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¿No hemos aprendido nada? La burocracia censura una obra de arte Opinión

¿No hemos aprendido nada? La burocracia censura una obra de arte

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Dino Pancani
Por : Dino Pancani Doctor en Estudios Americanos
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El artista trabajó largo tiempo en convertir la obra ‘Ideología’ en una videoinstalación que, a través de varias cámaras, mantenía el sentido de la obra; sin embargo, Felipe Rivas, por medio de su Facebook, denuncia que fue censurado. Los motivos formales son que no existirían posibilidades técnicas; el no escrito –según el creador– sería que el material audiovisual podría entorpecer la discusión sobre el futuro Ministerio de las Culturas.


En ciertas ocasiones, el arte nos estrega obras que invitan a remecernos, que intentan correr los límites, que, en el mejor de los casos, provocan socialmente una relectura de la realidad. A veces, esta se asemeja a la nuestra y, en otras, es muy lejana. Ejemplos: la postal que presentaba a Simón Bolívar con rasgos afrodescendientes y pechos prominentes (1994) o la obra de teatro «Prat» (2002), que revisitó la imagen del marino, dotándolo de afecto y sensibilidad.

Como consecuencia de esas creaciones aparecieron algunos burócratas –no utilizo el término despectivamente– que pretendieron negarlas, ocultarlas, censurarlas y maldecirlas, por sentir que fueron las responsables del cuestionamiento de su labor o, al menos, sobre cómo entienden que debe ser la burocracia o se arrogaban la voz de todos, señalando que nos ofendían.

Lamentablemente, a julio del 2016, constatamos que no todas las personas transforman la experiencia institucional en aprendizaje. Nuevamente, burócratas nos recuerdan que en Chile todavía existen estos “guardias pretorianos” de las costumbres, las culturas y las artes y que tienen el poder de privar a la ciudadanía del arte, así como la posibilidad de saturar a la ciudadanía de lo que ellos definen como obra artística.

Paso a explicarme: Felipe Rivas, artista visual, fue convocado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, a exponer en el Centro de Extensión, Centex. La invitación era a exponer la obra «Ideología», en el marco de una muestra colectiva denominada «Invisible». Precisamente, se trataba de mostrar creaciones que los espacios formales y/o sacros de exhibición del arte se sienten incómodos de cobijar. Otros invitados son Carlos Lepe, Bernardo Oyarzún y Fernando Casas.

El artista trabajó largo tiempo en convertir la obra «Ideología» en una videoinstalación que, a través de varias cámaras, mantenía el sentido de la obra; sin embargo, Felipe Rivas, por medio de su Facebook, denuncia que fue censurado. Los motivos formales son que no existirían posibilidades técnicas; el no escrito –según el creador– sería que el video podría entorpecer la discusión sobre el futuro Ministerio de las Culturas.

La obra, siendo sintético y descriptivo, es un montaje visual y sonoro íntimo que repasa la experiencia militante del autor, la figura de Salvador Allende y la masturbación explícita como una acción que atraviesa todo su discurso político.

El acto de censura que relato nos propone una serie de interrogantes que nos permiten problematizar la decisión tomada: ¿es la institucionalidad la que censura o se hace de acuerdo a las limitaciones y juicios de la autoridad de turno? ¿Le corresponde al Estado regular los contenidos y sentidos de una obra de arte? ¿Se puede intentar limitar el universo artístico? ¿Para crear, el artista debe rehuir personajes de interés público? ¿Sigue siendo el sexo o el acto sexual un elemento de discriminación? ¿Los espacios del Estado deben estar sujetos a las veleidades políticas?

Aunque las respuestas se insinúan en las interrogantes, algunas veces, se requiere precisar.

La obra de arte es un acto de toma de posición política, que tiene la virtud de expresar ideas, sentidos, afectos, aquello la convierte en única y necesaria, por ende, no puede un trabajador del Estado prohibirla o tratar de utilizarla de acuerdo a su lectura de la realidad política. Hacerlo, es horadar el sentido de nuestra democracia, negando la esencia que constituye la humanidad: el derecho a reflexionar y disentir.

Censurar una obra artística, independientemente del valor estético que uno le otorgue, es un atentado al otro, es negarlo, invisibilizarlo, maltratarlo, despreciarlo, es un cercenamiento de su integridad. Aquella ignominia la padecimos en Dictadura y la combatimos de diferentes modos, a través del arte y fuera de sus expresiones formales, y es precisamente ese combate el que se evoca cuando, en las decisiones o el accionar de una autoridad, se evidencia arbitrariedad, sesgo y discriminación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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