El estudio de un corpus de canciones, provenientes de diversas bandas chilenas formadas por jóvenes durante esta década, permitirá reconocer en ellas un retrato original acerca del rol de dichos artistas y “comprender de manera clara el por qué la canción punk sirvió como medio de expresión para toda una generación que no se sentía identificada ni con la oficialidad ni con la oposición de la época”, en palabras de su autor, el escritor y poeta Jonathan Lukinovic.
Un libro sobre la canción punk de los años 80 en Chile acaba de ser lanzado por el escritor y poeta Jonathan Lukinovic.
El libro estudia de un corpus de canciones, provenientes de diversas bandas chilenas formadas por jóvenes durante esta década, que permitirá al lector reconocer en ellas un retrato original acerca del rol de dichos artistas, su presencia, su validez y la comprensión que, en ese entonces, tenían sobre la sociedad chilena.
Gracias a “La canción punk” (Editorial Oximorón) es posible “comprender de manera clara el por qué la canción punk sirvió como medio de expresión para toda una generación que no se sentía identificada ni con la oficialidad ni con la oposición de la época”, en palabras de su autor, que quiso hablar así de un movimiento del cual se sigue sintiendo parte.
En su libro, Lukinovic reseña las trayectorias de bandas como Orgasmo (1982), Los jorobados (1985), Pinochet Boys (1985), Dadá (1985), Emociones clandestinas (1985), Niños Mutantes (1985) Vandalik (1987), Cesantía (1987), Fiskales ad Hok (1987), Anarkía (1987), Vino y muerte (1987), Ocho bolas (1988), Santiago rebelde (1989), Kk Urbana (1989), C.N.I. (1989), Índice de desempleo (1989), N.N. (1989), Los reprimidos (1989), Los peores de Chile (1990), Los Miserables (1990) y Camión Policía (1991), que tocaban en esos años en lugares como el “Trolley” (San Martín 841), Matucana 19 y “en realidad cualquier espacio donde les fuera posible reunirse a tocar sin que les cortaran la fiesta antes de tiempo”.
Fue “todo un movimiento, completamente suficiente que se estableció como una respuesta activa frente a un contexto colmado de carencias”, teniendo en la dictadura militar su detonante fundamental.
“La canción punk, que pudiese ser mirada en menos en relación a otras formas de expresión similares, se plantea aquí como un objeto completamente suficiente, producto de un grupo popular que la utiliza para comunicarse entre sí y para dar cuenta del sentir de un gran número de personas”, explica el autor, que pudo escribir la obra tras ganar un Fondart.
“Si lo analizamos de forma directa no es menor tomar un medio de expresión que comúnmente es utilizado para entretener el ciudadano promedio y llenarlo de rabia, de odio, de las alegrías y de las frustraciones de los punk de aquellos años. Como mencionaba antes, aquí no existen rebeldes sin causa, la causa se llamaba dictadura y la consecuencia fue el movimiento punk chileno como la respuesta a un contexto saturado de silencio, violencia y limitaciones”.
¿Pero tenía el punk chileno alguna característica propia? ¿Qué lo diferenciaba de sus pares de Argentina o Inglaterra?
Para Lukinovic, si bien hoy en día se habla del punk como movimiento a nivel mundial, en los años 70 y 80 la situación era completamente diferente. A su juicio, si bien el punk nació en Europa, la diferencia de contextos políticos y sociales, sumados a la falta de información, logró que las expresiones del punk y la forma misma de ser punk se planteara como elementos completamente diferentes bajo un mismo nombre.
“En los momentos iniciales del punk en cada país se presenta un intento de replicar temáticamente las letras y el sentir del punk inglés, pero de manera forzosa el punk como herramienta sirve para representar sus propias problemáticas, que dicho sea de paso son mucho más complejas que los problemas económicos de la Europa de aquellos años”, explica.
Por esta razón, explica, el punk argentino, el punk colombiano, el punk chileno e incluso el punk africano se plantean como elementos completamente diferentes, que comparten entre sí vestimentas, formas de pensar e incluso el tipo de musicalidad, pero que se adaptan y refieren a su contexto propio de conflicto.
“En cuanto a lo que a nosotros atañe, estos jóvenes chilenos de los años 80 han resignificado el punk como respuesta a la dictadura y a la falta de representación, no sólo por parte de la oficialidad sino también por la falta de identificación de los medios de oposición al régimen”, afirma.
Esta conduce a una de las características más interesantes de este movimiento: el rechazo que sentía hacia el Canto Nuevo.
“La mayoría de los jóvenes que formaron parte del punk de aquellos años crecieron en dictadura, es decir, crecieron en un ambiente de silencio, de conflicto, de temor generalizado. Ellos mismos dan cuenta de esto en las entrevistas y en sus canciones: nadie dice nada, nadie habla con propiedad del pasado directo. Y ellos notan este vacío, notan este silencio y no ven en la oficialidad, en la cultura manipulada por la dictadura, elementos de representación que los incluyan, pero tampoco se sienten identificados con la música oficial de protesta”, señala el autor.
Para Lukinovic, la razón es muy sencilla: esta música rememora directamente el pasado, no el presente ni la realidad a la que ellos se ven sometidos. “Estos medios de expresión hablan –y cantan- de una lucha que ellos en estricto rigor desconocen ya que ha sido extraída por fuerza de la educación formal, de las familias y de los medios”, reflexiona.
“Pensemos a estos jóvenes como sujetos bastante particulares. Ellos no optaron, en primera instancia, por rememorar la lucha de los vencidos, ni tampoco por formar parte de la cultura de masas, ya que no les era útil en relación a sus cuestionamientos y necesidades directas. Ellos veían el día a día; represión, muerte, mentiras, espectáculos políticos, cesantía, hambre y un sinfín de elementos que los llevaron a crear su propio medio de expresión, un espacio que les permitiera gritar directamente contra la dictadura y su legado de la misma forma como gritaban contra una oposición que paulatinamente se sumió en el conformismo”, afirma.
¿Pero qué queda hoy del punk de los 80? ¿Qué fue de sus protagonistas?
Para Lukinovic, este movimiento sigue completamente vigente, al ser la base del punk de los 90, “mucho más politizado y mucho más extremo en sus posturas”. Cree que las bandas de aquellos años siguen sonando con fuerza, incluso las que ya no siguen activas.
“No hay banda de jóvenes hoy en día que no comience tocando un cover de los KK por ejemplo”, afirma. “Si bien no existe un compendio, una historia oficial del punk, ni un almanaque que contenga todas sus manifestaciones, este movimiento conoce su pasado, conoce sus exponentes y sus formas de expresión, pues como manifestación popular se vale de otros medios para sustentarse en el tiempo”.
Y aunque más de alguna banda se ha reinventado o deformado en muchos casos, muchos que mantienen la esencia del punk de aquellos años, afirma.
“Aún tenemos bandas de ese entonces que siguen vigentes como Vandalik, los KK, Fiskales ad Hok, Miserables y Anarkia”, concluye. “Todos con posturas y enfoques diferentes, pero siguen gritando unas cuantas verdades y esto por una sencilla razón: las cosas no han cambiado mucho que digamos. Así que queda punk rock para rato”.