El aborto es un tema caracterizado por ser áspero y emocional basado en que las partes no comparten las mismas definiciones ni lenguaje. A este debate subyacen concepciones distintas respecto al rol de la mujer, la igualdad de género, los derechos reproductivos, la sexualidad y la autonomía.
Lo que resulta central para efectos de Manuel Vivanco, es el carácter político asociado a la discusión del aborto. Pero no se aboca sólo a eso, sino que se propone refutar los argumentos que se esgrimen para postular que el aborto es inmoral y argumentar a favor de un criterio que justifique moralmente la pertinencia del aborto hasta un período definido del embarazo.
En definitiva, contra la opinión fácil que el debate del aborto es insoluble aquí se presenta una solución. Es una solución atendible para los críticos al aborto que no sustenten su posición en creencias sobrenaturales. Los argumentos que apelan a la razón son inconmensurables para las verdades reveladas.
Sin anuencia del paciente no hay eutanasia si no homicidio. Sea eutanasia pasiva o activa siempre hay una decisión que conduce a la muerte en complicidad con el enfermo. Ese es un punto de partida para la discusión sobre la eutanasia, sea en sus versiones más activas o pasiva.
Distintos puntos de vista se utilizan en la comprensión del suicidio. Por una parte, está el principio de autonomía que supone respetar las decisiones que las personas toman en ejercicio de su soberanía como agentes morales capacitados para autodeterminarse. Desde esta perspectiva la voluntad de alguien que en su sano juicio decide poner fin a su vida debe ser respetada. Por otro lado, está el principio de beneficencia que predica hacer bien al prójimo tanto como sea posible. El juramento hipocrático hace suyo este enfoque que compromete al médico en beneficio de la salud del paciente.
En virtud del principio de beneficencia si alguien ingresa al hospital después de un intento de suicidio se decide mantener su vida y no se respeta su voluntad como suicida. El ejemplo ilustra la tensión entre respetar la autodeterminación versus la práctica que beneficia a terceros. Pues bien, el autor aboga por acatar la decisión autónoma de un adulto capacitado que con conciencia de juicio decide poner fin a su vida. Para estos efectos establece condiciones que otorgan legitimidad a la decisión de terminar con una vida que para el interesado resulta indeseable.
El texto a todo evento tiene una inspiración encomiable. En definitiva, se reivindica la compasión y misericordia para enfermos que sufren, y el respeto a la decisión soberana de un adulto capacitado para decidir si su vida tiene sentido.
El matrimonio igualitario también es un tema que suele discutirse desde los derechos, la moral, religión o cultura.
¿Por qué una severa oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo? En términos del texto, ¿por qué algunos están dispuestos a violar la igualdad ante la ley? La respuesta del libro alude al valor del matrimonio como institución cargada de poder simbólico y la familia como célula base del orden social. En consecuencia, el matrimonio igualitario pondría en cuestión las “representaciones y significados que todos tenemos del matrimonio y la familia”.
El debate resulta trabado porque tiene un componente religioso que por definición es indiferente al juicio racional. Tener fe no es tener prejuicios y tampoco tener argumentos. ¿Cómo dar el paso que iguala la condición heterosexual y la homosexual en contra de las Sagradas Escrituras? Sin duda este es uno de los nudos que dificulta la legitimidad social del amor entre personas del mismo sexo.
El debate trasciende el ámbito del matrimonio y la homosexualidad. En efecto, un grupo de ciudadanos esgrime argumentos acerca de la igualdad y recibe como respuesta que una venerable institución les está vedada. En caso de acogerlos ésta se degrada irremediablemente. Los demandantes tienen un estigma. Como bien lo señala el autor lo que está en juego es la igualdad ante la ley. Es decir, los fundamentos de una convivencia civilizada.
El autor somete el experimento de la prohibición a severo escrutinio. La penalización y combate al consumo de drogas ilegales son muy recientes. En 1910 todas las drogas eran legales. El texto examina no sólo los resultados si no también las bases políticas y científicas que sustentan el discurso oficial. Es un lugar común que las drogas causan adicción, son germen de delitos y que los adictos deben tratarse como enfermos. Todas estas verdades son puestas en discusión. En general, lo que se discute es el razonamiento que subyace a la política de guerra total contra las drogas prohibidas. Incluyendo la legitimidad de la distinción entre drogas legales e ilegales.
¿Por qué consumir drogas es un crimen? ¿Por qué el alcohol es legal y la marihuana ilegal atendiendo sus efectos? ¿Por qué se prohíbe consumir plantas silvestres de uso milenario? ¿Cuál es la prueba que las drogas causan adicción? ¿Qué enfermedad aqueja a los adictos? ¿Por qué una persona competente no puede decidir respecto al uso recreativo de drogas? ¿Corresponde que el Estado decida por los ciudadanos lo que es beneficioso para ellos?
La sola formulación de preguntas nos permite deducir la posición crítica desarrollada en detalle en el texto invocando hechos, argumentos y cifras. Sus respuestas permiten una conceptualización alternativa que no tiene efectos sólo en la teoría. De hecho se formula una propuesta para que la sociedad se haga cargo del negocio de las drogas. La apuesta es que un mercado regulado por ley administraría mejor el negocio que el mercado negro desregulado afín a los narcotraficantes.