Hoy estamos viviendo un momento histórico determinado por la reforma educacional en curso, que incorporará anhelos de un movimiento estudiantil que fue capaz de articular la agenda pública y hacer eco de sus demandas en todo un país. Pero una educación sin arte no puede ser considerada una educación integral, porque excluye una parte esencial del desarrollo de cualquier sociedad.
Hoy no es un secreto que el arte, además de un fin en sí mismo, es un medio para profundizar otros aprendizajes. Numerosas investigaciones demuestran que la práctica de un instrumento musical potencia el desarrollo de las matemáticas, o que la poesía y el teatro permiten un mejor uso del lenguaje así como una valorización de la historia y los procesos socio-culturales. Es decir, todas las disciplinas artísticas tienen un rol trascendente en el desarrollo de la sociedad. Qué duda cabe.
Lamentablemente, nuestra institucionalidad educativa está lejos de darle al arte y la cultura el lugar que exige una educación integral. En las últimas décadas, no solo se han reducido paulatinamente las horas de estudio, sino que además, música y artes visuales continúan siendo las dos únicas disciplinas en todos los niveles del currículo escolar.
De acuerdo al estudio realizado en 2012 por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), se estima que el 50% de los profesores que imparten clases de arte no tiene ningún conocimiento sobre estas materias, y si esta cifra la reproducimos en las escuelas municipales, aumenta a un 70%. A este panorama, ya lamentable, se agrega la evidencia arrojada por un estudio realizado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, CNCA, sobre la enseñanza de las artes en los programas de formación en pedagogía básica. En él se concluye que la formación en educación artística de los futuros docentes es hoy débil o inexistente. Es decir, la aproximación que los escolares tienen a los lenguajes artísticos es además de poca, deficiente. Es urgente mejorar la formación de los profesores en esta materia, especialmente en la educación básica. El proyecto de carrera docente que está actualmente en el Congreso debe considerar esta realidad y contribuir a solucionarla. Pero también los artistas podemos hacer un aporte en este sentido, para lo que sería necesario avanzar a un sistema de habilitación pedagógica que lo haga posible.
Las escuelas artísticas (algo más de 30 en el país), son de los pocos espacios donde una persona con talento puede recibir una formación desde temprana edad para dedicarse profesionalmente al arte. De estas escuelas, algunas de larguísima trayectoria, como el ISUCH de la U. de Chile, el Liceo Experimental Artístico, LEA, o la Escuela de Cultura y Difusión Artística de Chillán, hoy trabajan en una precariedad insostenible. Aunque la LEGE reconoce explícitamente la existencia de la modalidad artística, el MINEDUC no ha avanzado en regularizar el reconocimiento institucional a los establecimientos que la imparten, lo que impide su desarrollo estable. Hoy su futuro puede estar en manos de la voluntad de un alcalde o el escaso interés de un eventual director ajeno al tema artístico. Además –y por lo mismo- no cuentan con financiamiento especial, pese a que sus necesidades presupuestarias por alumno son mayores que las de la formación general.
Hoy estamos viviendo un momento histórico determinado por la reforma educacional en curso, que incorporará anhelos de un movimiento estudiantil que fue capaz de articular la agenda pública y hacer eco de sus demandas en todo un país. Pero una educación sin arte no puede ser considerada una educación integral, porque excluye una parte esencial del desarrollo de cualquier sociedad.
Por ello, es deber de las autoridades integrar este aspecto en los proyectos de ley que están actualmente en el Congreso… y los que ingresarán en el futuro. Solo así se podrá aprovechar una oportunidad única para mejorar la desmedrada situación de la formación artística en el país.
Mario Rojas
Secretario General Unión Nacional de Artistas
