Los diversos elementos que constituyen la puesta en escena, están muy bien trabajados, con precisión, extraordinario profesionalismo y con actores y actrices que son capaces de manifestar competencias múltiples, las necesarias (y difíciles de encontrar en conjunto, en un solo ejecutante) para sostener un musical.
Una pantalla para las diversas escenas, la fantasía, la música, el baile, 15 actores y 15 bailarines, un trabajo escénico intenso, vivo y que implica diversas formas de impactar en el público, son las primeras ideas que vienen a la hora de hablar de este montaje de Fiebre de Sábado por la Noche. Es posible atribuir estas características al género musical, particularmente si se entiende el género como un tipo de lenguaje escénico con rasgos específicos, con un consenso de verosimilitud bastante específica, en cierto sentido, tan concreta como el de la ópera o la tragedia clásica en verso; después de todo, tal como debemos aceptar en el teatro clásico que los personajes hablen en verso y en la ópera que hablen cantando, en el musical cantan, bailan y viven sus conflictos en medio de números de música que organizan la acción en escena.
Sin duda, el desafio que tiene el musical, es lograr el equilibrio y viaje entre las escenas, baile y canciones, es el arte de hacer parecer que la escena requiera ser bailada o cantada y que a su vez, estos elementos estén para contar una historia, que precisamente la escena requiera un movimiento de danza o interpretación musical que surja como una extensión de la misma sin quedar como escenas aisladas .
“Fiebre de Sábado por la Noche” es uno de los mejores ejemplos de ello, en tanto a la la astucia e inteligencia para lograr que funcione bien el entramado de luces, escenografía, música, bailes y actuación. En este sentido Moira Miller, directora general y Ángel Torres desde las coreografías, hacen una gran dupla creativa, y dialogan muy bien desde la organicidad, naturalidad con la cual enfrentan el carácter multidiciplinal que tiene este género dramático.
Los diversos elementos que constituyen la puesta en escena, están muy bien trabajados, con precisión, extraordinario profesionalismo y con actores y actrices que son capaces de manifestar competencias múltiples, las necesarias (y difíciles de encontrar en conjunto, en un solo ejecutante) para sostener un musical.
Escenográficamente, el trabajo es muy acabado, tanto el juego de iluminación que se relaciona de manera muy bien sincronizada con pantallas que reproducen o miman diversos espacios para el avance de la acción. Por lo demás, dichas pantallas se ubican en escena de tal modo que permiten su correcta visualización desde distintos espacios (desde el público) y la posibilidad de dar profundidad a los distintos paisajes, y proyectan diversos niveles escénicos, generando alturas interesantes , como es el caso de la proyección del puente en altura, le daba un gran vertigo a la escena , del mismo modo, hay un trabajo cuidado en torno a las imágenes que se proyectan, estas son de alta calidad, lo que se agradece, en tanto, son el soporte fundamental para los cambios escénicos, junto a una estructura de dos pisos sobre la que suceden las acciones.
Las actuaciones también son un acierto. Los personajes protagónicos y secundarios están desarrollados con alta competencia. Creo que vale la pena tener conciencia que articular actuaciones dentro de un musical, no es en absoluto fácil, por una parte, se requieren capacidades técnicas complejas: bailar y cantar muy bien en principio, pero también resulta difícil dotar de verosimilitud, de verdad escénica, a esos personajes, precisamente por lo alejado del realismo tradicional que está el formato representacional en el que los musicales se enmarcan.
Eyal Meyer, en el rol de Tony Manero desarrolla un trabajo notable. Es capaz de bailar y cantar con fuerza, seguridad y precisión, su trabajo es altamente competente y, al mismo tiempo, es capaz de dotar de profundidad y sentido humano a un personaje que, tal vez, en manos de un actor menos dotado, sería un simple dibujo de cartón, una maqueta empobrecida; como hemos dicho, Eyal Meyer hace precisamente lo contrario, destacando su capacidad actoral al estructurar un personaje con grises, tensiones y distensiones, así como sentido del conflicto.
Del mismo modo, vale recordar el trabajo de Francisca Walker (Stephanie en escena), todo un hallazgo en este sentido, pues, aunque ya se la ha visto en teatro y televisión, dentro de “Fiebre de Sábado por la Noche” desarrolla un trabajo valioso y central, su capacidad vocal es particularmente meritoria, incluso excelente, pues no simplemente canta, sino que interpreta con preciosismo y sentimiento, las canciones (nada fáciles) que debe sostener en escena, del mismo modo, es capaz de instalar sentido dramático en su actuación. Del mismo modo, Josefina Fiebelkorn (Anette para la obra) también demuestra alta competencia en la construcción de su personaje, siendo capaz de sostener también su actuación, tanto en el ámbito vocal como en términos de actuación. Precisión, cuidado en la construcción del rol y verdad escénica, son adjetivos que convienen a la hora de ilustrar su actuación.
Felipe Rios, con su locura y extravangancia escénica, le entrega a la escena una riqueza teatral y el humor que sin duda alguna la hace crecer, es un personaje que genera un gran vinculo con el público.
Tanto coreografías como banda musical, parecen de un alto nivel. La ejecución de los momentos de danza que relamnete transmiten el espíritu de los 70, con complejos cambios de ritmo, así como de las canciones, no tienen nada que envidiar a espectáculos de nivel mundial, la factura es precisa, rigurosa y ajustada a pautas de calidad, pocas veces vistas; una vez más, se hace evidente que el género ha crecido notoriamente en nuestro país.
A nivel argumental, es cierto que los musicales suelen tratar (o sus adaptaciones suelen tratar) conflictos sencillos, mundanos incluso y sin un diálogo con grandes temas o reflexiones en torno a la contingencia o la vida. Creo que esto es absolutamente cierto y no puede pretenderse dotar a un espectáculo, o leer en él, algo que no necesariamente posee, sin embargo, también creo que cada estilo tiene su formato, sus consensos y un tipo de verosimilitud vinculado al lenguaje sobre el que se juega el trabajo, por lo mismo, no creo que este montaje quede al debe en este ámbito, sino que simplemente, se trata de un tipo de obra cuyos intereses y objetivos están, legítimamente, vinculados a intereses diversos que los del teatro más tradicional. Sin embargo, justamente, la característica por la que se puede elevar y diferenciar a este musical de otros, es por la riqueza de las escenas, personajes y porque las canciones y bailes no están vacíos, sino que completan un discurso y responden a una historia en la que realmente los personajes tienen en sus viajes, puntos de inflexión, en los que subyacen en un discurso. Se infiere desde este punto de vista que hay un detallado trabajo de dirección.
La dirección general de Moira Miller es, en muy diversos ámbitos un acierto absoluto, a través de su trabajo podemos acceder a un montaje complejo técnicamente hablando, con precisión, sincronía y talento de músicos, actores y técnicos que ella sabe hacer relucir. Y Ángel Torres sin duda nos deleita con sus coreografias no sólo desde lo espectacular, sino que realmente hay una profundidad en la propuesta.
“Fiebre de Sábado por la Noche” es un musical en toda ley, un paso adelante para el género dentro de nuestro país y que destaca por su rigurosidad, así como por los actores y actrices que brillan en escena.
FIEBRE DE SABADO POR LA NOCHE
Teatro Municipal de Las Condes, Av.Apoquindo 3300
Desde 26 de Octubre al 2 de Diciembre, 18:00 Hrs, 20:00 Hrs
Martina Sivori. Actriz.