La premisa del intelectual estadounidense consiste en que existe un rasgo diferenciador entre nosotros y las otras criaturas, esta distinción es el lenguaje, por eso la pertinencia de la pregunta acerca de su significado. Este rasgo es entendido como una capacidad física innata, independiente del uso que le dé cada ser; el lenguaje es más bien una matriz finita pero de uso infinito.
Noam Chomsky no necesita mayor presentación: lingüista, filósofo, activista político e historiador estadounidense, cual polímata a la usanza griega, es uno de los pensadores más reconocidos de este siglo. Considerado figura clave en el ámbito político e intelectual global, a sus 88 años se publica por la editorial Ariel, la traducción al español de su último libro “¿Qué clase de criaturas somos?”, realizada por Jorge Paredes.
Como el título indica, la pregunta crucial consiste en indagar acerca de qué clase de criaturas somos. En busca de respuestas tácitas sobre nuestra especie, Chomsky advierte lúcidamente los límites de nuestras facultades cognitivas sobre lo que podemos entender y su pretensión radica en obtener en el plano de lo dado un conocimiento parcial acerca de lo que somos. En ese sentido, arguye sobre la necesidad de abordar ciertas problemáticas, sobre todo la del lenguaje, al ser éste parte exclusiva e inherente de los seres humanos.
¿Qué es el lenguaje?, ¿qué podemos entender?, ¿qué es el bien común? Y ¿A qué profundidad se esconden los misterios de la naturaleza? Son las cuatro preguntas que abordan el texto en cuestión, todas ellas trazadas por un componente político y por cierto “misterianismo” al cual Chomsky prefiere llamar “obviedad”. Es una breve síntesis que reflexiona acerca del lenguaje, los límites del entendimiento y el bien común, problemáticas que han marcado su discurso y pensamiento por décadas.
El libro condensa en menos de 200 páginas un recorrido clave por autores que lo han acompañado a lo largo de sus discursos políticos y académicos. Cada capítulo aborda temáticas que entremezclan cientificidad y la búsqueda del bien común. En sus páginas nos encontramos con teorías que nos retrotraen a pensadores clásicos como Isaac Newton, Alexander von Humboldt, David Hume y Adam Smith, así como también al pensamiento más contemporáneo de Tomás Kuhn, Bertrand Russell, John Searle, Charles Peirce, John Dewey, y tantos otros que a través de la lectura de Chomsky, abren nuevos enfoques de comprensión.
La premisa del intelectual estadounidense consiste en que existe un rasgo diferenciador entre nosotros y las otras criaturas, esta distinción es el lenguaje, por eso la pertinencia de la pregunta acerca de su significado. Este rasgo es entendido como una capacidad física innata, independiente del uso que le dé cada ser; el lenguaje es más bien una matriz finita pero de uso infinito. La propiedad básica del lenguaje, en sus propias palabras es que “cada lengua proporciona una serie ilimitada de expresiones estructuradas jerárquicamente que reciben interpretaciones en dos interfaces, sensorio-motora para la exteriorización y conceptual-intencional para los procesos mentales.” Parafraseando a Von Humboldt, nos dice que el lenguaje es entendido como el “uso infinito de medios finitos”.
Nuestro concepto o definición de la cosas o de la naturaleza humana es limitado y está condicionado socialmente por nuestros propios defectos de carácter y por los límites de la cultura intelectual en la que habitamos, sin embargo, es fundamental que intentemos obtener conocimiento acerca de los objetivos inalcanzables que pretendemos alcanzar, pues de ese modo podemos realizar hipótesis e investigar bajo la base de un conocimiento parcial.
En el primer y segundo capítulo se abordan los límites del entendimiento humano en términos individuales, los que luego se enlazan con el bien común y cómo la expresión más sencilla puede ser la más compleja a nivel de entendimiento. Habría cierto enfoque peyorativo en el concepto “misterianismo” por lo que él prefiere decirle “obviedad”: “eso es lo que planteaba hace 40 años al esbozar una distinción entre problemas, los cuales entran dentro de nuestras capacidades cognitivas, y misterios, que no lo hacen”.
El tercer capítulo profundiza sobre la idea de los límites y las obviedades referentes a los ideales democráticos, por ejemplo repasa los períodos de procesos latinoamericanos de los años 60 y analiza la actualidad en EEUU en términos políticos, temas que hacen referencia a la desigualdad y modos de operar lejanos al ideal democrático al que debiésemos aspirar. Chomsky comulga con el anarquismo y también toma la bandera de la educación y su práctica, la cual –nos dice- debiera estar diseñada para fomentar la creatividad, el análisis y el trabajo cooperativo, justo lo contrario de lo que sucede hoy. El bien común lo aproxima desde un enfoque de tradición libertaria que pretende desmontar y reconstruir desde la base, es decir, pasar de un orden social feudal a uno democrático. Señala al respecto que “la preocupación por el bien común debería impulsarnos a encontrar formas de contener el impacto diabólico de estas políticas desastrosas, desde el sistema educativo hasta las condiciones de trabajo, proporcionando oportunidades de ejercitar la inteligencia y cultivar el desarrollo humano en su enorme diversidad”.
Si bien es un libro para todo público donde el lector encontrará lo principal de su pensamiento, también lo es para los más eruditos y conocedores de su obra. ¿Qué clase de criaturas somos? Comprende una reflexión de Chomsky sobre temas fundamentales acerca de los seres humanos, que abarcan su visión respecto al bien común, los límites de la cognición, los misterios de la naturaleza y el lenguaje.