Las grandes corporaciones –nacionales o internacionales- han aumentado de manera exponencial, en todas las grandes ciudades del mundo, la compra de extensas edificaciones urbanas o bien zonas urbanas. Esto excluye los proyectos urbanos que buscan desarrollar suelos extraurbanos. En palabras de Sassen, se está comprando -sin que nos percatemos- una parte sustantiva de nuestras ciudades.
A propósito, de la actividad denominada “Puerto Ideas” y que reúne cada año a intelectuales de primer nivel, la destacada socióloga Saskia Sassen realizó una clase magistral en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, dentro de la celebración por los 30 años del Magíster de Urbanismo impartido por esta casa de estudios. La presentación se tituló ¿A quién pertenece la ciudad? y forma parte de un trabajo que la autora ha presentado en diferentes lugares del mundo (Estados Unidos, Italia, España, Alemania, Holanda por nombrar algunos) y que evidencia las tensiones que se expresan en un momento en el que convergen dos fuerzas urbanas, al parecer, antagónicas. Por un lado, el aumento extraordinario demanda por localización urbana –espacio urbano- por parte de las grandes corporaciones económicas y por el otro, los habitantes que buscan reconstruir espacios urbanos y sociales que les pertenezcan y les sirvan como soporte para sus proyectos de vida.
Las grandes corporaciones –nacionales o internacionales- han aumentado de manera exponencial, en todas las grandes ciudades del mundo, la compra de extensas edificaciones urbanas o bien zonas urbanas. Esto excluye los proyectos urbanos que buscan desarrollar suelos extraurbanos. En palabras de Sassen, se está comprando -sin que nos percatemos- una parte sustantiva de nuestras ciudades. Adquisición de grandes edificios corporativos, de infraestructuras urbanas, de cascos históricos empobrecidos o bien de zonas de lujo, todas estas son operaciones urbanas que por su extensión y velocidad no pueden subsumirse, simplemente, bajo la idea de “gentrificación”. Existe una naturaleza distinta en estos procesos que de manera casi invisible van cambio de mano en mano y de manera acelerada la propiedad de nuestras ciudades.
[cita tipo=»destaque»]Generar las condiciones para repensar nuestros barrios como una unidad social de apoyo a nuestros proyectos de vida, nos compete a todos quienes nos interesamos por la ciudad. Trabajar para permitir que el verbo “pasear por el barrio” no aplique sólo ha zonas exclusivas o de moda en la ciudad puede ser un inicio. Considerar que no sea descabellado emprender en tiendas o emporios fuera de las zonas de moda en la ciudad, incluso, con productos comerciados o producidos por los vecinos puede ser otro paso en el camino de imaginar una ciudad en el que todos nos podemos apropiar con cariño de “nuestro espacio urbano”.[/cita]
Pero en paralelo a estos procesos amenazadores, se vuelve necesario recuperar un sentido distinto de la ciudad, el cual no sea meramente económico. Aunque suene complejo en una primera lectura, Sassen nos propone que la ciudad ha sido históricamente “el lugar en donde aquellos que no tienen poder logran hacer una historia, una cultura, una economía. Y aquellos sin poder no hacen esto en un distrito de oficinas (office park)”. La ciudad, así comprendida, contiene el germen para que los “sin poder” desarrollen sus propios proyectos. La coyuntura que se relata en los párrafos anteriores viene a mostrar como se encoge el espacio, tanto físico como social, en el que los sin poder pueden crear su futuro.
Así entendido, las dinámicas urbanas actuales vienen a presionar sobre la dimensión social y colectiva de la ciudad pero no a destruirla. Sassen aboga por dejar de mirar los centros urbanos y dirigir la atención hacia los barrios y los vecindarios que se nos muestran siempre como menos interesantes. “El nivel del barrio necesita ser activado, necesita ser reconocido […] Nosotros debemos hacer de cada barrio un nodo activo de la ciudad […] podemos transformar los barrios de bajos ingresos en un sistema social de respaldo (backup social system) que apoya a familias modestas, a emprendimientos modestos, a individuos modestos, a trabajadores modestos, entonces usted empieza a, concretamente, poblar el barrio como una entidad espacial fuertemente urbanizada, pero urbana al nivel del individuo”.
Si pensamos en el caso actual de Santiago esta propuesta no resulta extraña. Las zonas peri-centrales que no se encuentran dentro del cono de altos ingresos muestran un deterioro alarmante. La mala o nula planificación de las infraestructuras urbanas, la incapacidad de los mecanismos de zonificación para hacer convivir actividades productivas, servicios y usos residenciales, el deterioro de la infraestructura urbana y la no aplicación de ordenanzas municipales, todas ellas en conjunto han convertido a muchos barrios de las comunas mediterráneas de la ciudad de Santiago en zonas impredecibles, amenazantes y peligrosas. Es en estos lugares de la ciudad donde la inversión urbana del Estado y su capacidad para articular el emprendimiento privado y la iniciativa ciudadana, deben volver a converger para activar motores efectivos de regeneración socio-urbana. Así los barrios podrían reaparecer como unidades de respaldo social para mejorar la calidad de vida de las personas y apoyarlos en sus proyectos de vida.
Que una misma vivienda, en términos materiales y constructivos, en el Barrio Italia de Providencia sea renovada como café alternativo o tienda de diseño contemporáneo, mientras que en Estación Central o Quinta Normal tenga que luchar día a día con la contaminación de talleres mecánicos y de maquinarias pesadas, parece no molestar a nuestros urbanistas. De igual manera parece no incomodar a nuestros planificadores que las infraestructuras de transporte destruyan sin ninguna piedad el tejido urbano en el barrio poniente mientras en la zona oriente alcanzan estándares de cuidado y calidad del primer mundo.
Esta situación debe alertarnos, pues durante las últimas décadas hemos construido una ciudad en la que muy pocas zonas se liberan de cualquier presión por usos no residenciales, mientras que en todo el resto de la ciudad los habitantes luchan cotidianamente –sin ningún apoyo institucional- por mantener un nivel de vida cercano a lo digno. Esta situación no es menor, pues se conecta con un hecho pocas veces tematizado en la discusión urbana: Todos nuestros urbanistas -o profesionales interesados en el urbanismo- viven en las zonas o se han movido a residir en las zonas de la ciudad que han expulsado los problemas que aquejan a la gran mayoría de las y los habitantes comunes: violencia urbana extrema, micro basurales, industrias contaminantes y molestas, deterioro extremo de la infraestructura, alta concentración de perros callejeros, por nombrar los más comunes.
Generar las condiciones para repensar nuestros barrios como una unidad social de apoyo a nuestros proyectos de vida, nos compete a todos quienes nos interesamos por la ciudad. Trabajar para permitir que el verbo “pasear por el barrio” no aplique sólo ha zonas exclusivas o de moda en la ciudad puede ser un inicio. Considerar que no sea descabellado emprender en tiendas o emporios fuera de las zonas de moda en la ciudad, incluso, con productos comerciados o producidos por los vecinos puede ser otro paso en el camino de imaginar una ciudad en el que todos nos podemos apropiar con cariño de “nuestro espacio urbano”.
(*) Las citas han sido extraídas de la entrevista que Saskia Sassen dio al diario Alemán “Die Zeit” y pueden ser encontrada en el siguiente link: http://www.zeit.de/video/2015-07/4336085421001/stadtentwicklung-erobert-die-stadt-zurueck#autoplay La traducción fue realizada por el autor.
Fernando Campos Medina.
Sociólogo por la Pontificia Universidad Católica de Chile
Doctor en teoría sociológica y geografía humana por la Universidad Friedrich Schiller, Alemania.