Por medio de un análisis crudo y franco, el poeta habla desde la filosofía política, que es parte de su acervo, para adentrarnos a través de Contingencia de Chile, en un relato que narra el país desde el Golpe Militar en adelante dejando muy en claro que, desde su visión desoladora, la “transición”, ha navegado en el pantano de la pseudo – democracia y la corrupción. El intelectual pasa también la cuenta a las propias autoridades de la U. ARCIS y al PC de la estrangulación del proyecto académico. «A los responsables, la historia no los absolverá».
Miguel Vicuña Navarro, (Santiago 1948) es filósofo y poeta. Se podría decir que por sus venas corre la tradición literaria chilena. Esa tradición que hoy se ve acorralada por la pobreza intelectual de la televisión y la ligereza del consumo. Sin embargo, este hombre de mirada fuerte y decidida, trae consigo una historia que viene de su propia familia, empezando por su abuelo paterno Carlos Vicuña, autor de La Tiranía en Chile (1928), libro considerado maldito, rebelde y de un gran humanismo, y por cierto de sus propios padres, ambos poetas reconocidos, José Miguel Vicuña, autor de En los trabajos de la muerte (1956), y Eliana Navarro, autora de Angelus de Mediodía (2008).
Miguel Vicuña declara estar molesto y que Chile le provoca cólera. Su historia como intelectual es respetada y su opinión del cierre de ARCIS, universidad en donde fue Director de Filosofía, y uno de los polos de la vanguardia intelectual chilena, es sencillamente devastadora. Afirma que su destrucción fue ejecutada en secreto y con alevosía por sus propias autoridades, aunque evoca con cierta nostalgia la participación de hombres como el insigne maestro Humberto Giannini, quien fue designado doctor honoris causa de U. ARCIS en marzo de 2013.
Contingencia de Chile (Ediciones Radio Universidad de Chile, Santiago, 2017), es un relato en donde Vicuña habla sin tapujos, pero con las consideraciones y el lenguaje de un hombre que se ha formado en las letras y los estudios del pensamiento y la epistemología desde sus inicios cuando cursó Licenciatura en Filosofía en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile el año 1966, y luego en París en donde hizo su doctorado en la Ècole de Hautes Ètudes en Sciences Sociales, además de los cursos realizados con insignes personajes como Emannuel Lévinas, Jacques Derrida y Michel Foucault. Su trabajo poético alberga títulos como Levadura del Azar (La Gaya Ciencia, Barcelona 1980) hasta Dicha Non Desdicha (Grillom, 2009) y Suerte Sortija (Das Kapital, Santiago 2015), además de ser autor en conjunto con Armando Uribe Arce de Accidente Pinochet.(Editorial Sudamericana).
-En «Contingencia de Chile» hace una recopilación de ensayos que se extiende por casi 30 años desde 1987 hasta 2016. ¿De dónde procede el impulso para su republicación? ¿Hay en ello tal vez el ajuste de alguna deuda pendiente? Por otra parte, pareciera existir una cierta urgencia por dar curso a alguna reflexión crítica en la actual coyuntura. ¿Cree usted que todavía existan lectores para estos temas?
-El libro surge de algún modo por accidente. Un reordenamiento de escritos ya viejos, pasados, me hace redescubrir su eventual vigencia en la actualidad. Ello me ocurre en 2013. Imagino entonces una eventual publicación ese año, tal vez favorecida por la coyuntura electoral de entonces. Pero esa coyuntura pasa más rápido que la impresión del libro: ésta queda suspendida. La coyuntura electoral del 2017 reaviva el proyecto. Agrego dos nuevos textos y me atrevo a presentárselo a Juan Pablo Cárdenas, director de las Ediciones de la Radio de la Universidad de Chile. La reunión de los diversos textos es arbitraria, azarosa, subjetiva, similar a una selección de textos poéticos destinada a configurar un libro de poesía. Tal como ocurre con este género de piezas literarias, minoritarias casi por definición, la postulación de la existencia de lectores (¡por lo menos uno / una!), es sólo un desafío, una apuesta.
-En el sentido clásico de la institución, las universidades hoy por hoy ya no existen, ¿no es cierto? Usted habla de la defunción de la Universidad de Chile. En vísperas del abortado proyecto de reforma de la educación superior, ¿asistimos a su entierro o se trata tan sólo de un semblante de muerte?
-Pese a la proliferación expansiva de las universidades en Chile desde la década de 1990 hasta el presente, crecimiento que ha conducido a la generación de una población estudiantil que se ha decuplicado en pocos años, no cabe duda que la universidad es historia remota, así la universidad medieval como la universidad moderna, aquella institución filosófica y política sostenida por el Estado moderno, orientada al desarrollo de la ciencia y, a la vez, a la consagración del ciudadano y su Derecho. La destrucción de la Universidad de Chile por el régimen cívico-militar de Pinochet & Co. fue paralela a la destitución del Estado moderno de Chile y su conversión al neocapitalismo transestatal desbocado. Lo que quedó de esa transformación es un residuo del anterior estado de las universidades, del anterior Estado de Chile, un koncho (en quechua esta voz significa a la vez resto, ruina y testimonio) que se presenta ante el mercado estudiantil como una colección de islotes repartidos por el territorio del país, islotes pertenecientes al Estado de Chile, pero enteramente absorbidos por el predominio de la lógica neocapitalista de la educación mercantil. Creo que el aborto del proyecto de reforma de la educación superior, actualmente atascado en las cámaras legislativas cuando el segundo gobierno de Bachelet toca a su fin, es otro koncho que anuncia la inminente demolición de las universidades del Estado de Chile.
-Usted fue parte importante del proyecto académico e intelectual de la Universidad ARCIS, proyecto que fue vanguardista y a la vez un laboratorio experimental en muchas áreas. ¿Qué consideraciones le merece el inminente cierre de dicho espacio académico en el Chile de la contingencia?
-El aparente auge y crecimiento de las universidades en el Chile del nuevo milenio, con el aparente acceso a “educación superior” de una ingente población de estudiantes, es un fenómeno paralelo a la destitución y decadencia programáticas de las universidades estatales chilenas, comenzando por la Universidad de Chile. Aquellas universidades privadas “pobres”, como ARCIS y otras, que surgieron al alero de la legislación de la dictadura cívico-militar a comienzos de la década de 1980 y se nutrieron del aporte generoso de académicos que habían sido exonerados por la dictadura y procedían de la Universidad de Chile, la Universidad Católica y otras universidades, han sostenido una existencia precaria y a veces turbulenta a lo largo de los largos años de la “transición” interminable. Algunas de ellas han emitido desde hace algún tiempo nítidas señales de extenuación institucional: crisis financieras, escisiones político-académicas, revueltas estudiantiles.
La U. ARCIS -prosigue- recurrió en 2004 a los aportes del Partido Comunista y del empresario Max Marambio para sortear una grave crisis financiera. La incorporación de estos nuevos sostenedores coincidió con alguna pérdida de fuerzas académicas señalada por el abandono del proyecto por parte de algunos destacados estudiosos, como el historiador Gabriel Salazar. La retirada del empresario Max Marambio permitió al Partido Comunista iniciar un esfuerzo político dirigido al potenciamiento académico de la Universidad. Por desgracia, los retiros de capital que efectuó el PC en 2012 y 2013, en vísperas de su incorporación en la nueva coalición política que accedería al gobierno de Chile tras las elecciones de 2013 que dieron el triunfo a Bachelet, condujeron a la irrupción de una crisis financiera que se tornó inmanejable en 2014. El ascenso de la rectora Neumann en agosto de 2014 y su nefasta gestión hasta el ingreso del Administrador Provisional a mediados de 2015, significó la programática destrucción y desmontaje de la Universidad ARCIS, ejecutada por sus propias autoridades, con la aprobación y el respaldo de una facción que entonces fue dominante en el seno del Partido Comunista. El final de la U. ARCIS, agonía que se prolonga desde mediados de 2014 hasta el presente, se asemeja al acto de dar muerte a un ser humano o a un mamífero superior por medio de la estrangulación. Se trata de una lesión enorme contra un proyecto académico, contra una posibilidad de ejercicio del pensamiento libre y renovador. Este crimen, pese a su encubrimiento cómplice por diversas autoridades públicas, no quedará impune. A los responsables la historia no los absolverá
-Volviendo «Contingencia de Chile», el libro se presenta como una suerte de revisión crítica en torno a la evolución de la política chilena desde la década del 90 hasta la fecha. ¿No cree usted que podría igualmente leerse como un artefacto reflexivo y poético?
-El libro, en realidad, es una reunión de textos ocasionales, o sea, surgidos en conexión con coyunturas y situaciones particulares. Se trata de textos diversos y dispares, cada uno de ellos tal vez sin propósito de perdurar más allá de su tiempo peculiar. Así que si de su reunión resulta algo así como una “revisión crítica” de un período de cerca de 30 años de la vida política chilena, ello es un resultado azaroso, no hay el propósito de conducir los textos en esa dirección. Quizá el efecto se deba a la persistencia e insistencia de algunos motivos, tal vez la denuncia de la condición desintegrada y miserable en que se encuentra Chile, por efecto, entre otras cosas o causas, de la parálisis política que ha sido dominante durante una dilatada “transición” que sólo ha transitado en el pantano de la pseudo-democracia y la corrupción. Que el conjunto de los ensayos reunidos (algunos de ellos tal vez simples anotaciones fragmentarias) pueda funcionar como un “artefacto poético” quizá derive de un efecto no premeditado ni calculado: el hecho de que muchos textos, a pesar de estar datados y enlazados con circunstancias ocasionales ya pretéritas, sostienen su pertinencia y su capacidad de generar resonancias en el presente.
-En la serie de ensayos reunidos el Golpe militar de 1973 funciona como un punto de referencia. ¿Siente usted que dicho evento pueda dar inicio a un relato que concierne a la tragedia sistemática de la sociedad chilena?
-El Golpe, sin duda, es un hito referencial: el Golpe, los largos años de la dictadura y la dilatada “transición” interminable. Pero es un hito más bien implícito. Porque la serie de los textos reunidos se extiende por un tiempo biográfico que concierne a mi tiempo personal y a mi edad, similar al de muchas otras personas chilenas que, como yo, lo vivieron en su segunda juventud (los más de veinte años), experimentaron el exilio, el retorno, la decepción y la ira. Pero esa serie histórica (Golpe / dictadura / “transición”) está inscrita en la historia mayor y más extensa de los “modernos regímenes militares de América Latina” (1964-1990) y su extensión hasta la hora actual, no menos que en la dilatada historia de la violación de los pueblos y naciones de América desde fines del siglo XV hasta el presente, no menos que en la historia horrenda del crimen enorme practicado por las potencias de Europa, primero, y la de América del Norte, luego, en contra de todos los pueblos y naciones del mundo y en contra de sus propios pueblos y naciones. El relato que podamos hilar en torno a la violación sistemática de los pueblos y naciones de Chile, así como de los otros pueblos y naciones de América, a partir de la experiencia histórica del crimen enorme de las dictaduras latinoamericanas de la segunda mitad del siglo XX y de la chilena en particular, no puede sino enlazarse con esa compacta maraña de crímenes históricos horrendos. Contingencia de Chile, sin embargo, dirige sus miradas a una región histórica más próxima del presente vernáculo de nuestra viscosa y pantanosa “transición”. Tal vez una pregunta y una cierta esperanza conduzca esas miradas: la esperanza en la necesaria transmutación del orden establecido (transmutación que ya no puede ser meramente vernácula y local).
-A la lectura de Contingencia puede a ratos generarse la sensación de una montaña de barro que crece y crece y nadie la puede detener. Ante esta avalancha que arrastra consigo residuos y monstruos de todo tipo la sociedad estancada pareciera no poder movilizar sus fuerzas por sí sola. ¿Cómo encarar esta situación?
-Juzgo muy adecuado el símil. Muy pertinente y, además, iluminador. De hecho, en cierto modo ya lo emplea uno de los ensayos, el que se refiere al terremoto y maremoto de 2010. La dilatación y expansión y solidificación monstruosa del régimen neocapitalista salvaje durante los gobiernos de la mal llamada “transición” (mal llamada porque no transita hacia ninguna parte) se revela en todo su miserable esplendor en las horas dramáticas del cataclismo y la catástrofe (tal como se lo comprobó recientemente en los incendios gigantescos que calcinaron en febrero pasado a todo Chile central). Entonces el Estado chileno minimizado y jibarizado y reducido a su mínima expresión de “Estado subsidiario” revela su completa inopia e incapacidad para enfrentar la catástrofe y salir en defensa del país, de sus infraestructuras públicas y privadas y, más grave aún, de su propia población. En esos tiempos del desastre revélase igualmente la condición histórica que viene afectando a nuestro país desde el régimen militar de Pinochet & Co., a saber, la entrega total del país y sus naciones a la irresponsabilidad impune de los neocapitalistas transestatales desregulados, lo cual genera, a más de crímenes y fraudes y corrupción generalizada, la progresiva destrucción, demolición y final pulverización de nuestro amado país. Frente a esta continua y prolongada catástrofe política la actitud responsable de la sociedad civil solo puede ser, en mi modesta opinión, una similar a la asumida por los afectados mismos durante las catástrofes: la autodefensa, la organización espontánea en sustitución de unos aparatos públicos impotentes, la lucha por la reconstitución de un Estado responsable y potente, capaz de defender el territorio y sus naciones de las operaciones salvajes de predadores y traficantes transnacionales.
-En una perspectiva crítica usted presenta a la política como una práctica delincuencial sujeta a vigilancia y control, sometida a disciplina y normalización. ¿Cómo opera esta lógica en la práctica cotidiana?
–Está aludiendo usted al ensayo Política delincuente y normalización democrática, publicado en 1995, ensayo que surge con ocasión del primer juicio y condena en Chile contra “Mamo” Contreras, a fines de 1993. Su principal argumento es la caracterización de los “modernos regímenes militares latinoamericanos” (1964-1990) como el ejercicio sistemático de una “política delincuente” sujeta al poder trans-estatal de la vigilancia y “normalización” internacional administrada por las agencias geo-político-militares de la primera potencia del mundo. La acción de dicha “política delincuente”, como es sabido, consiste en el ejercicio generalizado del “terrorismo de Estado”, el cual está orientado a generar, entre otros, tres principales efectos: la liquidación, por medio de la “guerra sucia”, de todos los movimientos sociales de “liberación nacional” inspirados en el marxismo revolucionario, así como la eliminación de todas las condiciones culturales y políticas de su posible arraigo social; la supresión de la condición pública y de la comunicación pública, no menos que la suspensión del propio régimen político democrático y republicano, sustituido por la agencia político-policíaca de un Estado terrorista; la reestructuración de la economía nacional que la convierte a la “economía abierta” del neocapitalismo transestatal mundial desregulado, lo cual va acompañado de la destitución del Estado nacional, el cual, hasta el advenimiento de los “modernos regímenes militares latinoamericanos”, había ejercido como árbitro conductor de la economía nacional. La tesis del ensayo es que la política de los gobiernos transitorios de la así llamada “transición” posterior a las dictaduras terroristas, a pesar de sus teatrales demostraciones de republicanismo y democracia, es igualmente una “política delincuente” que continúa y consolida la “obra” de los regímenes militares en las tres dimensiones recién señaladas, a la vez que expande de forma generalizada y sistemática el ejercicio de la corrupción política por parte del neocapitalismo transestatal desregulado. Por lo demás, esta expansión de la corrupción pasiva y activa (la de las castas políticas y la de las castas neocapitalistas) se ha tornado en los últimos años mucho más visible y conspicua en el conjunto de las naciones latinoamericanas. Éstas perciben de forma cada vez más aguda el abuso sistemático que esta “política delincuente” ejecuta impunemente en los más diversos aspectos de su vida cotidiana.
-En el presente asistimos a una representación global del mundo que ha recibido diversas denominaciones y que exhibe hoy por hoy una supremacía y mayor avance de las fuerzas conservadoras y neoliberales, así en América como en Europa. ¿Cuál es su diagnóstico respecto de este fenómeno?
-Entiendo que está aludiendo usted a aquello que algunos llaman “globalización” o “mundialización”: la interdependencia y conexión generalizada de todas las regiones habitadas y semi-habitadas de la Tierra bajo la égida del predominio planetario del neocapitalismo general desregulado y de su tecnocracia telemático-informático-financiero-energético-militar. No sé si en este orden (¿o desorden?) mundial llevan en el presente la supremacía unas fuerzas “conservadoras” y “neoliberales”. Siento que estas expresiones pierden sentido, o mutan de sentido, en el actual ejercicio del neocapitalismo dominante. Difícilmente consienten el título de “conservadoras” unas prácticas extractivistas que ponen en riesgo la protección del agua dulce y sus fuentes o que arrasan con selvas y santuarios de la biodiversidad planetaria o que destruyen los equilibrios ecológicos submarinos causando mortandad de especies supuestamente protegidas. ¡Conservadores somos quienes defendemos la preservación de las selvas, el respeto a la biodiversidad, la conservación de los equilibrios ecológicos! Tampoco logro identificar con nitidez cuáles pudieran ser las “fuerzas neoliberales” activas en este concierto (¿o desconcierto?) caracterizado por el predominio sin contrapeso del neocapitalismo mundial desregulado. Desde luego, éste tiende con fuerza cada vez mayor a la excesiva concentración de la riqueza y a la conducción monopólica de los mercados.
Su pretendido “liberalismo” -continúa- tiende más bien a adoptar las formas de la coerción tiránica, la manipulación a distancia y la corrupción. Sin duda es un desideratum el procurar aproximarnos a un “diagnóstico del presente”, en la especie, este ominoso presente del predominio sin contrapeso, en todo el ancho mundo, del neocapitalismo sin otra regla o ley que su propia autoproducción ilimitada. Sospecho que el ordoliberalismo de origen social-cristiano impregna las orientaciones principales de los pocos y débiles organismos internacionales que ofrecen alguna resistencia al referido neocapitalismo mundial. Creo que desde la segunda mitad del siglo XX Chile ha funcionado de diversas maneras como laboratorio político de observación internacional, en particular, a partir del régimen cívico-militar de Pinochet & Co. y la puesta en ejecución de la política económica impulsada por los “Chicago boys”. Ahora muchos sostienen que Chile constituye una “plataforma”. ¿Plataforma de qué? Por conjetura razonable, supongamos: “plataforma del neocapitalismo mundial y sus operaciones en América Latina y sus alrededores”. Por consiguiente, me parece lógico considerar que toda transmutación del régimen socio-político-económico-cultural imperante en nuestro país ha de generar importantes repercusiones en las vecinas regiones de nuestro amenazado planeta.
-¿Podría explicitar de forma más desarrollada la fórmula que emplea en uno de los ensayos, cuando habla de la “parálisis cerebral” y la “demencia senil” de la política chilena?
-En el ensayo referido esas expresiones se emplean para caracterizar la impasibilidad, torpeza, indolencia, ignorancia, imbecilidad de las autoridades ejecutivas y legislativas de la República de Chile ante las demandas del movimiento estudiantil de 2011. El ensayo se titula “Parálisis política”, fórmula que intenta caracterizar una condición constante o reiterada de la política practicada durante todos los gobiernos de la “transición”. Todos sabemos que la “demencia senil” es una coartada todavía eficaz para eludir responsabilidades y conquistar la impunidad perpetua. Fue la coartada que le ofreció el gobierno de Tony Blair a Pinochet enjuiciado en Londres, coartada que su defensa en Chile esgrimió con éxito hasta el día de su deceso, día del triunfo de su impunidad. Se me ocurre que la fórmula “parálisis política” resulta expresiva y ajustada para caracterizar la política que continuamente se practica durante los gobiernos de la “transición” chilena. Trátase de una política que consiste en la no-política, en la suspensión o anulación de toda política. En esos gobiernos, por efecto de la configuración de un paralelogramo de fuerzas que cogobiernan anulándose y neutralizándose entre sí, el resultado es la ausencia y carencia de política en todos los dominios. Los largos años de “transición” interminable se caracterizan porque en ellos no hay ni política de salud, ni política de educación, ni política energética, ni política de ninguna especie, mas a lo sumo “políticas de parche” y de “corto plazo” orientadas a compensar aquella carencia de políticas de fondo.
-A pesar de los pesares, algo debe existir en la realidad histórico-cultural de Chile que, sin embargo, funciona en lo profundo. Y tal vez por ello mismo es una dimensión que permanece proscrita. ¿Podría indicar algunos elementos que vayan en tal dirección?
-Creo, en efecto, que hay en lo profundo de aquello que podría designarse por medio de una fórmula poética, aquella que emplea Ernesto Montenegro para reunir la obra de Carlos Pezoa Véliz, a saber, Alma Chilena, en lo profundo, digo, de algo así como el “alma de Chile” hay, según creo, algo y más de algo que nos sostiene y nos permite esperar razonada y razonablemente en la posibilidad y plausibilidad de una regeneración. Se trata, creo de poderes éticos que tienen que ver con la solidaridad, con el sentido de fraternidad y apertura a los otros, a los prójimos, a las naciones vecinas y extranjeras que han recorrido y continuarán transitando por estos pagos de Chilly y sus extensiones antárticas, cordilleranas y oceánicas, procurando inventar, crear, generar la vida común. Hay, por cierto, un acervo memorioso de medio milenio y más, poblado de tradiciones, literaturas, poesía, arte, ciencias y prácticas ancestrales que nos enlaza con las múltiples naciones y lenguas de esta parte del mundo y reclama el ejercicio de un cultivo y una cultura que, de momento, permanecen suspendidos, sellados, proscritos por una censura inconsciente que desgraciadamente continúa instalada en los órganos actuales de la “cultura” dominante. Hay que desmontar esos malditos órganos de la incultura.
-Si tuviera que definir la debilidad de nuestra sociedad, de nuestra vida histórico-cultural, no sólo la de la vida política, me refiero a la de todos nosotros, ¿en dónde estaría nuestro “talón de Aquiles” (para retomar la imagen del poema de Enrique Lihn que usted cita)?
-No me siento capaz de definir aquellas debilidades. A lo sumo, podría indicar hacia algunas zonas o aspectos de nuestra vida histórico-cultural en los que podría albergarse alguna de las toxinas que nos hacen débiles, tontos, pesados de sangre, lentos de mente, torpes de cuerpo. Siento que un rasgo muy generalizado de nuestro comportamiento cultural, tanto individual como colectivo, se hace visible en una especie de “mezquindad”. Una incapacidad de ser generosos, una cierta imbecilidad colectiva que se torna incapaz de dar, entregar y sumar fuerzas y medios. No sólo mezquindad en el espacio. También en las relaciones interpersonales, en el reconocimiento del valer de los otros. Cierta torpeza imbécil en la capacidad de configurar convergencias y sumatorias de fuerzas. Una tendencia al desconocimiento y negación de lo propio. Un constante clasismo y racismo, contaminado por lo demás de arribismo. Creo que una de las mayores toxinas de la cultura chilena está en la tendencia a mutilarse de su propio cuerpo, expresada en la persecución y negación de las naciones y culturas mapuches. Nuestro país Chile ha estado por siglos gravemente enfermo al no tener la capacidad de integrarse con una parte constituyente de su cuerpo político-socio-cultural: la cultura, la lengua, las tradiciones y los territorios mapuches, hoy por hoy entregados al saqueo, la destrucción, la depredación y el abuso por parte de compañías forestales transestatales que nadie controla.
–En muchas líneas de los diversos ensayos con frecuencia se percibe un ánimo iracundo: por lo demás, en uno de ellos, usted menciona su “razonada cólera”. ¿Cuáles son las fuentes de su cólera? O con otras palabras: La poesía y la filosofía pueden reivindicar toda esta contingencia… ¿O esto es un sueño tan sólo? Apelar a la palabra y las ideas, aunque sean solitarias, me parece una aproximación a la dignidad.
Todas las pasiones, aquello que los griegos llamaron pathos, tienen una raíz y un elemento de manifestación que son de carácter ético. Es la percepción de la injusticia, del abuso, de la mentira aquello que provoca la cólera. Esta es un movimiento, una emoción que se desplaza en el sentido del retorno, la reparación del mal, del crimen. Tal movimiento, al convertirse en palabra y enjuiciamiento común, vuélvese algo que ya no es mera pasión, ahora se hace “razonada” cólera, conocimiento y apreciación de la extensión y profundidad del mal, reconocimiento y afirmación del poder del retorno. La filosofía, la poesía, el arte, en su trabajo por y con la palabra, por el lenguaje, potencian la capacidad de convertir la ciega pasión en visión y canto, retorno de la justicia y la verdad.
* Fotografía: Gentileza de Bruno Montané