Una bóveda de la ciudad de Cúcuta en Colombia, cerca de la frontera con Venezuela; la Biblioteca Palafoxiana de Puebla en México; la Biblioteca Nacional de Chile en Santiago y varios museos y colecciones del mundo guardan ejemplares de una obra excepcional.
Los expertos en latín se refieren a ella como Liber Chronicarum (Libro de Crónicas), pues ese es el nombre que aparece en la introducción del índice de la edición latina. Quienes hablan alemán la conocen como Die Schedelsche Weltchronik (La historia del mundo de Schedel), en honor de su autor.
Entre los hispano y angloparlantes es más conocida como «La Crónica de Núremberg», por la ciudad en la que fue publicada.
Es uno de los más preciados incunables, esas publicaciones de la época en que los libros se hallaban en la ‘cuna’, durante la infancia de la técnica moderna de la imprenta, inventada en 1453.
El monumental y notable libro llegó al mercado «para el deleite de todos los lectores«, 40 años más tarde, en 1493.
Con más de 1.800 ilustraciones en sus 600 páginas es el libro más extensamente ilustrado del siglo XV.
No sorprende que causara y siga causando fascinación, como anticipó el editor Anton Koberger, quien acompañó el libro con un folleto que entre otras cosas decía…
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«Vete ya, libro, y hazte conocer doquiera que el viento sople libre
Nunca antes se había impreso nada como tú
Miles de manos te tomarán con ansioso deseo
y te leerán con gran atención»
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Para la producción a gran escala de una crónica del mundo, el comerciante y humanista Sebald Schereyer y su cuñado Sebastian Kammermeister, a quienes se les ocurrió la idea, sabían a quién acudir: Koberger.
Con al menos 18 impresoras, su editorial era enorme, y como vendedor de libros, su operación tenía alcance internacional, con oficinas en Italia, Francia y otros lugares de Europa.
Aunque ya había una tradición de escribir ese tipo de trabajos históricos, la idea era superar las expectativas y una tarea tan complicada requería de mucha planeación y trabajo de varias personas.
Michael Wolgemut y Wilhelm Pleydenwurff tenían un respetado taller especializado en ilustración de libros, así que fueron los responsables de producir y corregir las xilografías. El médico Hartmann Schedel, miembro del círculo de humanistas de la ciudad, se encargó de copilar el texto en latín. El escribano Georg Alt, de traducirlo al alemán.
El financiador principal de la aventura, Schereyer, y su escritor, Schedel, no sólo eran amigos sino vinculados a la Iglesia de St. Sebald de Núremberg, de la que el último era director.
Pero, ¿cómo es? No podemos anunciarte maravillas y no mostrarte al menos un puñado de ejemplos así que helos aquí.
Las Crónicas empiezan al principio y el principio en la Europa de esa época era Dios.
Todo el prólogo está dedicado a describir e ilustrar con el proceso de la Creación día por día, hasta llegar al Séptimo Día, el del descanso y el que está representado con más detalles y complejidad.
La xilografía del Séptimo Día ilustra el universo cristiano según Génesis e incorpora la teoría platónica de los cuatro elementos que se combinan para formar «los cuerpos celestiales, la Tierra, el Sol, la Luna y las estrellas, así como todos los animales y plantas».
La Tierra está en el centro, de acuerdo con el modelo geocéntrico del Universo del greco-egipcio Claudio Ptolomeo.
La rodean círculos concéntricos de los otros elementos: agua, aire y fuego, en ese orden. Luego los que representan los planetas y finalmente las estrellas fijas y los «cielos cristalinos».
En total hay diez círculos rodeados a su vez por un coro de ángeles que miran a Dios sentado en el trono en el centro.
En las esquinas, los vientos cardinales personificados.
Esto es apenas el principio.
Las crónicas de Núremberg están divididas en siete edades:
…al final
En la 7ª edad, Schedel no sigue tan detalladamente el Libro de Revelaciones como en la 1ª edad.
Se concentra en los eventos más importantes, empezando por la llegada del Anticristo:
Hay expertos que resaltan la importancia de esta imagen pues aparece cuando el concepto del Juicio Final en sí mismo adquirió un significado nuevo entre los cristianos europeos tras toparse por casualidad con el Nuevo Mundo en 1492.
Mucho antes de que supieran de su existencia, los europeos creían que Cristo retornaría a juzgar a los vivos y muertos al final o en la mitad de un milenio. Pero para que eso ocurriera, el reino universal de los cristianos tenía que estar establecido en la Tierra.
Al enterarse de que había toda una nueva raza de personas en América poco antes de 1500, consideraron que era una señal de que el Día del Juicio Final era inminente.
Sin embargo, la sorpresa de saberse más acompañados en la Tierra de lo que habían pensado, no quiere decir que no se hubieran imaginado antes que existiera otro tipo de seres humanos. ¡Y cómo se los imaginaron!
Si te fijas en el mapamundi que aparece en las Crónicas de Núremberg, verás en el margen izquierdo unos seres marginados, que viven en los extremos más externos del mundo, lugares inhabitables para personas de «humor equilibrado», es decir, europeas.
Los dibujos son de «razas monstruosas» y no era raro encontrarlas en mapas de la época.
De ahí«Hic sunt dracones» -Aquí hay dragones- la conocida frase escrita en el Globo de Hunt-Lenox (1503-07) para señalar territorios inexplorados o peligrosos.
En este caso, los monstruos son varios: el hombre con muchos brazos, el hombre con seis dedos, el centauro, el hombre con cuatro ojos, la persona hermafrodita, el hombre con cuello largo y pico.
Como si eso fuera poco, otra página muestra otros 14 representantes razas monstruosas imaginarias.
Las fantasiosas criaturas debían su origen a historias de la antigüedad y servían para expresar el temor a lo desconocido.
Pero no era un juego: en ese entonces se creía en la existencia de ese mundo misterioso y peligroso, habitado por bestias y seres salvajes.