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José Balmes: Un inmigrante que nos ayudó a conocer mejor nuestra propia historia In Memoriam

José Balmes: Un inmigrante que nos ayudó a conocer mejor nuestra propia historia

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Balmes no se dejó llevar por propuestas ni provocaciones conceptualistas: las verdaderas protagonistas de su obra son aquellas líneas negras como el carbón o aquellos trazos rojos que, cual venas, recorren las superficies; esos colores aplicados con energía arrebatadora, tras los cuales hay una vida de disciplina y rigor técnico; esos rápidos trazos de ritmo trepidante, con un flujo de mensajes que son a la vez denuncia, memoria y confesión personal.


Al enterarme del reciente deceso de José Balmes, “regresé” por unos minutos al campus Lo Contador de la Escuela de Arte UC en Pedro de Valdivia Norte, donde él comenzó a hacer clases en 1986, y donde fue nombrado Profesor Emérito en 1993.

Lo visualicé sentado en el patio o en uno de esos gélidos talleres, conversando animadamente de arte y de la contingencia, con agudos e irónicos comentarios. Recordé también varias ocasiones en que me correspondió integrar comisiones de exámenes de grado junto a él, lo cual siempre fue grato pues Balmes era muy deferente con quienes comenzábamos, y sentía genuino respeto por la teoría e historia del arte.

En más de una ocasión solidarizó conmigo, quejándose por la poca importancia que se daba a dichos aspectos en la formación de los alumnos. Pensaba que los artistas debían estar bien informados y que debían tener opinión; no importara cuál, pero una bien fundamentada. Siempre estuvimos de acuerdo en la nota final que debía obtener el alumno en cuestión; en tantas ocasiones nos miramos con complicidad y conversamos largamente, analizando los trabajos recién evaluados.

José Balmes 009

Imágenes inéditas. Crédito fotográfico: Patricia Novoa

Cuando preparaba mi libro sobre Adolfo Couve, tuvo la generosidad de concederme largas entrevistas en su casa; tengo grabadas horas y horas que darían para un muy buen libro, pues Balmes conocía bien su propia historia y la de otros creadores.

En un mundo marcado por las migraciones, él fue también inmigrante –llegó a Chile en el Winnipeg en 1939–, y aquí se radicó para ayudarnos a visualizar mejor tanto nuestra patria como nuestros artistas.

No le fue suficiente con solo pintar (su catálogo es extenso), sino que además participó activamente en la vida docente y cultural: fue profesor (1950-73) y Director de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile (1966-73), profesor de Pintura en la Universidad de París I, Sorbonne, Francia (1974-91), Director del Museo de la Solidaridad (2006-10) y Presidente de la APECH (Asociación de Pintores y Escultores de Chile), entre otras instituciones.

Pero más allá de sus cargos –relevantes, por cierto–, no tengo duda de que será recordado como un gran artista; uno a quien, menos mal, se lo reconoció en vida –en 1999 se le otorgó el Premio Nacional de Artes Plásticas–. Qué merecido reconocimiento. !Qué habilidad la suya para conjugar sobre una tela el trazo gráfico y la vigorosa mancha pictórica!

Muchas veces disponía los soportes (tela o papel) en el suelo, y reemplazaba los pinceles por escobas, que manejaba con gestos certeros. Con ellos dejaba huellas que iban configurando sus imágenes más familiares, desde una simple marraqueta hasta el rostro de Pablo Neruda.

Volcando sobre la superficie su pasión ideológica, su obra se inscribe en una visión testimonial y crítica. Nada conformista, le importaba el hombre y su condición, por lo cual sus trabajos dan cuenta del contexto en el cual le tocó vivir –de allí su realismo metafórico; su capacidad para compenetrar el óleo con la inclusión de papeles, de piedras, de textos impresos, de cuerdas y/o cartones; su capacidad para dotar de trascendencia lo simple y sin artificios.

Esperamos que la gran retrospectiva de su obra que se organiza para 2017 en el Museo Nacional de Bellas Artes se concrete de la mejor manera, para apreciar una vez más su “personalidad pictórica”. Y es que, pese a las letras y a los textos que incorpró en sus trabajos, Balmes no se dejó llevar por propuestas ni provocaciones conceptualistas: las verdaderas protagonistas de su obra son aquellas líneas negras como el carbón o aquellos trazos rojos que, cual venas, recorren las superficies; esos colores aplicados con energía arrebatadora, tras los cuales hay una vida de disciplina y rigor técnico; esos rápidos trazos de ritmo trepidante, con un flujo de mensajes que son a la vez denuncia, memoria y confesión personal.

Claudia Campaña es Doctora en Teoría e Historia del Arte Contemporáneo, Universidad Complutense de Madrid, España. Master en Historia del Arte, Courtauld Institute of Art, University of London, Inglaterra. Licenciada en Teoría e Historia del Arte, Universidad de Chile. Profesora titular de Teoría e Historia del Arte de la Facultad de Artes de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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