Los músicos chilenos tenían otros medios para fomentar el gusto por su música, pero parece más fácil influir sobre los legisladores que hacerlo directamente sobre la gente. Se ha dejado de lado el trabajo previo, en la formación de los gustos, sentimientos y aficiones de las personas, que sirven de sustento a las leyes. Se ha dejando de lado y pasado por alto a la sociedad.
El Senado acaba de aprobar la ley que obliga a las radios a trasmitir un 20% de música chilena (ya sea compuesta o interpretada por chilenos). Es delicado el asunto: si no se puede obligar a alguien a hacer algo, es problemático obligarlo a que lo haga de determinada manera. El interesado podría simplemente negarse del todo y la situación final vendría a ser peor que la inicial.
Pero como el espacio para transmitir ondas de radio es limitado, es razonable que esté regulado en vistas al bien común, aun así no deja de causar cierta intranquilidad que el Estado pautee a los medios de comunicación. El ingenio humano sabrá zafarse de una imposición como esta; posiblemente las radios cumplan con la letra de la ley transmitiendo música chilena en un horario especial, entre dos y seis de la mañana.
La Sociedad Chilena de Derechos de Autor celebra, por supuesto, con esto espera aumentar sus ingresos, pero el radioyente interesado tiene otras opciones para escuchar la música que le gusta y explorar cosas nuevas. Habrá que ver si se produce una fuga –que no será muy numerosa; aquí se trata de influir sobre la multitud que nunca ha sido muy independiente– hacia emisoras online.
Por otra parte, los músicos chilenos tenían otros medios para fomentar el gusto por su música, pero parece más fácil influir sobre los legisladores que hacerlo directamente sobre la gente. Se ha dejado de lado el trabajo previo, en la formación de los gustos, sentimientos y aficiones de las personas, que sirven de sustento a las leyes. Se ha dejando de lado y pasado por alto a la sociedad.
El camino que se tomó más parece proteccionismo y aunque un proteccionismo de este tipo no tenga grandes consecuencias siempre implicará algún tipo de injusticia en el otro extremo del tejido de relaciones sociales: cuando en un sistema dinámico e interdependiente se fija, o intenta asegurar, alguna de las partes (en este caso, las ganancias de la Sociedad Chilena de Derechos de Autor) las repercusiones suelen ser más fuertes para las demás partes, que se ven obligadas a soportar una mayor tensión.
Hay otros aspectos de la cultura chilena, sin embargo, que se sí han visto reforzados en este pequeño episodio: pretender arreglar problemas mediante leyes sin prestar atención a las costumbres, y recurrir o usar al Estado para solucionar un asunto que debía haberse resuelto mediante el trabajo de los directamente afectados e interesados.