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Crítica de teatro: «Los justos», una combinación brillante entre teatro y política Hasta el 29 de marzo en la Sala Sidarte

Crítica de teatro: «Los justos», una combinación brillante entre teatro y política

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César Farah
Por : César Farah Dramaturgo, novelista y académico, es docente en la Universidad de Chile, Universidad Adolfo Ibáñez y Uniacc. Ha escrito las novelas La Ciudad Eterna (Planeta, 2020) El Gran Dios Salvaje (Planeta, 2009) y Trilogía Karaoke (Cuarto Propio, 2007), así como la trilogía dramatúrgica Piezas para ciudadanxs con vocación de huérfanxs (Voz Ajena, 2019), además, es autor de la obra El monstruo de la fortuna, estrenada en Madrid el año 2021, también ha escrito y dirigido las piezas dramáticas Alameda (2017, Teatro Mori), Medea (Sidarte 2015-2016, México 2016, Neuquén 2017), Vaca sagrada (2015, Teatro Diana), Tender (2014-2015, Ladrón de Bicicletas) y Cobras o pagas (2013-2014, Ladrón de Bicicletas).
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Los Justos es un gran montaje, un tipo de teatro que hace falta en Chile. La obra desarrolla, en términos de intriga, la historia de un grupo de revolucionarios que organiza un atentado al Gran Duque de Rusia, el intento una vez fallido y las consecuencias (amplias, tanto de cárcel, rearticulación del movimiento, emotivas, éticas y políticas) de, efectivamente, llevar a cabo el atentado son las acciones que estructuran la fábula.


Albert Camus es un autor que emergió durante el Siglo XX como un natural y profundo contrapeso a la ciclópea figura de Sartre. Con ideas notablemente similares a momentos (especialmente al principio, en lo que dice relación con las implicancias del absurdo y el existencialismo) y con puntos de vista radicalmente opuestos (del que da cuenta la famosa polémica Sartre/Camus publicada en su origen a través de Tempes Modernes, fundamentalmente en torno a la Unión Soviética y el llamado de Sartre a comprometerse con ello, versus Camus quién toma fuerte distancia al respecto), ambos escritores son parte del panteón de intelectuales franceses que han devenido -con todas las implicancias de ello- en “vacas sagradas”, de manera que enfrentar sus trabajos no carece de escollos, tanto por las múltiples lecturas y prejuicios sobre su obra y pensamiento, como por las expectativas que suponen anunciar la escenificación de alguno de sus trabajos.

Por otra parte, Los Justos, dirigida por Ernesto Orellana de la Compañía Teatro Sur, es un texto dramático, cuyo tema central es (en un pobre resumen) cómo el compromiso político nos empuja a tomar determinaciones de carácter pragmático y ético en torno a nuestras posiciones ideológicas, determinaciones que incluyen lo que pensamos y lo que hacemos, así, esta obra dramática articula un discurso que en varias ocasiones concita molestia, inquietud o, al menos, aburrimiento en nuestra sociedad.

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Contundentemente,  el montaje de Los Justos, demuestra que teatro y política es una combinación que -bien llevada a cabo-  es brillante, eterna y –en mi opinión- absolutamente necesaria en el Chile del 2015.

La obra desarrolla, en términos de intriga, la historia de un grupo de revolucionarios que organiza un atentado al Gran Duque de Rusia, el intento una vez fallido y las consecuencias (amplias, tanto de cárcel, rearticulación del movimiento,  emotivas, éticas y políticas) de, efectivamente, llevar a cabo el atentado son las acciones que estructuran la fábula.

La puesta en escena de la compañía Teatro Sur está muy bien lograda en varios aspectos. Primero, vale detenerse en la escenografía; sencilla, pero bien lograda, que demuestra como una dirección inteligente soluciona espacios, tiempos, lugares, en pocas palabras, una serie de posibilidades escénicas, sin extenderse en complicaciones innecesarias, permitiendo la comprensión de la fábula a contar, sosteniendo de manera interesante la imaginería del texto dramático y, sobre todo, solucionando sobre las tablas, la serie de exigencias que las acotaciones del texto imponen, así mismo, la iluminación es correcta, entrega las atmosferas necesarias y se observa un manejo de colores, temperaturas y disposición de luces, que juegan en la dirección que la totalidad de la escenificación requieren, Jorge Zambrano, diseñador integral, juega un papel importante en la obra, en este sentido.

Otro punto que debe marcarse es la música. Marcello Martinez desarrolla una música que entra en la lógica de las actuaciones, permite que ellos se adueñen del ambiente de las acciones y ayuda a que el público se envuelva también en la propuesta, muy buen trabajo, evitando en sus partituras engolosinarse en su trabajo, que es intenso y austero al mismo tiempo.

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Por otra parte, las actuaciones están muy bien logradas. En términos generales, todas las actrices y actores manifiestan competencia, profesionalismo y la capacidad de, primero, exponer sus textos de manera inteligente, comprensiva y llena de matices (es una obra de texto) y de plantear una corporalidad acorde a sus parlamentos, con una construcción de personajes que, si bien se vale de las luces, el diseño y los vestuarios, se halla sobre todo en la capacidad de interpretar a los seres imaginarios, en potencia, que el texto dramático entrega, desde un lugar comprensivo, vasto, lleno de grises, evitando así generar monigotes en escena que se mueven solo entre el blanco y el negro.

En una frase, las actuaciones son sólidas, especialmente las de Guilherme Sepúlveda y Tamara Ferreira, quienes sobresalen, tal vez por la intensidad que imprimen a sus parlamentos, por la imaginación con que producen personajes que en actuaciones menos detalladas podrían ser perfectamente maquetas o estereotipos y que ellos cargan con nuevos modos de interpretar y recrear. Mención aparte (imposible evitarlo) es Trinidad González. Seguramente, ella debe ser una de las mejores actrices que en este momento pueden verse sobre las tablas en Chile, sin duda alguna, una extraordinaria intérprete, su energía escénica es avasalladora, para no caer en descripciones y juicios metafísicos (tan comunes en el medio teatral) diré que cuando hablo de su energía, me refiero a como moviliza su cuerpo, su voz, sus gestos y la emoción de su personaje, de tal manera que cada uno de estos resortes contribuyen a producir el efecto de la Gran Duquesa (su personaje) de tal manera que sea imposible prestar atención a nada que no sea ella y Nicolás Pávez (actor competente, que despliega un excelente trabajo a lo largo de todo el montaje como Yanek) casi desaparece a su lado.

Trinidad González es una actriz que nos regala (un arte casi olvidado en Chile) una interpretación, la construcción de un ser imaginario hecho carne, hecho vida; cuando ella está en escena, tenemos a la verdadera Gran Duquesa frente a nosotros y la capacidad que posee de dar profundidad  psicológica, emotiva y corporal a su personaje, es simplemente extraordinaria. Allí hay una enorme actriz y (en este caso) su capacidad para hacer drama profundo, sentido e intelectual al mismo tiempo, es una garantía para cualquier obra en la que ella actúe. Claudio Riveros, Claudia Cabezas, personajes tal vez más secundarios, terminan de construir el complejo nudo de fuerzas, tensiones y distensiones que en la obra se movilizan, tanto en una dimensión política como en dimensiones emotivas e incluso (¿por qué no?) psicológicas (después de todo, Camus, seguía influenciado por el teatro que suponía una mirada en este ámbito), así la obra consigue equilibrio, precisión y se sustenta perfectamente bien a lo largo de la hora cuarenta que dura, aproximadamente.

Los Justos es un montaje muy bueno, un tipo de teatro que hace falta en Chile. Debo decir, eso sí, que no pude evitar que el texto me hiciera algo de ruido. Quiero dejar este punto bastante claro, estas críticas no son una mera opinión (aunque no hay “meras opiniones” en el arte) sino que un espacio donde también me juego una ideología y una política. No es que el tema de la obra esté fuera de tiempo o pasado de moda (todo lo contrario, está absolutamente presente en el Chile de hoy) ni que la obra sea, en sí misma, moralizante o en blanco y negro, pero sí es cierto que si se sigue con atención el conflicto y los textos, se observa que es una obra escrita en 1949. El modo de enunciar el problema, el modo de tratarlo, en ese entonces, era el preciso, iba a la par de su época y en mi opinión, es una dramaturgia que desarrolló este conflicto mucho mejor que su homóloga Muertos sin sepultura de (cómo no) Sartre, pero eso fue hace 66 años.

Insisto, no se trata que el tema de la obra, el conflicto hoy sea fuera de lugar, pero en términos formalistas, en el modo de ser enunciado, parece fuera de lugar, moralizante y un tanto en blanco y negro a momentos (y no soy posmoderno ni presentista), simplemente, no podemos pretender que una obra esté en sintonía con el hoy sin precisar su dramaturgia.

En síntesis, sin duda, Los Justos es un gran montaje, por sus actuaciones, por su diseño, por su música, por su dirección, un tipo de teatro que es necesario en Chile, tocando temas absolutamente pertinentes a nuestro medio. Se agradece este trabajo, sin duda, por desarrollarse en un medio más gris que luminoso.

Los justos

Hasta el 29 de Marzo

Jueves a Sábado 20:30 hrs. Domingo 20:00 hrs.

Entrada general $5.000.- Estudiantes y Jueves popular $3.000.-

Teatro SIDARTE. Ernesto Pinto Lagarrigue 131. Barrio Bellavista.

Reservas: 2 777 19 66/ reservasteatro@sidarte.cl

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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