última de las películas ya mencionadas del francés, nos trae a colación al Terrence Malick de To the Wonder (2012), con sus planos-secuencias extendidos y perfectos, que persiguen los claroscuros y las incandescencias de la puesta en escena, además de la luz de un sol esquivo e invernal.

Porque otro de los factores artísticos de la filmografía de Claudel, es que ha tenido la oportunidad de trabajar con los mayores intérpretes europeos de la actualidad: en un par de ocasiones con la inglesa Kristin Scott Thomas, con el anotado Accorsi y con el famoso Daniel Auteuil, lo que habla de por sí, de lo atractivo que resultan sus propuestas audiovisuales y su prestigio, para los reputados intérpretes europeos.

Aún así, y pese al evidente crecimiento en lo que se refiere a su lenguaje estrictamente técnico se refiere (la conducción de los factores de imagen y de sonido), la obra del francés continúa apoyando gran parte de su valor, indudablemente, en la categoría literaria de sus guiones; en el cerebro ficcional y en el estilo hondo y depurado, que le es reconocible a sus textos: a sus diálogos y a los caracteres creados por el desenvolvimiento de éstos.

En efecto, a los personajes de Philippe Claudel los une el estar adoloridos y frágiles ante el mundo, vulnerables en su inserción sobre la realidad, y menoscabados en lo concerniente a sus expectativas y esperanzas, de cara al futuro y a su personal porvenir. La protagonista de Hace mucho que te quiero, una médico cirujano (Juliette / Scott Thomas) –idéntico oficio al del Auteuil, de Antes del frío invierno-, acaba de salir de prisión, debido al que supuestamente fue el homicidio de su único y pequeño hijo.

claudel2En la superación de ese trance, la mujer no sólo deberá enfrentarse con su pasado y con sus miedos más gravitantes, sino que también, con la quebrada presencia afectiva de los restantes integrantes de su familia, luego de esa debacle emocional: los juicios de su hermana, el esposo y las hijas adoptivas de éstos. Finalmente, la verdad emergerá a la superficie, y en ese camino, Juliette descubrirá el nacimiento de la redención, y la ventana abierta de las segundas oportunidades, quizás sin recuperar lo perdido ni lo extraviado, pero sí encontrando un nuevo lugar, pleno y satisfactorio para sí misma, y para la cotidianidad de quienes le rodean.

Algo así, sucede, igualmente, con los roles de Tous les soleils, un bello largometraje, con un final sorprendentemente esotérico, y filmada en la deslumbrante ciudad de Estrasburgo. Alessandro (Stefano Accorsi) es un viudo profesor de musicología, el que asimismo trabaja como voluntario, leyéndole novelas, poemas y relatos a los enfermos, convalecientes, viejos o niños, que se recuperan en el hospital de la localidad. El catedrático vive con su hermano (un singular personaje que no saldrá del interior de su hogar, mientras Silvio Berlusconi renuncie a la primera magistratura del gobierno italiano) y junto a su conflictiva hija adolescente.

Despojado de la felicidad, empero, y bajo los atardeceres y las mañanas del noreste de Francia, Alessandro hallará que el cielo del que hablan las letras de la música antigua -que canta en un conjunto especializado de la universidad donde ejerce la enseñanza-, a veces puede traerse a la tierra y recrearse por un segundo eterno en ese suelo de canales, árboles y edificios medievales. El segundo título de Claudel es un filme dotado de una sensibilidad artística memorable, el que en Chile sólo ha podido proyectarse, a través de exclusivas frecuencias de la televisión pagada.

"Antes del frío"

«Antes del frío invierno»

Y arribamos a Antes del frío invierno, la cinta que se exhibió hace tan sólo unas jornadas, en el contexto del 13º Festival de Vitacura. Allí, el maduro matrimonio compuesto por Kristin Scott Thomas (Lucie) y Daniel Auteuil (Paul), respira una rutina más o menos establecida, hasta que hace su aparición, en los días de este último, la desconcertante figura de Lou (Leïla Bekhti). El neurocirujano (Auteuil), no sabe si lo que siente por la joven mujer es una mera atracción sexual, o el lejano recuerdo, la añoranza, por una relación en la que prevalecen las caminatas y las conversaciones intelectuales, teñidas de intercambios melómanos y artísticos. Sin embargo, algo queda claro: la vida de los esposos, después de la irrupción de la misteriosa veinteañera, cambiará sin vuelta atrás.

Catalogada como una película de escenas inolvidables, en estas líneas yo me quedo con un plano general, de ambientación nocturna, y la cámara fuera de un automóvil. En su interior, se encuentran Paul y Lou; y ésta le dice, confundida, a flor de piel, mientras dialogan, que a veces anhela desaparecer y suicidarse de una vez por todas, que su existencia le resulta en ocasiones insoportable. Entonces, el sesentón enciende la radio del vehículo, y desde los parlantes del dispositivo, se escucha el aria “Si mi chiamano”, cantada por un soprano anónima que encarna a Mimi, en la ópera La bohème, de Giacomo Puccini. Un instante, y el hombre reflexiona en voz alta, si mal no recuerdo: “Es absurdo que no quieras vivir, cuando existen cosas tan bellas como ésta”.

Sin ir más lejos, otro rasgo de los filmes de Claudel, resulta de la devoción por la música docta o culta, que se manifiesta en el tiempo diegético de sus créditos: si Paul oye siempre las melodías de Puccini, Alessandro se embriaga con las performances del grupo “L’Arpeggiata”, y de su disco “La Tarantella”; en tanto, el anciano y mudo personaje abordado por el veterano Jean-Claude Arnaud, se evade con distintas piezas del repertorio clásico, encerrado en su biblioteca-habitación, en la trama de Hace mucho que te quiero.

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