Hombre silencioso y fumador algo empedernido, Cociña se instala aparentemente melancólico en la vida pública solo con la fuerza de su voz y de las palabras que son su alimento cotidiano. Sin embargo, el autor del mítico libro “Aguas Servidas” este año participó en la 36ª versión de la Feria del Libro de Oaxaca2016, México, durante el mes de noviembre, en donde junto a una nutrida delegación de escritores chilenos se hizo partícipe por primera de una invitación oficial del Consejo de la Cultura y también de los homenajes que se le rindieron a Raúl Zurita y Gonzalo Rojas.
Poeta y editor, Carlos Cociña (Concepción, 1950), es un nombre que circula en forma permanente en el circuito literario. Su primer libro, Aguas Servidas (1981), que tendrá una tercera edición el próximo año, es considerado uno de los libros clave en la poesía chilena de la década de los 80.
Dirigió la revista de literatura Fuego Negro, y también Envés, y su trabajo como poeta y gestor de proyectos independientes le han valido el respeto y la admiración del quienes habitan la escritura chilena. En 2014, obtuvo el Premio Municipal de Literatura de Santiago, género Poesía, por su libro Al margen de la propia vida. De la misma forma, su aproximación a la tecnología digital por Plagio del Afecto (2010) y la performance musical lo sitúan como un personaje para diseminar con instrumental quirúrgico.
Con cierta apariencia a hombre de otra época por su cabellera cana y su barba, Cociña podría pasar por un Whitman que camina silencioso por las calles de Santiago. Su voz es profunda y tiene un aire solemne de pensador que lo remite a lo primitivo del escritor. Sin embargo, se siente muy contemporáneo y a pesar de su sigilo pudimos entablar una conversación que considero breve pero que puede ayudar a la aproximación de un poeta que, a ratos, parece alguien que tiene un rasgo invisible en lo citadino.
– Vienes llegando de la Feria de Oaxaca, México en donde Chile fue el invitado especial ¿Cómo fue la experiencia?
-Es primera vez que me invitan y que voy a México, como parte de la delegación del país a la 36 Feria del libro de Oaxaca, donde Chile era el país invitado. Fue una experiencia intensa, en una ciudad hermosa a la vez. La feria es grande, en un espacio abierto, con muchas actividades y una gran cantidad de personas que la recorren, la transitan, la viven. Es notable cómo se vive la cultura allá.
-Pero además entiendo que hay mucho interés por la poesía chilena
-Claro, se dio la coincidencia que una editorial de Oaxaca, Luz & Sonido, que gestionan Rodrigo Landaeta, oaxaqueño-valdiviano, y Alan Vargas, notable poeta mexicano, iniciaron una colección de poesía chilena reeditando El Orden de los Días de Elvira Hernández y mi libro Aguas Servidas. Ambos los presentamos en la Feria, y luego en Ciudad de México en el contexto del encuentro Di.verso.
-Tú también eres editor ¿cómo percibes ese trabajo en el país Azteca?
-Me llamaron la atención que parte importante de la literatura más interesante, atractiva e innovadora mexicana y de Centroamérica, circulan fundamentalmente por el trabajo de pequeñas editoriales, editoriales independientes, al igual que ocurre en Chile, Argentina y Perú, entre otros. También fue impactante la repercusión que la palabra y la obra de literatos y artistas tiene en la sociedad, en los medios de comunicación, y la atención que genera en las personas, como participantes activos de la sociedad.
-En una feria tan importante como esta me imagino que deben ser muchos los tópicos que se abordan ¿Cuáles fueron lo que te llamaron más la atención?
-En las conversaciones con escritores y amigos, por las preguntas que nos hicieron, muchas veces relacionadas con cómo es escribir en dictadura y cómo lo es ahora, cada vez se fue haciendo más evidente la preocupación de esos mexicanos con la violencia, que me pareció que la percibían como un manto que cubre y aprisiona todo. Si bien hasta ahora la tenían muy presente, focalizada en la violencia narco, la política, la social, la económica, la xenófoba, la machista, lo ocurrido en el último tiempo, su acumulación, incluida la elección en Estados Unidos de Norteamérica, desfocalizó la violencia y se entiende y siente como una presencia en todos los aspectos, muy difícil de contrarrestar en la medida que está interrelacionada, por lo que más que la contraviolencia es necesario un cambio de paradigma.
-Sin duda México parece un país revelador para un escritor
-Concuerdo con eso y quizás lo más determinante en este viaje fue un recorrido por el sitio arqueológico Mitla, invitados con Elvira Hernández por José Luis Bobadilla y Sam. Además de su espectacularidad de piedra, al entrar en el sitio más íntimo, en el patio privado de los dignatarios y sacerdotes, rodeado de cuatro habitaciones, las dimensiones y proporciones, a escala humana, los frisos tallados en la piedra, o armados como incrustaciones líticas, nos dieron una sensación de pertenencia, de identificación, de tener ese espacio en el cuerpo. No es la admiración que puede producir Florencia que te hace caminar y observar todo lo que estudiaste del Renacimiento, viste en libros y obras de arte, en este caso, en Mitla, no lo ves con los ojos, sino lo sientes en tu cuerpo.
-¿Imagino que debe ser algo caótico viajar entre tanto poeta o no?
-Parece que sólo en el caos se expande la imaginación, y cuando coinciden poetas, escritores, editores y artistas, algo de efervescencia se activa. En México, por la notable relación que tienen con la comida, los colores, y el mezcal, que se hace por fermentación, no es precisamente mesura la actitud.
-¿Tu vida ha estado marcada por la palabra?
-Las marcas son muchas, y la palabra es una de ella, pero un poco más allá, son los códigos los que más me llaman la atención. Qué medios utilizas para dar cuenta de lo que sientes, de lo que percibes, de cómo comunicas, como fijas la experiencia, y la transformas en un objeto perteneciente a la realidad, que no puedes representar, sino sólo estar en ella.
-¿1973 te pilló y qué pasó en tu cabeza como hombre de letras?
-Primero me pasó como persona, como ciudadano y también en la escritura. En el horror parecía no tener sentido escribir, pero frente a la negación de la vida, el sólo hecho de persistir en algo considerado perfectamente inútil, sin sentido práctico, era y es una manera de reafirmar el valor y la belleza de la vida.
-Se ha construido una imagen bastante mítica a través de tu nombre… ¿qué opinas de ese fenómeno?
-Lo que denominas imagen mítica es de algunos libros que he escrito. Que inicialmente han circulado poco, y que en otros momentos han tenido nuevas lecturas, y por lo tanto han existido de nuevo por primera vez. A ello puede agregarse lo que he hecho en Internet, que, al parecer, por el tratamiento del medio, le parece atractivo a algunos.
-Aguas Servidas es considerado casi un referente obligado de la poesía contemporánea y también un mito urbano ¿Por qué?
-Aguas Servidas se editó en 1981, en un momento que la circulación de los libros y del arte tenía muchas dificultades, y todos los aspectos de la vida, e incluso de la muerte, que también podía ser presunta. Cuando apareció se publicaron varias obras que se destacaban por buscar lenguajes que dieran cuanta del momento, pues los convencionales parecían no suficientes. No había palabras. Y esas mismas palabras generaron otras combinaciones. Creo que a fines de los 80 y principios de los 90, los nuevos poetas y lectores leyeron lo antes escrito, y lo leyeron desde otro lugar, y más allá de ver algo como experimentación, vieron una práctica con la cual podían dialogar y romper a la vez. En el caso de Aguas Servidas ello aparece claro en el notable prólogo que hace Héctor Figueroa para la reedición que hace Ediciones del Temple, en 2008, en la colección que dirigió David Bustos.
-¿Te sientes parte de una neovanguardia o de una escena experimental chilena? Me refiero a los años ochenta cuando publicas Aguas Servidas
-Por haber publicado por primera vez a comienzos de los 80, cuando ha emergido la neovanguardia, o la escena experimental chilena, hace que se me vincule a ello. Es más, en algunas ocasiones colaboré con el CADA, y soy amigo y admirador de sus obras. Sin embargo, no me siento interpretado por el concepto de vanguardia, e incluso por el de experimentación, pues en ambos casos se puede plantear como un programa e incluso un manifiesto, y mi trabajo no lo planteo desde un programa, sino que los procedimientos se generan en el trabajo del texto mismo, es el propio texto, el lenguaje, el que exige ciertas operaciones que pueden entenderse como experimento.
-No debe ser muy simple que a uno lo sumen al grupo de Maqueira, Zurita, Gil, Berenger, Fariña… Son todos nombres con un significante fuerte en las letras chilenas
-Creo que es magnífico que lo que haces dialogue con otras obras como las de quienes nombras, y ahí aparece la marca del tiempo y de la sociedad en que haces tus escritos, que tienen vasos comunicantes con otras obras, con otras artes, con otros saberes, porque finalmente no son otros sino un mismo texto en un tejido social.
-Se dice que tu lenguaje es críptico y frío… que incluso es más bien un lenguaje científico… ¿Cómo lo puedes explicar?
-El frío produce calor, dice González Barnert. No se trata de explicar, pues la escritura, entendida como poesía, no tiene sentido explicarla. La poesía no se entiende, o si se entiende, lo que importa es que se siente, qué poema elabora el lector u oyente, a partir de un poema escrito por otro. No es necesario un hilo narrativo, una secuencia lógica y clara, es como repercute en el sistema nervioso, como se percibe el momento desde el detonante de la escritura.
-¿Trabajas la palabra como un instrumental de laboratorio?
-Utilizo o me apropio de distintos lenguajes, como el cotidiano escuchado en la calle, el periodístico, el arquitectónico, y también el científico. En este último caso lo hago porque es un lenguaje que se entiende que es exacto y que da cuenta efectivamente de la realidad. Y eso no es así, es un código al que se la da el valor de realidad, pero no es la realidad. Es un mapa, no el territorio. Eso lo hace particularmente atractivo para manipularlo y forzarlo hasta la impostura, porque en sus trizaduras aparecen huellas de la realidad.
.El tratamiento de tu palabra también tiene que ver con las nuevas tecnologías y de eso se habla mucho a través de tu obra Plagio del Afecto. Háblame un poco de esto.
.En 2003 hice www.poesiacero.cl, donde comencé a escribir textos para ser publicados en ese medio, Iternet, que es su soporte y no un sustituto del libro impreso. Ello me permite hacer libros subiendo los textos que los componen a medida que sus unidades están terminadas, aunque el libro en su totalidad no está terminado, un trabajo en proceso. También puedo trabajar al modo de intertextos, por capas y con el azar, por ejemplo, en la secuencia de lectura de un libro, que puede no tenerla (A veces cubierto por las aguas), o cerrar un libro sin que todos los poemas hayan sido encontrados (Plagio de Afecto). Sin embargo, casi todo lo que está en Internet luego ha tenido una versión impresa, que ha implicado ciertas dificultades técnicas al imprimir o encuadernar, pero se han solucionado. Y también cierta extrañeza en la lectura del impreso, pues en el modo virtual se aceptan ciertas cosas que en el impreso no parecen pertinentes.
-Tu aproximación a la música a través de la poesía te hace experimentar de otro modo… ¿Cómo encajas ahí desde la sonoridad y la interpretación del hablante?
-He trabajado y trabajo con músicos, pero nunca poniéndole música a un poema o escrito que he hecho. En 2006 comencé trabajando con Cristián Ormeño en un programa de la Escuela Moderna de Música. Escuche algunas composiciones de él, en tanto leyó algo de lo que he escrito. Elegimos lo que nos pareció más atrayente del otro, y luego construimos algo distinto, que se apoyaba en los textos y la música seleccionados. Es otra obra. Y luego seguimos con otras obras.
-¿Cómo el proyecto La orquesta de poetas?
-La Orquesta de Poetas, interpretan y trabajan texto y sonido, con obras propias y de Arthur Rimbaud, Elvira Hernández, Jorge Velásquez, Oswald de Andrade y otros. En 2012 Federico Eisner con la orquesta elaboraron una composición que incluía varios textos míos, de A veces cubierto por las aguas, que leía al azar, con música de agua, en una palangana con botellas copas y boca, realizada por Eisner y Pérez, una interpretación libre de Fante en chelo, en tanto Cussen grababa el agua y mi voz que luego sampleaba y deformaba en el proceso. Esto lo hemos presentado seis veces en vivo, siempre es diferente. Otra versión de esto ocurrió en Oaxaca, donde Efraín Velasco, poeta y director de la biblioteca Municipal, ubicada en un paseo peatonal, proyecto sobre la pared del edificio del frente el video de la versión de la orquesta, y con otro proyector la página web donde está el libro, en tanto yo leía los textos. Trabajo con músicos, pero más que a la música mi foco está en el sonido, los sonidos que emitimos, y los que escuchamos, muchas veces del oído hacia dentro.
-¿Ahí se construye el cruce entre poesía y música?
-El alfabeto que usamos es fonético, las palabras, constituidas por letras, letras cuya única significación es un sonido. Lo que leemos y escuchamos son sonidos que constituyen palabras, y esas palabras son las que tienen significado. Por lo tanto, hasta la escritura es oral. En el mundo parece dominar la lecto escritura, sin embargo, ella misma hace referencia y se construye desde lo oral, desde el sonido. Luego no es extraño el cruce entre poesía y música. Es más, lo designación de poesía lírica, refiere a la lira, un instrumento musical.
-¿Te sientes contemporáneo?
-Hace muchos años que soy contemporáneo, y hoy también, y no puedo o quiero ser de otra manera. Tengo muchos tiempos anteriores, muchos menos por venir, pero mi tiempo es ahora, y en la escritura no experimento, sólo descubro. Las respuestas están ahí, lo que hay que buscar es la pregunta. Eso es lo incierto de la palabra.
¿Tienes alguna sorpresa bajo la manga?
*Patricio Olavarría R. Periodista especializado en crítica cultural y docente.