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Libro «Hienas»: Exijo ser un héroe Crítica literaria

Libro «Hienas»: Exijo ser un héroe

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Gonzalo Schwenke Muñoz
Por : Gonzalo Schwenke Muñoz Profesor y crítico literario
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El tono melancólico y desafortunado de los sujetos que atraviesan estos relatos es la doble ausencia y resignación; esto es, la injerencia periférica pero no marginal, debido a la condición de provincia subordinada al centro y, así mismo, el continuo temple de un diario vivir sin mayores intensidades.


Las dinámicas culturales del oligopolio editorial movilizan, resucitan y expanden carreras literarias bajo la lógica neoliberal. Por lo que no debiese extrañar el control cultural y de mercado ejercido en ferias extranjeras, la posterior y consecuente repercusión en el medio local llena de exitismo. Eduardo Plaza (La Serena, 1982), siendo un escritor emergente, es una muestra de lo expuesto.

En «Hienas» (2016), su primera publicación, los personajes de sus cuentos se despliegan principalmente en el litoral norteño del país: La Serena, Guanaqueros, Tongoy o Coquimbo. A partir de estos territorios, la obra toma distancia de otras narrativas actuales, las que exponen un paisaje próspero y de limpieza. Aquí, en cambio, se exhibe sin disimulo un escenario imperfecto y donde el subdesarrollo es una constante que se opone a los discursos de la macroeconomía supuestamente pujante y horizontal; es decir, la presencia y tránsito de piojos, ratones, la suciedad del entorno y de las industrias pesqueras, la pobreza y el horror de la tortura. Por otro lado, las características añadidas a los personajes tienen cierto mérito, ya que los sujetos están conformados en un presente sin ambiciones dentro de una atmósfera de tedio, fuera de toda solemnidad o rasgo hiperbólico, que es la receta en la que el mercado ha instalado la ficción literaria de carácter presuntuosa.

El tono melancólico y desafortunado de los sujetos que atraviesan estos relatos es la doble ausencia y resignación; esto es, la injerencia periférica pero no marginal, debido a la condición de provincia subordinada al centro y, así mismo, el continuo temple de un diario vivir sin mayores intensidades.

De hecho, en “Hienas”, el cuento que da nombre al volumen, los personajes recuerdan la infancia que los hizo pertenecer al sitio geográfico y el momento histórico determinado. Mucho de lo relatado está descrito desde sensaciones impersonales, sin mayor ápice de anhelos y subrayado por un cotidiano privado de porvenir: “Hablábamos de nuestras historias como las historias de alguien más. No éramos sino testigos de esos niños. Nosotros éramos hombres. Hombres tan lejanos de nuestros cuentos como de nuestras casas”. De esta manera, se menciona el futuro inmediato, el que está delimitado por relaciones sociales destinadas a sobrevivir y confluir a través del recuerdo del lugar y las personas.

En “Animales de compañía”, se enjuicia las movilizaciones sociales para el plebiscito de 1988, en la que se evidencia la esperanza puesta con la llegada de la democracia y que, sin embargo, este ambiente de ilusión simboliza el triunfo de la derrota y señalada por la promesa de un acontecimiento que nunca llegó.

Situado fuera de la zona de bienestar y alejado de protagonizar el destino particular, en los ocho cuentos de Hienas (2016). Se realza la insignificancia de vidas ínfimas y despoja de relevancia a los personajes, sin embargo, las existencias de no poseer talento y estar en permanente discordia, exigen fama y admiración como señala en el tema Exijo ser un héroe de los Prisioneros.

Hienas, Eduardo Plaza. Libros de Mentira Ediciones, 2016, 103 p.

Gonzalo Schwenke

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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