La joven directora reconoce que hubo momentos en los que las estrecheces económicas le hicieron perder la fe en su propio proyecto. Por eso, para su próxima iniciativa, intentará contar antes con la suficiente financiación. «La carencia genera otro tipo de lealtades. No teníamos dinero para pagar extras y participaron mis amigos, mi familia, mi comunidad. Todos creían que políticamente era muy necesario hacer esta película», relata.
Claudia Huaquimilla, la primera cineasta de la etnia mapuche, estrenará el próximo jueves «Mala junta», la cinta con la que debuta en la gran pantalla y con la que pretende «remover corazones», según apunta la joven realizadora.
«Mi cine es así, intento que haya un sentimiento. Muchas veces automatizamos cosas, convertimos a las personas en cifras. Yo, más que conciencias, apelo a remover corazones», explica Huaiquimilla.
La película se desarrolla en el sur de Chile -donde habitan mayoritariamente los mapuches-, y cuenta la historia de Tano, un chico conflictivo, a punto de ser internado en el Servicio Nacional de Menores y cuya vida cambia cuando conoce a Cheo, un niño mapuche.
A lo largo de la hora y media que dura el largometraje, Huaquimilla aborda con compromiso y conocimiento de causa dos temas espinosos para la sociedad chilena: la discriminación y la represión que sufren los mapuches y la frágil situación de los menores bajo tutela del Estado.
«En Chile hay cosas que la prensa solamente trata desde un punto de vista. Es necesario humanizar este tipo de conflictos. La idea es que con esta película se vayan viendo causas como esta, porque muchas de las situaciones violentas que se dan vienen por la frustración y la poca integración», indica.
Huaiquimilla detalla que la película es una búsqueda de las raíces, del sitio donde una persona crece, aunque toda la cinta esté presidida por la rabia.
«Siento que estamos muy frustrados. Por mucho tiempo se vivió en silencio y desde hace poco siento que el ciudadano está empezando a despertar, a exigir, a gritar un poco más, como lo hacen los personajes. Ellos están en silencio hasta que en un momento dado, explotan. Los chilenos también están en eso», opina.
Por eso espera que la cinta, que usa el lenguaje del abandono y la violencia, produzca un cambio social y humano en los espectadores que acudan a las veinticinco salas repartidas por las ciudades de Santiago, Valdivia y Temuco que proyectarán el largometraje.
Pero antes de que la película consiguiera ver la luz y triunfar en certámenes como el Festival Latinoamericano de Toulouse (Francia) o el Festival Internacional de Cine de Guadalajara (México), la directora tuvo que sufrir discriminación por ser mujer, joven, mapuche y de clase baja.
«Al principio no me lo cuestioné, pero ahora, mirando hacia atrás, creo que todo esto sí me restó. En Chile, hacer una película es muy difícil si no tienes un apellido con contactos detrás. Creo que mucha gente sintió que una mujer no podía tratar temas políticamente tan duros», confiesa.
Ser mapuche también fue un inconveniente a la hora de sacar adelante el largometraje, pero luego las raíces de Huaiquimilla terminaron convirtiéndose en un elemento básico para entender la película.
«Mi origen mapuche tiene mucha relación con el lenguaje audiovisual, porque somos un pueblo que tiene una larga trayectoria de historias con un ritmo más pausado, más contemplativo», asegura.
Precisamente, una de las características de «Mala junta» es la valentía con que la directora aborda las realidades de colectivos desfavorecidos.
«Al haber vivido muchas circunstancias como mujer, como joven mapuche e incluso como hija conflictiva, tomo partido por todos aquellos que no nos sentimos parte del país que se construye y buscamos un lugar al que pertenecer», aclara.
Conseguir financiación fue otro de los grandes escollos que tuvo que superar Huiaquimilla para que la cinta se pudiese terminar, aunque reconoce que esta circunstancia le acabó reportando cosas buenas.
«La carencia genera otro tipo de lealtades. No teníamos dinero para pagar extras y participaron mis amigos, mi familia, mi comunidad. Todos creían que políticamente era muy necesario hacer esta película», relata.
La joven directora reconoce que hubo momentos en los que las estrecheces económicas le hicieron perder la fe en su propio proyecto. Por eso, para su próxima iniciativa, intentará contar antes con la suficiente financiación.
«Una siempre dice que en estas condiciones, nunca más, pero quizá la próxima vez lo haga igual. Ha sido un proceso que desgasta mucho. El público se entera de tus triunfos, pero no de cuántas veces nos cerraron las puertas. Ahora tenemos que disfrutar de que la gente reivindique la película», concluye.a