Salvo en el Reino Unido, Line of Duty no es ni la serie más descargada, ni la más pirateada. Su impacto en los Estados Unidos es modesto debido a que muestra una realidad policial distinta, que con seguridad, genera ruido en las audiencias americanas.
De todas las series visionadas durante el cambiante y convulso 2017, la temporada número cuatro de Line of Duty (BBCONE) es con diferencia la mejor de todas. Y esta opinión no responde a mi obsesión conocida y diagnosticada por el drama policial británico, sino que obedece a un análisis personal, pero objetivo, de sus soberbias cualidades narrativas que logran hilvanar con perfección temas de impacto social y personajes carismáticos. Los arcos temporales de su relato, que se expresan a través de pequeñas pistas, son datos sabrosos que transforman al espectador en un improvisado detective a partir de la primera temporada. Digamos que hay que estar atento a las jugadas y a los diálogos, sobre todo en los interrogatorios, donde el duelo retórico puede ser todavía más intenso que en una (buena) pelea de boxeo. En estas escenas, el que pestañea pierde. Por lo tanto, sí, podríamos decir incluso que enfrentarse a Line of Duty supone un pequeño desafío intelectual.
No lo digo sólo yo. También lo hace el reputado diario The Guardian, que en su ranking anual de series le asignó el segundo puesto por debajo de The Handmaid’s Tale, con una Elisabeth Mossque la sigue rompiendo desde Mad Men. Y con ese dato ya podría poner punto final al texto. Pero hablar del autor material e intelectual de este tobogán de emociones corruptas, Jed Mercurio, se hace tan necesario como pertinente.
El caudal creativo de Mercurio es impresionante. Su nueva mirada del formato policial oscuro, no sólo brinda una dignidad especial a la obra, sino que además, literalmente, trapea el suelo con las emociones del espectador. Los que seguimos la serie, vamos, aquellos que la vemos sin celular en la mano, expresamos con el cuerpo acciones que van desde la clásica boca abierta, hasta la emisión de un largo y sonoro ¡oooh!, que comúnmente es señal de perplejidad por un giro dramático, qué digo dramático, por un girón loco e inesperado de los acontecimientos. Sin temor a equivocarme, señalo que el trabajo audiovisual de Mercurio afecta físicamente a su público, al mismo nivel o más que el final de la La Boda Roja, o la muerte de Oberyn Martell en Game of Thrones. No es poco, no se si me explico.
Justo cuando termina uno de los episodios de esta temporada, el locutor de continuidad de BBC, ese que habla con voz rápida y formal cuando aparecen los créditos luego de llegar al clímax de la narración, y justo antes de empezar la música de cierre, dice algo más o menos así: ¿También estás gritando?. Qué quieres que te diga. Sí. Grite: ¡aaah! No lo suelo hacer, pero no podía creer lo que veía. Así es Line of Duty.
Salvo en el Reino Unido, Line of Duty no es ni la serie más descargada, ni la más pirateada. Su impacto en los Estados Unidos es modesto debido a que muestra una realidad policial distinta, que con seguridad, genera ruido en las audiencias americanas. Veamos. Los protagonistas son miembros de la unidad AntiCorrupción AC-12, organización (ficticia) pulcra y transparente que vela por el accionar ético de toda la policía inglesa. Algo así como los de Asuntos Internos yankees, pero cuya reputación, al menos en la representación cinematográfica, siempre está por el suelo. Sin embargo, lo que con seguridad provoca mayor disonancia cognitiva en el público estadounidense, es la curiosa (buena) práctica policial de no ir armados hasta los dientes en el espacio público. Hay en este hecho un tufillo de superioridad cultural, que no deja de llamar la atención incluso aquí, donde sabemos lo que calza nuestra policía verde. Más AC-12, menos Pacogate.
Como sea, la lucha contra la corrupción policial, en el amplio sentido de la palabra, define a los guiones de Line of Duty. Y en la cuarta temporada, dicha corrupción se hace carne en un personaje misterioso conocido como Balaclava Man (el hombre del pasamontañas). Todo un suceso en UK donde incluso llegó a copar portadas de diarios con la pregunta, ¿quién es Balaclava Man? En épocas donde el terror global impera, digamos que el pasamontañas reina, y su efecto en las audiencias de este drama audiovisual es evidente. Genera cierta psicosis, al nivel del ¿quién mató a Patricia?, en La Madrastra, o ¿quién es el asesino?, en Alguien te mira. Son los efectos de los medios, ampliamente estudiados en el siglo pasado.
La temporada 4 está disponible en Netflix. Las historias del bueno del Detective Sargento Steve Arnott (Martin Compston), la detective Kate Fleming (Vicky McClure), el Superintendente Ted Hastings (Adrian Dunbar), la Detective Inspectora Jefe, Roseanne “Roz” Huntley (la gran Thandie Newton), el forense Tim Ifield (Jason Watkins) junto al villano invitado, Balaclava Man, te esperan.
No pierdas tiempo en disfrutar uno de los sucesos de la televisión global en 2017. Una cosa más. Gracias Jed Mercurio y feliz 2018.
@ClaudiolagosO.