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Crítica literaria: «Idola» de Germán Marín, Sodoma y perversión

Crítica literaria: «Idola» de Germán Marín, Sodoma y perversión

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Víctor Minué Maggiolo
Por : Víctor Minué Maggiolo Periodista, Máster en Edición. Universitat Autónoma de Barcelona.
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El ejemplar inicia con una introducción llamada “Preludio” y aunque uno esperaría que aquí se pusiera en movimiento las fumarolas y manivelas de la máquina narrativa mariniana, se accede sin preludio alguno a la descripción de un Chile noventero de paisaje apocalíptico, devastado por un terremoto destructor y en proceso de fermentación del nuevo orden social postdictadura.


Germán Marín firma esta novela como “Idola”, reeditada por editorial Hueders luego que se publicara originalmente en el año 2000. Según afirma Matías Rivas en el prólogo, es una novela concebida en el presente del escritor – años 90s – y elaborada a través de la investigación a diferencia de las otras obras que indagan de manera ineludible “la memoria del país y la del autor”, según anota el editor. Por lo tanto, se sugiere que estamos en presencia de un rara avis por estas cuestiones pero tan brutal y reconocible al retratar la violencia y el poder con sórdido instinto por el detalle y construir metáforas disparadoras de una sociedad en descomposición moral.

El ejemplar inicia con una introducción llamada “Preludio” y aunque uno esperaría que aquí se pusiera en movimiento las fumarolas y manivelas de la máquina narrativa mariniana, se accede sin preludio alguno a la descripción de un Chile noventero de paisaje apocalíptico, devastado por un terremoto destructor y en proceso de fermentación del nuevo orden social postdictadura. Esta escena, donde se confundirán batallones de cucarachas huyendo despavoridas por las calles, con la horda de gente imitándoles en medio del caos y la barbarie, configura un montaje flagrantemente cinematográfico de película de género. Una rareza en el estilo del autor que solo confirma los años de circo.

Escritor Germán Marín

Escritor Germán Marín

Consecutivamente, los capítulos irán componiendo una historia bastante visitada en su tipo, que sin embargo, Marín resuelve con naturalidad: el regreso de un escritor fracasado del exilio Europeo a su tierra, donde deberá reinventarse entre la desesperanza, la hiriente melancolía y la curiosidad del que mira a su país después de mucho años, de pronto desnudado en sus secretos más abyectos. De esta manera el escritor vagabundea por cafés y plazas, visitando a viejos amigos, entre “la inacción y la engañosa libertad” que lo va desmoralizando día a día debido a trabajos mal pagados y apremiado por la falta de dinero. Es allí donde conoce a Sofía, una cajera de una fuente de soda y al cineasta Ruiz que lo introduce en una red clandestina de pornografía y Waldo, hermano taxista de Sofía, que lo adoctrina en la bohemia capitalina.

La novela está escrita en clave biográfica y tiende a fundirse espectralmente con la vida de Germán Marín: Ruiz es efectivamente el cineasta Raúl Ruiz y Waldo; es Waldo Rojas, poeta exiliado en París amigo del escritor, y que también trabaría amistad por ese tiempo con otro escritor chileno en Barcelona, Roberto Bolaño.

De esta forma, nos encontramos con un escritor deambulando sin residencia fija, a la manera de un flanèur baudeleriano, en una ciudad “mezcla criolla entre desarrollo y pobreza” de la cual todavía se siente injertado hasta que se encuentra con una vieja postal olvidada con una pintura que le turbará: El origen del mundo de Gustave Courbet. Este desnudo de la modelo Joanna Hifferman se convierte en un objeto de adoración fetichista y pararrayos de todas la angustias enlarvadas hasta allí. Es también, por supuesto, la proyección alucinada del pubis de Sofía a quién pronto terminará encelando. En ocasiones, la reiteración de este truco narrativo pudiese hostigar el paladar del lector más exigente, aunque macerado por la pluma de Marín pasa acaso inadvertido.

La historia evolucionará con un giro imprevisto cuando el escritor ingresa al negocio del porno amateur chileno, que apañado por sus dotes oficia de guionista, queriendo inocular un poco de arte y vuelo a los capítulos que son apareamientos violentos y fríos que no tendrán un buen final. El semental ex DINA Calisto y Julia Quezada, son pornostars que buscan el placer sodomítico o la manera brutal de establecer la dominación de una persona sobre otra. Contagiado quizás por esta revelación turbulenta es que acepta ser poseído y sodomizado por Sofía, cuya extraordinaria performance le trastorna y esclaviza para siempre. Cabría señalar que la descripción que hace el autor de las orgías sodomíticas de la organización, y los encuentros con Sofía son los puntos más altos de su escritura tan perturbadora como potente, de incombustible maña y maestría para amarrar las frases y narrar desde la humorada delirante hasta el más arrebatado lirismo. Solo por un par de escenas como esas valdría le pena leer este libro, pues eso es tal vez literatura a final de cuentas, el camino al encuentro de esas recompensas.

Idola es una novela amarga, perversa y arrebatada, en cuyo interior se aprecian las cáscaras secas de fases experimentales previas y como contrapunto la seguridad suprema de una prosa infalsificable y dueña de casi todos los recursos para encajar un penetrante relato de final resacoso y desolador.

 

 

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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