La compositora y cantautora prepara el aterrizaje en el país de la versión chilena del “Dando”, una experiencia musical colaborativa en la que artistas viajan de región en región para mantener vivo el canto popular y que en Chile llevará por nombre: la Ruta de Violeta Parra. En esta entrevista, la cantautora reflexiona sobre la herencia musical latinoamericana que dejó su abuela y sobre el significado de ser un “Parra”.
La celebración del centenario del nacimiento de Violeta Parra se espera que sea a la altura de su obra. Así fue anunciado. Una celebración de octubre a octubre.
Sin ánimo de restarse en lo absoluto a este gran reconocimiento que devino póstumo, Tita Parra, su nieta, imagina el suceso como lo vería Violeta. “Sueño con una ruta por pueblitos y regiones, con mujeres cantando, con grupos de música ensayando y preparando recitales, recibiendo artistas, turistas, gente joven movilizada con su espíritu para hacer vida popular”.
El sueño de la hija de Isabel y nieta de quizás la folclorista más importante de América, no figura como un anhelo nostálgico del Chile de hace más 50 años, ni como su aporte personal a la larga lista de eventos que se proyectan para la efemérides nacional: lo suyo es un proyecto artístico latinoamericano, sin fecha de caducidad ni vencimiento, una réplica del Dando brasileño, en la que artistas de manera subsidiaria viajan de región en región para mantener vivo el canto popular y que en Chile llevará por nombre: la Ruta de Violeta Parra. Tita será su coordinadora.
“Ideado por Katya Teixera, una gran artista y gestora, amiga, luchadora, el Dando consiste en que artistas, músicos, producen shows para sus pares, en circuitos en torno a una ciudad principal. En cada ciudad un artista recibe a otro, haciendo el rol de coordinador, productor, y es así como los artistas recorren Brasil entero”, explica Tita. “Es una enorme red que no para de hacer shows y genera más y más posibilidades de cantar, tocar, recorrer y está creciendo, ayudando a generar espacios nuevos, creando público nuevo y lugares nuevos”.
Como la música no para, el coordinador debe cumplir todos los roles para organizar un show al mes en su ciudad, desde conseguir el espacio, hacer la difusión y conseguir el apoyo de instituciones culturales y empresa privada para que los costos no salgan de la billetera de los artistas.
“Yo soy parte de Dando y es un regalo muy grande, una posibilidad como coordinadora de abrir estos circuitos en Chile para recibir a los músicos, entre ellos, al circuito de música Dercio Marques, que fue un cantautor muy querido en Brasil y que en su honor el Dando lleva su nombre”, dice. “Los brasileños se sienten felices de que el Dando esté próximo a suceder en Chile, y que pueda replicarse en otros países, en la medida en que se vayan creando más circuitos”.
Integrada ahora a un movimiento musical, cultural y de resistencia, Tita confiesa que esta fraternidad vertiginosa le permitió superar la frustración artística que vivió en el país.
“Durante años en mi país yo golpeaba puertas, ventanas y no pasaba mucho, no había un flujo o un torrente, sino que era una lucha dura y diaria, en la que a veces algunas cosas resultaban y muchas otras nada de nada, poca respuesta. En Chile también fui parte de un gran movimiento musical que tuvo mucho dolor, frustración, marginalidad, poco reconocimiento y valorización”, expresa.
Con diversos proyectos en varios estados de Brasil, que se van sumando en lo que en sus palabras llama un “torrente musical”, Tita cuenta que interpretar las composiciones de Violeta “es un motivo de emoción muy grande aquí (Brasil), para todos los que conocen al menos un poco de las canciones”.
“Eso ayuda mucho a crear mayor motivación y entusiasmo. Así surge un interés importante, que me ha hecho sentir muy feliz de ser Parra, de poder ser reconocida en mi historia, origen, trayectoria, cosa que a veces no sucedía en Chile”, sostiene la cantora. “Yo sigo descubriendo y gozando mucho cuando estudio, investigo e intento rescatar temas de la Violeta que nadie canta y mostrarlo al público. Eso me hace feliz, me encanta y cada vez lo revalorizo de distintas formas”.
El interés de los brasileños por la herencia musical de Violeta, la nieta de la artista la ha sentido en muchos lugares, siendo la última, Colombia, donde hace pocas semanas se brindó un tributo a la autora de Paloma Ausente, de Arauco tiene una pena, del Rin del Angelito, y tantas más.
“Fue como un preámbulo de los cien años. Fue una gran producción, en el teatro más elegante y bello de Bogotá. Estaba repleto, 3 mil personas, entradas agotadas. Se invitó a varias cantoras latinoamericanas, y fue un éxito total”, cuenta.
“El público estaba vuelto loco, se sentía un fervor y amor gigante por Violeta Parra, muy emocionante. El productor invirtió mucho en hacer esta producción internacional, y lo hizo muy bien. Lo más destacado de todo fue el público ferviente. Los músicos colombianos también, los arreglos, y las mujeres cantantes invitadas, como la anfitriona Marta Gómez y Susana Baca, también contribuyeron mucho con su talento. Fue un privilegio estar ahí, representar a los Parra, ser la nieta de Violeta, allí cantando, fue una sensación que me llenó el alma”, recuerda.
Siendo los Parra un clan, un apellido que está impreso en las raíces mismas del cancionero popular y poético chileno, para Tita en modo alguno aquello significa un peso ni una obligación de ser músico, más bien la nieta cantora lo ve como un regalo, en la que siente a su abuela, a la Violeta, en su misma claridad.
“Siempre he sido esencialmente libre porque nunca he estado obligada a seguir un camino determinado, ni a representar a nadie, sin embargo, en mi espíritu parece que soy nieta de la Violeta”, confiesa. “Mi relación cotidiana con la Violeta tiene la misma complicidad de siempre que hubo entre ella y yo, aunque ahora que estoy mayor, la veo a ella más niña y frágil, siento ganas de cuidar de ella y protegerla, decirle que todo está bien, que el dolor ya pasó”.
El dolor que quisiera calmar en Violeta, de algún modo, es similar al suyo, al que la propia Tita Parra cada día busca atenuar con música y que emana de la temprana pérdida de su hijo, Antar, quien falleció a los 28 años y con quien compartió escenario en Brasil y aprendió a conocer la receptividad de los músicos brasileños, “del trabajo hecho con amor, con emoción y con lágrimas”.
“La partida de mi hijo me rompió la vida, me costó mucho retomar la vida cotidiana, laboral, hasta volver a tocar guitarra, era doloroso. Cuando comencé a componer de nuevo, solo me importa hacer canciones para él, grabar un nuevo disco solo para él, con músicas que a él le pudieran gustar, con mi amor vertido allí, mi pena y mis ausencias. Y lo que él me dejó, su alegría y amor por la vida, nada menos. Eso es lo que quiero hacer, aún no sé cómo. Pero ya hay canciones que estoy cantando y tocando con mis amigos músicos, y ya son parte de mi vida musical actual”, reflexiona.
Este nuevo repertorio y el proyecto la Ruta de Violeta Parra, se suma a su labor como programadora de la moderna sala Antar, en homenaje a su hijo, al interior del Museo Violeta Parra.
“Al principio me costaba asumirlo, me dolía el corazón, quería huir muy lejos a llorar, pero la sala es tan preciosa, que es posible hacer allí que la música sane los dolores, que reúna a la gente y a los músicos, que se cree magia”, cuenta. “Hoy la sala se ha convertido en un espacio alternativo que hacía falta y trabajar aquí es lindo y simple a la vez, ya que conozco el medio, a los músicos que hay, y me gusta explorar, armar redes, colaborar en lo que conozco y se necesita, crear público, mostrar lo que creo que es valioso. La hermosa Sala Antar lo permite, el Museo con el nombre de Violeta atrae al público, gente que llega abierta y receptiva”, señala.
Musicalmente, Tita Parra recientemente grabó un disco de homenaje a Violeta con el Sexteto Mundano de Carlinhos Antunes, el disco Violeta Tierna y Eterna, y con el grupo Sendeiros de Arthus Fochi, realiza participaciones de difusión en vivo de la obra de Violeta.
“Hay tantas cosas que hacer y proyectos gestándose, que mi vida está intensa, pero dentro de mí hay calma, no corro. La música está siempre arriba y desde el corazón”, finaliza.