Ayer el cineasta fue uno de los participantes de la proyección de la cinta en una función especial que el Instituto Goethe organizó en el Centro Cultural de La Moneda, en el marco de una visita del presidente federal alemán Joachim Gauck. «Colonia Dignidad» logró un amplio impacto en Alemania, e incluso motivó que se abran los archivos relativos al enclave. Allí mucha gente comenzó a interesarse en el tema tras ver la película, choqueada y sin poder creer que el lugar realmente existió durante tanto tiempo de manera impune, incluso con complicidad de la embajada germana, en palabras de su director.
Hace muchos años, en Stockdorf, un pueblo perdido de Baviera, una profesora mostró a sus alumnos de tercero básico un reportaje de la televisión germana sobre Colonia Dignidad. Uno de ellos quedó tan impactado, con sensación de impotencia e injusticia, que hasta comentó la historia en su casa. Era principios de los años 80.
Treinta años después, ese niño, ya convertido en director de cine, ganador de un Oscar en 2001 por un cortometraje sobre dos hermanos que vivían en la calle en Ciudad de México («Quiero ser»), volvió a leer del caso en la prensa y decidió filmar la historia. El proyecto le llevaría más de un lustro. Su nombre es Florian Gallenberger (Múnich, 1972).
La historia es simple. Daniel (Daniel Brühl) es un joven fotógrafo alemán, instalado en Chile durante la Unidad Popular. Allí llega a visitarlo la azafata germana Lena (Emma Watson), cuando ocurre el golpe de Estado. Ambos son detenidos y mientras ella es liberada, él es trasladado a Colonia Dignidad. Y ella irá allí para rescatarlo.
Ayer el cineasta fue uno de los participantes de la proyección de la cinta en una función especial que el Instituto Goethe organizó en el Centro Cultural de La Moneda, en el marco de una visita del presidente federal alemán Joachim Gauck.
Después de la función, el realizador participó en una mesa redonda junto al ex preso político Luis Peebles, el ex colono Jörg Schnellenkamp, la abogada Magdalena Garcés y el periodista Hans Stange, quien moderó la conversación.
Colonia logró un amplio impacto en Alemania, e incluso motivó que se abran los archivos relativos al enclave. Allí mucha gente comenzó a interesarse en el tema tras ver la película, choqueada y sin poder creer que el lugar realmente existió durante tanto tiempo de manera impune, incluso con complicidad de la embajada germana, en palabras de su director.
«Creo que la película logró cambiar algo de la realidad, y eso es algo inusual en el mundo del cine. Eso me hace sentir orgulloso, porque muchas veces las películas son pura entretención. No lo esperaba, me sorprendió», comenta a El Mostrador C+C.
Agrega que siente que el film transmite bastante bien lo que fue Colonia Dignidad. «Los que lo vivieron dicen que se sienten transportados cuarenta años hacia el pasado, algo muy fuerte».
En Chile, la película se estrenará comercialmente desde el 4 de agosto en el Cine Arte Alameda.
El cineasta comenta que simplemente se «enamoró» de la historia, dentro de las muchas historias interesantes que ha escuchado a lo largo de su vida. Que ocurre tal como hay muchas personas bellas e interesantes, pero uno se enamora de una en especial.
Además de aquel suceso de la temprana infancia, que revela una sensibilidad particular, Gallenberger señala que otro motivo para hacer la película fue que todo el tema «Colonia Dignidad» fue «bastante ignorado» por las autoridades alemanas en las últimas dos décadas. Probablemente porque «lidiar con los errores del pasado es difícil y tampoco tenía réditos políticos».
«Tal vez pensaron que iba a caer en el olvido y que lo mejor era no hacer nada», revela. «Eso me daba rabia, me parecía incorrecto, el tema me parecía demasiado importante, demasiado complejo, demasiado interesante para simplemente olvidarlo».
Todo cambió gracias a la atención que concitó la película y a que el tema volvió al tapete para la opinión pública. Entonces, estima el cineasta, los políticos decidieron abordar el tema porque había llegado el momento, una decisión más que bienvenida por la sociedad alemana, «aunque podrían haberlo hecho hace veinte años». Todo cambió radicalmente con el ministro de Relaciones Exteriores Frank-Walter Steinmeier, que asumió en 2005, quien incluso convirtió el tema en un caso de estudio para la diplomacia alemana.
Lo otro es que Gallenberger quería que las nuevas generaciones se enteraran de la historia. «A la gente (fuera de Chile) que hoy tiene veinte años, el nombre Pinochet no les dice nada, ni esa época. Y menos han escuchado el nombre ‘Colonia Dignidad'».
No es gratuito que el cineasta apunte a los más jóvenes. «Cuando uno ve en Europa el desarrollo político de los últimos veinte años ve que vuelve a haber un deseo por líderes fuertes, con respuestas simples a preguntas difíciles». Lo dice seguramente con miras tanto a los populismos en boga en el mundo como al liderato autoritario y brutal que encarnó el ex militante nazi Paul Schäfer, que llegó a Chile en 1961 para fundar un enclave cerrado de colonos alemanes cerca de Parral que sería usado por la dictadura para la tortura y el asesinato de dirigentes políticos, además de abusos a los propios habitantes.
«Me pareció importante mostrar lo que sucede cuando mucha gente sólo sigue a un líder y e imitan todo lo que hace sin cuestionarlo, sin criticarlo y sin asumir responsabilidades propias por haber decidido entregar su vida a ese otro, y la dinámica existente en ese mecanismo».
Para el director, resulta verdaderamente insólito lo que ocurrió durante décadas en la Colonia Dignidad (que hoy sigue subsistiendo como Villa Baviera) y «resulta importante recordar especialmente a los más jóvenes que uno tiene que pensar por sí mismo, tomar decisiones por sí mismo, ser crítico, decir ‘no’ cuando es necesario. Por eso también quise hacer un film para el público joven».
Para hacer la película, parecen haberse alineado los planetas. Durante el debut de su película anterior en Portugal («John Rabe», sobre un empresario alemán que salvó varios miles de chinos de los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial) conoció al embajador de Chile en el país luso, Fernando Ayala, al cual le comentó que en tres semanas viajaría a nuestro país para investigar el tema.
El diplomático lo invitó entonces a la legación en Lisboa y lo contactó con varios conocedores del tema, entre otros periodistas, sicólogos, cineastas, víctimas de la Colonia Dignidad. Uno de ellos, Niels Biedermann, destacado psiquiatra chileno-alemán, que trató a varios ex colonos, lo acompañaría en su primer viaje al lugar.
«Gracias a él llegue de una manera diferente a este grupo de personas. Si no me hubieran abierto de esa manera la puerta, creo que no me habría involucrado tan rápidamente con este tema».
En cuanto al rodaje, por insólito que parezca, no hay una sola escena hecha en Chile. Debido al financiamiento, con dinero de Alemania, Francia, Luxemburgo e Inglaterra, la mayor parte se filmó en Europa.
En Luxemburgo, por ejemplo, reconstruyeron a escala las instalaciones de la Colonia, gracias a los mapas del arquitecto Hans Wieske, que los facilitó al director. En Argentina filmaron las escenas urbanas: el estadio del Club Huracán del barrio Parque Patricios representa el Estadio Nacional, y el aeródromo militar de El Palomar -con sus aviones 707 de la época- el aeropuerto de Pudahuel. Otras locaciones incluyeron el Mercado de Flores del barrio de Barracas y algunas calles de San Telmo, en pleno centro de la capital trasandina.
Filmaron allí en 2014 porque en Buenos Aires, a diferencia de Santiago, donde en los últimos treinta años muchas construcciones nuevas han reemplazado lo antiguo, queda mucho edificio de los 70 y más antiguo.
Otra cosa que sin duda llama la atención es el elenco. Brühl («Goodbye Lenin», «Inglourious Basterds»), a quien Gallenberger conocía por participar en su película anterior («John Rabe»), tenía una conexión personal con nuestro país: su familia había recibido en Alemania a refugiados chilenos en los años 70, por lo que el tema dictadura y Pinochet no le era ajeno. Por eso quiso ser parte del proyecto desde el principio.
En cuanto a Emma Watson (que se hizo famosa por «Harry Potter»), el director quiso incluirla para darle una proyección internacional al filme, y porque su rostro era familia al público más joven. Aunque nunca imaginó que la actriz, una estrella mundial, daría el sí para esta pequeña película alemana, la británica manifestó su interés.
«Creo que el papel le interesó por dos motivos. Por un lado, es su primer papel como una mujer adulta. Antes sólo había interpretado a niñas o chicas jóvenes, y creo que le era importante demostrar que podía hacerlo, mostrar su evolución como actriz. Por otro lado, me parece que le gustó que en la película es la mujer la que rescata al hombre, una mujer fuerte, que se arriesga y es valiente, y no al revés como en el clásico cuento del príncipe y la princesa».
Algo que también va en la línea con el compromiso que Watson ha manifestado con causas como los derechos de las mujeres y como Embajadora de la Buena Voluntad de la ONU Mujeres.
El otro actor clave es el sueco Michael Nyqvist (conocido por la saga «Millenium»), que interpreta a Paul Schäfer. Él ya se había acercado al tema de la dictadura de Pinochet con la película «El clavel negro», donde interpreta al embajador sueco Harald Edelstam, que salvó a muchos chilenos de la muerte tras el golpe de Estado.
Además, curiosamente, estaba en Buenos Aires cuando Schäfer fue detenido allí en 2005, así que sabía bastante bien quien era aquel personaje que terminaría extraditado a Chile, condenado a cadena perpetua por abuso de menores y que fallecería en la Penitenciaría de Santiago en 2010.
La obsesión de Gallenberger por su participación -Nyqvist estaba filmando otra cinta en Estados Unidos- hizo que incluso atrasara la filmación y que lo hiciera actuar sin probarlo siquiera. De hecho hasta el rodaje nunca lo había visto personalmente, sólo ser habían comunicado por teléfono y Skype.
«Me parece que lo hizo fantástico. Él mismo me dijo que no bastaría con imitar, sino que debía encontrar la oscuridad de Schäfer en sí mismo, un proceso nada agradable al cual no está dispuesto cualquier actor. Él es la persona más dulce que uno pueda imaginar, pero en las escenas lucía realmente peligroso. Además es un actor al cual le gusta hacer papeles diferentes, papeles probablemente exigentes, desgastantes, dolorosos, pero que también son una nueva experiencia».
¿Cómo fue posible filmar una historia «chilena» con un actor alemán, una británica y un sueco? «Uno podría decir que lo correcto habría sido filmar con alemanes en Chile, porque históricamente habría sido lo correcto», responde. Luego agrega que ante la imposibilidad de conseguir todo el dinero necesario en Alemania, una coproducción internacional era la única alternativa. Era eso o nada.
«Además hay tantas cosas que en el cine no son ‘verdaderas’. Cuando balean a alguien, no muere en la realidad. Por eso no creo que sea un problema haber filmado con un alemán, una inglesa y un sueco, porque son actores que representan figuras con las cuales también se identifican otras nacionalidades. Además queríamos hacer la película para un público internacional, especialmente un público joven, y para eso Emma era clave. Para mí es una ganancia poder haber hecho la cinta con ellos». Además, si la cinta logra transmitir lo terrible de la historia, el objetivo se logra, concluye.