“De pronto unas voces en la calle
me gritaron ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
“¿Soy acaso negra?”- me dije
¡SÍ!
“¿Qué cosa es ser negra?”
¡Negra!”
Me gritaron negra de Victoria Santa Cruz
Si en Pinochet Boys (2016) los personajes se desplegaban en un ambiente atosigante, colmado de trepadores debido a la configuración del modelo económico que se apropia de las relaciones íntimas y sociales. En Ciudad Berraca, quinta novela de Ramos Bañados, habla sobre la migración de personas que huyen de la guerra colombiana y sufren la patriotería chilena.
Al igual que en libros previos, este volumen se instala en Antofagasta, describe los procesos migratorios, y la discriminación de la población local que los concibe gente menesterosa. Justamente, con el omnisciente que desactiva al lector, narra el arriesgado viaje desde Colombia de la familia Parrada Castillo y los tres hijos Jean, Alex y Eyhi. En la figura del hermano mayor se focaliza el relato. En Jean, se alza la esperanza de cambio que en el cotidiano se ve relacionado ante la droga, la violencia y el neonazismo del chileno promedio. Dicha parentela atiende a testimonios de otros inmigrantes, los que señalan que esta borrachera neoliberal, a diferencia de sus propios países, parece ser el paraíso que les permitirá mejorar las necesidades básicas. Es decir, un país que otorga crédito y préstamos a personas que lo solicitan –da igual si puede pagarlo o no–, salud eficiente, mayor tranquilidad, escuelas grandes y acceso a la universidad, lo que les permite creer la posibilidad de emprender.
Al llegar, la familia se encuentra con las oportunidades que entrega esta nación. En Los Arenales, parte anexa a la ciudad, llegan las instituciones a procurar asistencia a los migrantes desamparados. Ellos viven en la marginalidad por el hecho de vivir cerca del vertedero de la ciudad, de allí se abastecen de yogures y pollos vencidos, sustraen electricidad de los postes y por ahí pasa el camión aljibe para proveer de agua para tres días. De igual modo, la aglomeración de inmigrantes es tal, que terminan construyendo las casuchas en las laderas de los cerros donde, eventualmente, se producen aluviones. Por otro lado, están las mafias de los narcos que venden coca con veneno para ratas y controlan sectores a punta de balas.
Los medios de comunicación y la educación normada son formas que ordenan la sociedad. Así lo señala el narrador: “Cada tanto los rayados eran borrados con pintura por la municipalidad luego de las cartas tipo denuncia de xenofobia que aparecían en El Mercurio de Antofagasta, el diario que masificaba la manera de pensar de los poderosos.” (11) De esta manera, aparece un discurso crítico sobre el rol social de las instituciones que confunden la tolerancia con la permisibilidad de los discursos pluralistas.
La novela se siembra sobre los Parrada Castillo. A excepción de las religiones, las sectas que imponen la visión de mundo particular a cambio de oportunidad de crecer. De lo anterior, quien lo sufre es Alex, quien destaca por su talento para el futbol y pretende exportarlo a Santiago. En el intertanto, Eyhi, apodada la Niña Bala ya que tiene dentro de su cabeza una bala perdida. Este testimonio que es usufructuado por el padre, permitirá que la familia obtenga los papeles legales cuando salga en las noticias locales.
La pasión por el futbol que despiertan las barras bravas despliega el nacionalismo indecente que sirve de publicidad. La intolerancia racial, a modo de herencia de la dictadura, confluye en un escenario de violencia máxima que abarca toda la ciudad.
Ciudad Berraca confirma la buena prosa de obras anteriores, el tono crudo y sarcástico, la persistencia en visibilizar la xenofobia chilena de las últimas décadas. En este libro es menos punzante, menos abrumador y más pausado en los relatos debido al tipo de narrador elegido, porque convierte al lector en un consumidor de estos temas.
Ciudad Berraca (2018), Rodrigo Ramos Bañados. Alfaguara Ediciones, 145.