«Las últimas tribus», conducido por Jorge Said, muestra la realidad de los últimos reductos de la humanidad que han permanecido ajenos a la globalización en los cinco continentes. «Tienen mucho que enseñarnos, especialmente el respeto hacia la naturaleza, hacia las plantas y sus animales, hacia la vida comunitaria y sobre todo la falta de estrés y la alegría y simpleza de sus vidas, que contrasta abiertamente con la desesperanza e insatisfacción de la sociedad contemporánea».
En un estreno de película, una serie cultural debutó en televisión abierta el pasado 1 de julio para liderar la sintonía por sobre los programas de farándula que dominan el sábado por la noche, como «Morandé con Compañía».
«Las últimas tribus», de reportero Jorge Said, logró cautivar a la audiencia con un capítulo dedicado a Etiopía, donde mostró cómo los Dassanech, un pueblo que vive en condiciones de extremo calor en el desértico valle del río Omo, luchan por la sobrevivencia de su cultura.
“Las Últimas Tribus”, se transmite todos los sábados en la franja del prime de “Sábados de Reportajes”, a las 23.30 horas por las pantallas de Canal 13. En su capítulo estreno el programa lideró su horario alcanzando 13.4 puntos de rating online, con varios peak de 15 unidades. En la misma franja, TVN obtuvo 4.1, Mega 10.8 y CHV 9.3 puntos.
Se trata, por cierto, de una serie que, mostrando el presente de estos pueblos, permite imaginar cómo vivían nuestros ancestros.
Los Dassanech son uno de los pueblos que Said mostrará en su programa en seis meses de recorrido por países de América, África y Asia.
Este periodista viaja totalmente solo y cada capítulo es un diario de viaje donde se ve cómo consigue moverse en avionetas, trenes y cualquier medio de transporte para llegar hasta lugares totalmente aislados e inhóspitos.
Alejado del estereotipo del explorador occidental «civilizador» y paternalista tipo Claudio Iturra que abunda en las pantallas y que mira en menos a sus entrevistados, Said comparte con las comunidades que visita y muestra cómo viven, comen y duermen, sin ningún tipo de maquillaje a la realidad.
Así desfilan por sus cámaras los «gitanos del mar» del Sudeste Asiático, que viven y mueren en sus canoas, además de pescar en las profundidades; los kazaks, de Mongolia, que usan águilas para cazar a 40 grados bajo cero; o los koroway de Borneo, que comen cocodrilos y serpientes y son caníbales hasta hoy, «que me contaban lo rico que es la carne humana, especialmente los muslos y brazos».
Este semana el realizador viajará al Amazonas para terminar la serie, “porque es el lugar donde hay más tribus no contactadas del mundo. Se dice que hay 150 tribus que nunca han visto al ser humano”.
Con este capítulo, Said también quiere denunciar la deforestación «que se esta haciendo a ojos de todos del pulmón del planeta y que a ningún gobierno parece importar. Esto es una urgencia debemos todos actuar hoy, no mañana, para salvar al planeta y para salvar a nuestras tribus, a nuestros ancestros del exterminio total».
Esta serie está directamente relacionada con la anterior de Said, «Reportero en Tiempos de Crisis», donde el realizador abordó diversas guerras y conflictos alrededor del mundo, como Siria.
Igual que en ese programa, se «trata de un periodista que parte solo en busca de contenidos extremos, imposibles para el reporte tradicional, en áreas de crisis y emergencias en África, en Asia, en América y en Oceanía», comenta Said.
«Es un tipo de periodismo que intenta ser una revolución total en la manera de obtener contenidos, ya que implica muchas vivir con sus propios personajes y protagonistas de cada historia, que va en busca de esa verdad elusiva con el objetivo de traerla a nuevas audiencias que desconocen completamente estas realidades».
En sus palabras, se trata de una serie que se realiza 100% en terreno, sin accesorios ni luces, un poco en el sentido del movimiento Dogma en cine. «Ademas nunca hay que olvidar que para acceder a áreas de alto riesgo yo me disfrazo de turista con una cámara fotográfica que en realidad realiza videos de alta definición y gran calidad. Esa es un gran atributo de la serie».
Para filmar, Said además debió lidiar con temas como la comida y las enfermedades.
«La comida es algo muy difícil especialmente para mí, que soy todavía una persona muy escrupulosa que no come gusanos, serpientes, caracoles, ranas, cucarachas, hormigas… siempre tenía que andar con unas latas de atún, unas cocacolas que no son buenas pero quitan la sed y el hambre, y almendras y frutos secos», cuenta.
Las enfermedades también fueron un tema. Entre los mayores peligros figuran las picadas de serpientes o mordidas de monos, perros salvajes o cocodrilos.
«Pero lo peor fueron los mosquitos, que me obligaron a ir a urgencias debido a que sangraba por todo el cuerpo. También pisé corales venenosos, el dolor más fuerte de mi vida», sin mencionar las arenas movedizas «que me tragaron hasta la mitad del cuerpo y me dejaron dos días sin poder hablar».
El objetivo de Said es ir en busca de los últimos grupos humanos que conservan sus estilos de vida como en los albores de la civilización y que hoy se encuentran en peligro de extinción total.
«Queríamos alejarnos de los programas de viaje y de los destinos turísticos e ir en busca de realidades durísimas y arriesgadas para mostrarlas por primera vez en la televisión chilena de un modo extremadamente particular, un reportero solo acompañado de sus cámaras y micrófonos que encuentra estas tribus nómades y vive con ellas en la intimidad de sus cotidianos», explica.
Said confiesa que le sorprendió la «enorme» dignidad y orgullo que poseen estos pueblos, hoy amenazados.
Y destaca que luchan «férreamente» para que todos los países del mundo que firmaron el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), «que reconoce el derecho a la total y absoluta propiedad de las tierras en que nacieron los pueblos originarios, sean respetados por los países firmantes, uno de los cuales es Chile y el resto de Sudamérica, que es un área donde estos derechos son violados diariamente», como ocurre con los mapuche en nuestro país.
«Aprendí también el respeto que tienen las tribus por la naturaleza, ellos son quienes mejor defienden el medio ambiente, tienen una caza y pesca muy sostenida y acotada, jamás caza para la explotación. Lo más increíble fue con las tribus Iban y Penan en Borneo, cuando me dijeron que no necesitaban alimentos industrializados de nuestra sociedad ya que la jungla es su más grande supermercado, que tampoco querían remedios y medicamentos ya que las 150 mil plantas de la selva son la mejor farmacia existente en la tierra. Eso fue muy emotivo y fuerte».
Said admite que entre estos pueblos hay algunos aspectos «criticables», como el «excesivo y eterno machismo y la mutilación genital femenina, que son cosas a mi juicio muy duras desde un punto de vista occidental».
Pero aún así, ha concluido que «civilización» es un término «absurdo», ya que estos pueblos «también constituyen una gran civilización que tiene mucho que enseñarnos, especialmente el respeto hacia la naturaleza, hacia las plantas y sus animales, hacia la vida comunitaria y sobre todo la falta de estrés y la alegría y simpleza de sus vidas, que contrasta abiertamente con la desesperanza e insatisfacción de la sociedad contemporánea».