«Vivimos en un momento histórico en el que los hombres y mujeres tenemos que declararnos feministas», dijo en La Paz, hasta donde llegó para presentarse en un concierto junto a artistas franceses y bolivianos en una sede del Teleférico de la ciudad.
La cantante franco-chilena Ana Tijoux defiende los derechos de las mujeres tanto en el escenario como en cualquier espacio de su vida, así que cuando le preguntan sobre el mundo al que se dedica, no duda en decirlo alto y claro: «No es que el rap sea machista, el mundo es machista».
La reconocida artista (París, 1977) llegó por primera vez en su carrera a la ciudad boliviana de La Paz, donde hoy anunció en rueda de prensa el concierto que presentará mañana «Roja y Negro, canciones de amor y desamor».
Se trata de un proyecto donde el rap queda relegado por la potente voz de la cantante en acústico, junto a dos guitarras y las notas de boleros, tangos y música folclórica latinoamericana.
Aunque le intimidan de primeras las cámaras, tiene un discurso potente y como ella dice, «tiene una opinión para todo». Se declara antifascista, internacionalista y feminista, tanto en sus canciones como ante los medios.
«Ni sumisa ni obediente, mujer fuerte, insurgente, independiente y valiente», dice en una de sus canciones más conocidas, «Antipatriarca», y ese grito feminista no se queda sólo en los escenarios.
«Vivimos en un momento histórico en el que los hombres y mujeres tenemos que declararnos feministas», exclamó, aunque dice que es «una tarea permanente» que hay que practicar y revisar en todos los contextos de la vida.
Se muestra preocupada por la ola mundial de feminicidios y habla del «mundo machista» en el que ella no ha tenido más dificultades en el mundo del rap de los que tuvo su madre en el mundo académico.
«Es verdad que hay un rap mediático que muestra una cosa bastante burda de las mujeres, pero eso ni siquiera es rap, es basura», dice, y ahora «hay cada vez más mujeres raperas feministas».
Agrega que ha sido «extremadamente antifascista con la música», explicando cómo ha ido dejando atrás el rap con el que inició su carrera y lanzándose con la mezcla de estilos folclóricos latinoamericanos.
Para ella tocar en Bolivia supone un «momento histórico», un deuda pendiente hace mucho tiempo: «nos parecía, a nosotros como equipo, insólito que tocáramos en otros países mucho más lejanos y que no hubiéramos tenido la posibilidad de venir».
Ahora llegan gracias a la embajada de Francia y la Alianza Francesa en La Paz, que por el Día de la Música y en el marco del programa «Mujeres, los retos de Hoy y Mañana», organizaron el concierto en la que Tijoux tocará junto a artistas franceses y bolivianos en una sede del Teleférico de la ciudad.
En el escenario, le acompañarán Ramiro Durán y Raimundo Santander a las guitarras y según adelantó el director de la Alianza Francesa en La Paz, Nicolás Duvialard, también cantará junto a una de las grandes voces del folclore boliviano, Luzmila Carpio.
Tijoux dice que «lo bonito de la música es que no solo se hace en los escenarios» y mientras contesta a la prensa no para de nombrar a referentes: las protestas estudiantiles en Chile que pedían educación gratuita, o un joven que rapea en mapuche, o el «freestyle campesino» de unos jornaleros de Veracruz (Mexico) que mezclaban rap y fandango.
Tijoux es hija de chilenos que se exiliaron en Francia durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y dice que Chile y Latinoamérica los conoció por sus canciones y artistas «que te van enhebrando y tejiendo en un textil perfecto la historia de un país».
E inmediatamente cita a Atahualpa Yupanqui, Chico Buarque, Rubén Blades, Víctor Jara o Violeta Parra.
«Sacar la voz» es uno de sus grandes éxitos, junto a Jorge Drexler, aunque ella dice que «algunas veces pierdo la voz y pierdo la fuerza también» porque «a veces te gana el sistema y no sé si es que te gana o peleas con él permanentemente y el sistema se mete en tu cuerpo y en tu cabeza».