El aprendizaje de la música no debe ser un sufrimiento, sino un placer para los estudiantes, consideraba el compositor húngaro, Zoltán Kodály, cuyo sistema de enseñanza musical y de conservación de la música popular fue incluido recientemente en la lista de patrimonio inmaterial de la Unesco.
Para Kodály (1882-1967), la música popular, «que él y su contemporáneo, el también húngaro Béla Bartók (1881-1945), elevaron a la alta cultura», es uno de los valores más importantes que hay que conservar y que, al mismo tiempo, sirve de base para el aprendizaje musical, explica a Efe el presidente de la Sociedad Kodály, Mihály Ittzés.
En este sentido, la Unesco recientemente justificó la decisión de incluir el «método Kodály» en el registro de buenas prácticas de salvaguardia, pues «permite que los alumnos de la enseñanza primaria, secundaria y superior aprendan a conocer y valorar la música folclórica, así como a interpretarla».
«Kodály aseguraba que solo un verdadero material artístico, como la música popular, puede ayudar a los niños en el aprendizaje», agrega Ittzés.
Es que el compositor de obras como el coral «Psalmus Hungaricus» (1923) no solo observó con preocupación un cierto desgaste de la música popular en Hungría, sino también del nivel de la enseñanza musical en general.
Por eso desarrolló con sus colegas su sistema o método para hacer más fácil y menos académico el aprendizaje, partiendo de la idea de que los niños deben encontrarse con la música lo más pronto posible.
«El canto, la voz humana es el instrumento más importante: ofrece experiencias personales y colectivas», decían Kodály y sus discípulos.
En la práctica eso se traduce en que, desde el inicio de la escuela, los niños representan en las clases piezas musicales compuestas a base de cantos y costumbres folclóricos, una experiencia colectiva que sería el primer paso en el aprendizaje de la música.
«Es un juego, pero también un trabajo con el que podemos preparar nuestra mente a aceptar grandes obras», explica Ittzés.
Kodály, quien entre 1946 y 1949 dirigió la Academia de Ciencia de Hungría, decía que «lo académico puede venir después, primero el niño necesita experiencias musicales».
«Si alguien no tuvo esa experiencia entre los 6 y 16 años, más tarde será más difícil», recalca Ittzés.
Una vez adquirida la capacidad de representar esas canciones, (pentatónicas, en el caso de la música popular húngara), los estudiantes aprenden a leer y escribir música, muchas veces tocando en instrumentos las mismas piezas con las que ya habían trabajado, pero también incluyendo obras de compositores.
El método también ofrece en esa fase posterior técnicas que facilitan el trabajo.
Kodály retomó, entre otros, el llamado «sistema de solfeo relativo», en el que las notas, dependiendo de la tonalidad, pueden cambiar el lugar siempre y cuando se mantenga la relación de los sonidos entre sí y no su valor absoluto, determinado por la frecuencia.
Hoy lo más probable es que cualquier niño que finalizó en Hungría la escuela primaria aprendió el solfeo con ese método.
«Todos aprendimos la música a través de este sistema. Para nosotros, los húngaros, es muy natural este relativismo», explica a Efe Emma (38 años), cantante de un coro que interpreta cantos populares y religiosos.
La reivindicación de Kodály de comenzar la enseñanza musical desde el primer nivel escolar se convirtió en una realidad después de la Segunda Guerra Mundial no solo en su país.
Desde la década de los 1960, el sistema se copió íntegramente en muchas escuelas de Estados Unidas, mientras que en Europa fue adaptado a las condiciones locales.
Ittzés subraya que tanto en la Península Ibérica, como en Argentina, Colombia, Chile, México y Brasil, hay iniciativas para utilizar este método.
No obstante, para el jefe del Departamento de Pedagogía de la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC), Ignasi Gómez, hay también dificultades.
«El método está pensado para la cultura húngara y es difícil de encajar en muchas culturas europeas», explica Gómez en conversación telefónica con Efe.
Aún así, el experto confiesa que él usa mucho el solfeo relativo y reconoce que recoger ideas, principios o propuestas que el método ofrece, es un aporte para mejorar el trabajo de los pedagogos musicales.
Otros métodos «se quedan muy en los inicios, en edades muy iniciales, mientras que el de Kodály es un método que puede seguir usándose perfectamente con 16 con 18 años», explica.
«Yo creo que globalmente es un método excelente, que permite que los chicos construyan de forma natural y organizada todo el conocimiento teórico-práctico», concluye el profesor de música.