El académico y Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2009) que prepara “Fraternidad”, ensayo con el que cerrará su triada de las ideas cumbres de la revolución francesa, asegura que “el país no está para discursos serios como el de Lagos” y que la aparición del Frente Amplio es un proceso al menos comprensible y prometedor.
Agustín Squella (Santiago de Chile, 1944). Intelectual, académico, columnista y experto en Filosofía del Derecho, tiene a su haber un sinnúmero de publicaciones que van desde la moral hasta la cultura. El abanico es muy amplio como su pensamiento quirúrgico a la hora de examinar la realidad. Asunto que practica con fluidez, pero también sin alambicarse demasiado. Le gusta hablar con nitidez y a veces, aunque lo desmiente, parece estar dando una cátedra por mucho que su expresión sea la de un civil común y corriente que transita tranquilamente por Valparaíso, ciudad que lo nombró “ciudadano ilustre” el año 2011, y que ha sido parte de su vida y su trayecto como espacio simbólico y cultural desde donde nos interpela con su artillería de ideas.
Hace poco tiempo presentó “Libertad” ensayo publicado por Editorial Universidad de Valparaíso y trabaja en “Fraternidad”, escrito con el que busca terminar con su trilogía del siglo de las luces «Libertad, Igualdad, Fraternidad». Palabras que el mismo reconoce nos recuerdan el legado de la modernidad pero que son difíciles de alcanzar en el Chile de hoy. Sin embargo, como ex asesor en materia cultural del ex Presidente Lagos, tiene una mirada crítica de los grupos de poder al interior de las colectividades políticas, y sostiene que las malas prácticas no hacen otra cosa que debilitar a la democracia como también los caudillajes que escapan del control de las bases.
Squella, que bien podría, manteniendo la distancia, asemejarse a Maquiavelo por su amplio conocimiento del pensamiento político y la versatilidad de materias que se reflejan en su pluma, por otra parte, también sabe del poder y lo ha experimentado como consejero de palacio, tarea que le ha valido el rótulo de intelectual influyente, labor que se podría afirmar, ejerce desde la docencia por más de 40 años y la escritura como práctica permanente.
1.- Señor Squella, usted recientemente ha publicado un ensayo titulado “Libertad” ¿No le parece que esta palabra cobra un significado especial en la encrucijada política en que se encuentra nuestro país hoy?
Esa palabra es importante. Aquí, ahora, en todas partes, en cualquier época. Pero no veo hoy en Chile una amenaza para ella, quizás porque la dictadura nos dejó curados de espanto ante la pérdida de la libertad y el largo camino que tuvimos que recorrer para recuperarla. Para recuperarla muy lentamente, poco a poco, porque nuestra transición, entre otras rarezas, tuvo la de que el dictador, una vez que tuvo que dejar la casa de gobierno, continuó como Comandante en Jefe del Ejército hasta 1997, luego como senador vitalicio, y recibió finalmente el apoyo del gobierno chileno, el de Frei Ruiz-Tagle, mientras estuvo detenido en Londres como reo de la justicia internacional.
Con lo que sí tenemos problemas en nuestro país es con la igualdad, puesto que subsisten graves, injustas y prolongadas desigualdades en las condiciones materiales de existencia de los individuos y de las familias. Está por un lado la vida demasiado dulce de unos pocos y la dura y a veces penosa existencia de muchos.
Bueno, el libro al que usted alude en su pregunta sigue a otro mío de 2014, titulado “Igualdad”, y trabajo ahora en un tercer título, “Fraternidad”. Se trata de obras breves didácticas, que examinan esas tres palabras para ayudar a hacer visible lo que hay tras ellas a estudiantes universitarios que se interesen por ello, los mismos que en 2011 trajeron de vuelta la palabra “igualdad” que no sé en qué momento habíamos canjeado por la blanda “equidad”.
2.- Sin embargo, por otra parte, la triada que inspira a la Revolución Francesa del siglo XVIII: libertad, igualdad y fraternidad, parece hoy sólo una consigna romántica. ¿Qué queda en los tiempos que corren de estos símbolos cuasi sagrados?
Allí están, de pie, recordándonos a cada instante el legado de la modernidad. Lo que pasa es que se trata de tres ideales y que, por lo mismo, son difíciles de alcanzar. Tienen también sus enemigos, cómo no. Piense usted en la libertad, arrasada en el siglo pasado por el fascismo y el nazismo, por los regímenes comunistas y por las dictaduras militares que tuvimos en América Latina. Pensemos ahora en la igualdad, una palabra que intimida a quienes la oponen, erróneamente, a diversidad, en circunstancias de que a lo que ella se opone es a desigualdad. Luchar por la igualdad es hacerlo contra la desigualdad, no contra la diversidad. Y en cuanto a la fraternidad, que en lenguaje laico prefiero sustituir por “solidaridad”, ella es la gran ausente de las sociedades capitalistas contemporáneas. Así lo declaró el poeta y ensayista mexicano Octavio Paz, con esas mismas palabras, y nadie diría que Paz fue un peligroso izquierdista o algún tipo de romántico que valoró el hecho de que, sin ser hermanos, sin ser hijos de un mismo padre, los hombres nos miremos y tratemos como hermanos.
Y algo más sobre la igualdad: no somos iguales, pero hemos llegado a serlo, hemos convenido serlo, en aspectos muy importantes. Por ejemplo, la igual dignidad de cada persona y el similar respeto y consideración que todos nos merecemos; la igual titularidad de ciertos derechos que consideramos fundamentales; la igual capacidad para adquirir y ejercer otros derechos; la igualdad política en cuanto a postular a cargos de representación popular y a participar en elecciones en las que el voto de cada cual cuenta por uno; la igualdad ante la ley. ¿Es que acaso esas distintas igualdades son algo indeseable? Por supuesto que no. Son conquistas que forman parte de un proceso civilizatorio que ha tomado siglos y que no siempre ha sido pacífico. Y está, en fin, la más difícil de las igualdades: la igualdad en las condiciones materiales de vida de las personas. Pero aquí no se trata de que nadie coma torta para que todos puedan comer pan, que es el ideal igualitarista, sino de que todos coman a lo menos pan, sin perjuicio de que algunos, por su mayor capacidad, trabajo o suerte, puedan acceder a las tortas y a manjares incluso más sofisticados, y donde pan es algo más que ese delicioso alimento que se fabrica con harina, agua, sal y levadura. Pan alude aquí al acceso a bienes que permitan satisfacer necesidades básicas para llevar una vida digna. Este último, para distinguirlo del ideal igualitarista de la igualdad de todos en todo, es el ideal igualitario
3.- Hoy pareciera que los partidos y movimientos políticos se mueven más por cálculos electorales que por ideas o convicciones ¿Cómo interpreta usted esta señal o síntoma?
¿Quién se mueve hoy por ideas o convicciones? ¿Cuántos hombres y mujeres han hecho eso a lo largo de la historia de la humanidad? En verdad muy pocos. La mayoría de las personas se mueven únicamente por intereses, por intereses propios, y muchas veces con olvido e incluso atropello de los intereses de los demás. Está bien que cada cual defina y busque cuál es su propio beneficio, pero no lo está si algo así se hace mediante el daño que se causa a otros. Con todo, no hay que pasar por alto un hecho: toda sociedad es antes un hervidero de intereses que, de ideas, de desacuerdos que de espíritu colaborativo. En toda sociedad hay relaciones de intercambio, de colaboración, incluso de solidaridad, pero también hay competencia, desacuerdos y conflictos. Con todo eso hay que contar, y nada de lo nombrado es propiamente una patología social.
En cuanto a los partidos, y esto no solo en Chile, han venido jugando con fuego durante mucho tiempo, entre otras cosas por lo que se dice en su pregunta, y lo único que sus dirigentes atinan a responder es que los partidos son esenciales para el funcionamiento de la democracia. Por supuesto que lo son, ¿quién no lo sabe? Pero, ¿estos partidos? ¿Partidos ya casi sin ideas, sin democracia interna, con padrones electorales inflados, con cúpulas y caudillos que no son controlados por las bases y que lo que gestionan para sus militantes son solo buenos empleos en la administración del Estado? ¿Partidos a cuyo interior lo que hay son duros grupos de poder que disputan ferozmente entre sí por el control de las colectividades y que con notable abuso del lenguaje se hacen llamar “sensibilidades” o “almas”?
Malos partidos son causa de una mala calidad de la política y una mala calidad de la política es causa de que la democracia acabe debilitándose como la forma de gobierno que prefiere la mayoría de las personas. Cuando los partidos juegan con fuego durante un tiempo tan prolongado, las llamas pueden extenderse hasta afectar a la actividad política en su conjunto y llegar incluso a dañar a la propia democracia. Pero ya ve usted como nuestras dirigencias políticas no reaccionan y parecen consolarse con el hecho de que a todas las colectividades les pasa lo mismo. Mal de muchos…
4.- Usted trabajó con el ex Presidente Lagos ¿Qué representa lo ocurrido recientemente en el Partido Socialista?
Representa muchas cosas y ninguna de ellas muy buena ni muy edificante. Una actividad como la política, que tiene que ver con el poder, no puede ser el ejemplo de los mejores sentimientos del corazón humano. Concedido. ¿Pero por qué tiene que serlo de los peores? Tampoco la democracia asegura que se elija a los mejores, ¿pero por qué a los peores? Esta pregunta da para un breve ensayo, lo digo en serio. Se ha simplificado mucho el análisis de las varias y distintas causas que explican lo acontecido en el seno de un Comité Central cuyos integrantes se ocultaron tras el voto secreto. Por lo demás, lo acontecido allí es solo un síntoma más, una nueva expresión de cierta degradación que se aprecia en nuestra política, y no solo aquí, desde luego, porque estas cosas no son como el copihue, es decir, no son una pura flor nacional. En cualquier caso, y menciono solo una de las causas, el país no está para discursos serios como el de Lagos. La gente no prefiere al que le dice lo que es mejor, que suele ser también lo más difícil, sino a cualquiera que le diga lo que ella quiere oír.
5.- ¿Cree que simboliza de alguna forma el término de una época de la política en Chile y la irrupción de una nueva forma de ésta en la práctica?
No estoy muy seguro de eso. ¿Para qué sobrereaccionar? En una sociedad democrática y abierta las cosas no comienzan ni terminan de manera súbita ni abrupta. Las sociedades democráticas viven procesos y hay que conservar así sea una mínima capacidad analítica para entenderlos y no respirar a cada rato por la herida ni creer que el fin del mundo está próximo a llegar cada vez que la realidad no se comporta como uno desearía.
Lo que sí veo de nuevo en Chile es el lento surgimiento de una nueva derecha menos a la derecha, y eso en el plano tanto intelectual como político, y, a la vez, la aparición de una nueva izquierda más a la izquierda de la que forma parte de la Nueva Mayoría. Ese fenómeno, perfectamente asimétrico, es muy interesante, y tanto en la derecha como en la izquierda tradicionales no debería ser visto como una traición, una locura o un acabo de mundo. Uno puede entender que los políticos se pongan a veces muy nerviosos, histéricos casi, o que caigan habitualmente en la bipolaridad maníaco depresiva, pero quienes nos atrevemos a hacer análisis políticos bien podemos liberarnos de esos estados, aunque no son pocos los columnistas que también están cayendo en la histeria con muchos de sus planteamientos. Esos brotes de una derecha menos a la derecha y de una izquierda más a la izquierda son algo perfectamente lógico, natural, y lo raro es que ellos vengan a notarse recién, 30 años después del plebiscito de 1988. ¿O alguien podría creer que la derecha chilena iba a quedar congelada para siempre en una figura como la de Jovino Novoa o que la izquierda lo iba a hacer en cualquiera de los líderes social demócratas que hemos conocido durante la transición?
6.- La figura del ex Presidente Lagos genera controversias. No hay duda que un sector que no es minoritario ven en él al mandatario que estimuló la privatización de la Educación, que fue “amado por los banqueros”, que habría hecho una reforma constitucional para la foto, o que representa una manera de hacer política que hoy no inspira a nuevas generaciones ¿Qué hay de todo eso desde su visión?
Es muy fácil ironizar con el pasado cuando no lo tuviste en tus manos ni enfrentaste aquello a lo que debieron hacer frente quienes sí lo tuvieron. Es fácil ver la parte más vacía del vaso cuando es otro el que lo está llenando y la parte llena cuando el que lo llena es uno mismo. Así somos los seres humanos. Una vara muy alta para los demás y una bajita para nosotros. Campeones de la crítica y nada amigos de la autocrítica.
Tan conservadora me parece la idea de que todo tiempo pasado fue mejor como su contraria de que todo pasado es un infierno. Mucho de lo que Lagos quiso hacer resultó imposible, puesto que pasaba por la aprobación de leyes, de leyes que muchas veces requerían esos quórums supramayoritarios establecidos por la Constitución del 80, y es así como se olvida que hasta el año 2005 el 20% del Senado estuvo integrado por parlamentarios que no eran elegidos por sufragio universal. El cerrojo constitucional de la dictadura ha funcionado muy bien, incluso hasta hoy, y resulta injusto culpar de ello solo a los que consintieron en hacer la transición pactada que tuvimos. Fíjese que hasta hoy se requieren 2/3 de los senadores y diputados en ejercicio para hacer cualquier reforma constitucional de importancia, y 4/7 para aprobar o modificar leyes orgánico constitucionales.
Además, las reformas constitucionales de 2005 no fueron para la foto. Fueron importantes. Se suprimieron los senadores vitalicios y designados y se subordinó finalmente el poder militar al poder político. Sí, irrita sobremanera que cosas como esas hayan demorado 15 años desde que Aylwin ganara la presidencia, pero finalmente se hicieron. Y respecto de la subordinación del poder militar al político, otra cosa, que también irrita, es que los gobiernos civiles que hemos tenido desde Aylwin sigan mirándole la cara a las fuerzas armadas antes de meterse con la ley reservada del cobre y con el régimen previsional de privilegio que ellas tienen.
7.- Sin embargo, nos encontramos con un movimiento ciudadano que hoy se llama Frente Amplio que parece avanzar y conquistar a mucha gente ¿Qué opinión le merece la irrupción de este fenómeno político?
La aparición del Frente Amplio es auspiciosa o, cuando menos, lógica, natural, comprensible. Auspiciosa, digo, pero a condición de que ese movimiento, que tiene toda la razón al abominar del neoliberalismo, no rechace el liberalismo, y que, no contento con la democracia que tenemos, no acabe por relativizar el valor que esta tiene como forma de gobierno, algo que pasa, entre otras cosas, por dejar de rendir pleitesíaa tipos como Maduro o a aquello en lo que devinieron los hermanos Castro. No quiero aparecer como si estuviera dando clases, pero los jóvenes del Frente Amplio deberían advertir que, así como hay una versión no aceptable del liberalismo –el neo liberalismo, también llamado libertarismo-, las hay también muy estimables, como es el caso del liberalismo igualitario o el liberalismo social. Por lo mismo, a mí me gusta ver en el Frente Amplio a un diputado liberal como Vlado Mirosevic, aunque ruego que lo escuchen y no lo dejen solo.
8.- Chile es un país con problemas de comprensión lectora de acuerdo a estudios y en donde también hay una precarización de la educación, porque, aunque existan más jóvenes estudiando carreras profesionales, eso no implica que somos una Nación con una mejor calidad de vida ¿Cuál ha sido a su juicio la responsabilidad de los gobiernos de la concertación en este contexto y que implicancia ve usted en la ausencia de formación cívica en generaciones jóvenes?
Chile es un país donde ni siquiera se lee, de manera que no veo cómo se puede diagnosticar que tenemos incomprensión lectora. Culpar de esto a los gobiernos me parece un disparate. Muchas mayores responsabilidades tienen los padres que no leen ni hacen leer a sus hijos y también aquellos profesores que a veces dan a leer a sus alumnos Harry Potter, e incluso libros de autoayuda, como si se tratara de filosofía. Los mismos jóvenes tienen responsabilidad en sus déficits de lectura y en su por lo general pavorosa falta de cultura cinematográfica y en general artística. No es cierto que no compremos libros por culpa del IVA. ¿Alguno de nosotros se preocupa del IVA cuando revisa la carta en un restaurante o se provee de alcohol en las botillerías para el carrete del fin de semana? Y a veces los libros cuestan mucho menos que eso, y ni qué decir las entradas al cine. ¿En qué ha quedado la iniciativa y el esfuerzo individual de los jóvenes? ¿Por qué lo tienen que esperar todo del cambio de sistema, o de los gobernantes, o de los parlamentarios, o de sus padres, o de sus maestros? ¿Acaso un joven no puede enterarse hoy por sí mismo quién fue Roberto Bolaño con solo pulsar unas cuantas teclas de su computador? No tendremos hoy en Chile mucho de lo que enorgullecernos, pero tampoco se trata de creer que todo el aporte lo hacen Alexis o Arturo Vidal.
Y no vaya a creer que estoy contra los jóvenes. ¿Cómo podría estarlo si llevo casi 50 años dedicado a la docencia universitaria? Hay dos maneras patéticas de envejecer. Una de ellas, la más fea y común, es la efebofobia, es decir, el odio o rechazo a los jóvenes. Pero hay otra que tampoco me gusta –la efebofilia-, esto es, la rendición incondicional ante cualquier demanda juvenil. No puedes lanzar una piedra al estudiante que marcha por la calle protestando, pero tampoco puedes ponerte a aplaudir sin antes leer qué es lo que lleva escrito en la pancarta que lleva en sus manos.
10.- La paternidad del Consejo de la Cultura y las Artes se debe en gran medida a su persona ¿Cómo ve la irrupción del futuro Ministerio de la Cultura?
La verdad es que no se debe a mi persona, sino a una opción que hizo el Presidente Lagos por ese modelo de institucionalidad cultural pública. Yo solo colaboré en el diseño del modelo y en la tramitación del correspondiente proyecto de ley. A veces se olvida que el Estado tiene deberes con la cultura, tal como los tiene con la salud, con la educación, con la defensa nacional, y que para bien cumplir esos deberes necesita de una institucionalidad pública. Hoy es un Consejo, mañana será un ministerio, y nada tengo contra eso, aunque bajo la condición de que la figura del ministerio incluya instancias reales de participación efectiva de la sociedad civil en el diseño, adopción y renovación de políticas culturales públicas. En materia cultural son los individuos y la sociedad los que deben tener la sartén por el mango, no el Estado. Este último tiene solo deberes en este campo, no derechos, y la sociedad civil debe permanecer atenta a que cumpla con los primeros y no se atribuya los segundos.
11.- Cuándo fue miembro del Directorio del Consejo de la Cultura se redactó el primer documento de política cultural 2005 – 2010 “Chile Quiere Más Cultura” ¿Cuál es su evaluación de este trabajo que también fue una promesa política?
¿Sabe lo que pasó con ese documento? La ley que creó el Consejo estableció que el Directorio de éste, cuya integración era mixta, estatal y de la sociedad civil, aunque con predominio de la segunda, tenía competencia para estudiar y aprobar políticas culturales, de manera que cuando hicimos eso en el primer Directorio que tuvo el Consejo, nos preguntamos unos a otros, antes de llevar el documento para conocimiento del Presidente de la República, cuál sería realmente el objetivo de esa visita al Jefe de Estado. Y todos coincidimos en que lo visitaríamos para informarlo acerca de las políticas que habíamos aprobado, para notificarlo, si quiere usted una expresión más fuerte, pero de eso era de lo que se trataba realmente.
Mi parecer es que, con el correr de los años y los sucesivos Presidentes del Consejo, que es designado por el Presidente de la República, el Directorio fue desdibujándose poco a poco y cediendo la iniciativa a la autoridad unipersonal de su ministro Presidente. Descuénteme a mí, desde luego, pero en ese primer Directorio había personas como José Balmes, Humberto Giannini, Clara Budnik. En un régimen tan presidencialista como el nuestro –el Presidente de la República dando todo el día órdenes a sus ministros-, un régimen que se replica al interior de cada ministerio –cada ministro dando órdenes a los subsecretarios y demás subordinados-, es muy difícil conseguir que la administración del Estado tolere bien la existencia de órganos colegiados con competencia en materia de políticas públicas. Ese régimen, unipersonal y jerárquico, se aviene mal con un trabajo realmente colaborativo con la sociedad civil. Una razón más, creo yo, para apoyar la idea de una nueva Constitución que termine con nuestro tan radical presidencialismo, casi monárquico, diría yo. ¿Se ha fijado usted cómo cada movimiento social exige de entrada hablar con la Presidenta de la República? La monarquía está instalada en nuestras cabezas.
12.- ¿Que esperaría en materia de programa cultural de los futuros aspirantes a La Moneda?
Esperaría propuestas concretas acerca de cómo mejorar el apoyo estatal a un desarrollo cultural más equitativo y armónico desde el punto de vista territorial del país. No puede ser que la cultura sea un bien que, como tantos otros, se concentre exageradamente en tres o cuatro ciudades, muy preferentemente en Santiago, y en cuatro o cinco barrios de esas mismas ciudades.
13.- Sin embargo, hemos heredado un modelo neoliberal que no se caracteriza por ser solidario sino más bien individualista ¿Cómo cree usted que se refleja el problema neoliberal en la creación artística por ejemplo?
Tuve antes oportunidad de decir que el neoliberalismo es solo una de las aplicaciones del liberalismo. Una de sus versiones, y no ciertamente la mejor. Hay también otras versiones, otras aplicaciones, pero la mala prensa que justificadamente tiene el neoliberalismo ha contaminado al liberalismo, del mismo modo que la pésima y también justificada mala prensa de los socialismos reales, que no fueron otra cosa que dictaduras comunistas, ha perjudicado a la causa socialista. Si usted se declara hoy liberal tiene que explicar que no es por ello neoliberal, y si se declara socialista tiene que aclarar que no es partidario de acabar con la democracia e instalar en el poder de manera indefinida a un partido único. Esas dos aplicaciones, una del liberalismo y otra del socialismo, han hecho mucho daño a la causa liberal y a la causa socialista, dos doctrinas distintas, aunque menos opuestas de cómo suelen ser presentadas. Un neoliberal jamás podrá entenderse con un partidario de los socialismos reales, pero un liberal puede entenderse perfectamente con un socialista, al menos dentro de ciertos márgenes.
El neoliberalismo se manifiesta en el ámbito artístico, cultural y patrimonial, por ejemplo: abstención estatal en cuanto al apoyo a las artes, sobre todo para aquellas que suelen ser más rebeldes y trasgresoras; fuerte apoyo al patrimonio religioso y no al de carácter más ampliamente cultural, como si todo la preocupación del Estado en este sentido debiera concentrarse en salvar iglesias luego de un terremoto; asignaciones estatales, cuando las hay, sobre la base exclusiva de fondos concursables que ponen a competir a los creadores; atención antes por las industrias culturales que por los creadores culturales; y, lo que es peor, inducción en no pocos artistas y creadores a creer que ellos también son empresarios. Esto último lo he escuchado en boca de varios de ellos, como si ser empresario fuera lo máximo a lo que puede aspirar un ser humano. No es lo peor, desde luego, ni con mucho, ¿pero se trata de lo mejor o acaso del modelo para todas las demás actividades humanas, incluido el arte, el patrimonio y la cultura?
14.- Usted fue nombrado hace algunos años ciudadano ilustre de Valparaíso y como uno de los embajadores de esta ciudad ¿Qué sucede con la ciudad Patrimonio de la Humanidad? Queda la sensación de un estancamiento y que no se hizo un trabajo serio para levantar al puerto.
Se ha hecho un trabajo muy lento, muy parcial todavía, poco visible, pero así son las cosas siempre en Valparaíso, una comuna pobre en la que viven también muchos pobres y que tiene una topografía urbana muy difícil, disparatada, con un plan muy exiguo y los habitantes encaramándose cerros arriba en viviendas muchas veces espontáneas, frágiles, precarias, cuando no situadas en quebradas que carecen de servicios básicos y que los dejan expuestos a incendios e inundaciones. En ese contexto, con masivas necesidades básicas no bien satisfechas, no es raro que el tema patrimonial quede en segundo y hasta en tercer o cuarto lugar.
Pero lo peor es que los varios Valparaísos en que se ha transformado Valparaíso no conversan entre sí y pasan todo el tiempo mostrándose los dientes. La ciudad puerto no se aviene con la ciudad habitada, esta no mira bien a la ciudad turística, la ciudad turística no se entiende con la ciudad patrimonial, mientras que la ciudad universitaria que también es Valparaíso prepara jóvenes profesionales que lo único en que piensan, al menos muchos de ellos, es en obtener el título y partir a trabajar a Santiago.
15.- Por último ¿Cree usted que es posible conciliar el poder con la libertad? O se lo pregunto de otra manera ¿Cree usted que el poder puede otorgar plena libertad?
Vivir en sociedad vuelve inevitable la pregunta acerca de quién debe gobernar, quién tendrá la facultad de tomar decisiones vinculantes para todos, o sea, finalmente, quién ejercerá el poder. Se puede considerar que se trata de una pregunta autoritaria y protestar diciendo por qué alguien tiene que gobernar. Pero esta última es una pregunta ingenua. De manera que lo que hay que hacer no es soñar con una sociedad en la que nadie tenga poder sobre los demás, sino en organizar este de una manera democrática, limitándolo, distribuyéndolo, fraccionándolo, de manera de disminuir la posibilidad de que cualquier centro de poder, sea político, económico, militar, espiritual o de cualquier otro tipo, cause daño a las personas y a las organizaciones que estas libremente forman.
La libertad puede también combinarse con el orden. Es más, cierto orden es condición para que la libertad pueda ejercerse realmente. La fila para tomar entradas en el cine o para entrar en una discoteca se hace en nombre del orden y cualquiera que interfiera con ella estaría lesionando no solo el orden, sino la libertad de las personas que esa noche han decidido bailar o ver una película. La libertad también es compatible con la igualdad y no es cierto que tengamos que elegir fatalmente entre una y otra. La igualdad es condición de la libertad, puesto que ¿qué libertad real tienen las personas que viven en permanente situación de pobreza? ¿Qué libertad de pensamiento, de expresión, de reunión, de asociación, de prensa, de emprendimiento puede tener sentido para quienes no comen tres veces al día, para quienes no tienen acceso a la educación ni a la atención sanitaria o para quienes al momento de jubilar de sus trabajos de toda la vida pasan de la pobreza a la extrema pobreza?