“No encendáis las lámparas / ni me llaméis. / Dejadme aquí sin luces. / Mi alma está mejor en la penumbra”, Alberto Rojas Jiménez.
La poesía no es solamente asunto de futuros, quizá también un acto de rebobinar, retroceder. El poemario “Avísame si estoy muriendo” (Editorial Forja, 2018) de Francisco José Paredes Vera (Valdivia, 1987) se enmarca en un tono peculiar, en este sentido. Algo así como un vahído otoñal, recuerdo de otras épocas, un guiño, un ejercicio de pasado.
Hay, cómo no, melancolía.
Prescindiendo de un hablante lírico innegable de certezas, Katen” como llaman al autor, ha convocado emociones prófugas, cuestionamientos, suaves ironías. Deambula cual fantasma desvencijado, en plena soledad, efímero, precario.
“Yo soy parte de las paredes /y me observo deambulando /queriendo encontrar palabras perdidas” (poema “Deambulando”, pág. 13).
“(…) Disculpo al tiempo por hacerme creer / en la perpetuidad de lo nuestro” (poema “Deambulando”, pág. 13).
“Los poetas de mi barrio / no escriben poesía. / Se las arreglan metafóricamente / para llevar el pan a sus casas” (poema “El pan de los versos”, pág. 41).
“Los evangélicos se olvidan de predicar / cuando empieza a caer la llovizna satánica /en sus textos sagrados. / Soy propenso a desmantelar las intenciones / de los hombres que se encuentran en los paraderos, / pero vi las nubes bajar hacia tu torso, / y aunque la televisión abierta / someta todos los días, / a sus telespectadores a la cámara de gases, / los charcos de agua se encontraban abrochados / a tu garganta” (poema “Paraderos”, pág. 27).
No hay plenos poderes, hay material poético diverso. Objetos como calcetines, pijamas, maniquíes, armarios, escritorios. También gatos, mandarinas, paraderos, micros. Pero la ciudad, ante todo. Valdivia, geografía emotiva y experiencial que dota a la poesía de Francisco José Paredes Vera de un aire provinciano. Lo que no está mal, desde luego, considerando el asfixiante centralismo también reproducido en producciones y saberes, y críticas literarias.
“Algo de mí se ha quedado conmigo y no sé por qué. / Quizás, bebimos por mucho tiempo / del único vaso, /estuvimos enraizados en el mismo asiento / de la micro” (poema “Algo de mí se ha quedado contigo / y no sé por qué”, pág. 17).
“Quisiera estar en esos columpios quejumbrosos, / una vez preparada la infusión de té negro con cacao / y menta” (poema “Columpios”, pág. 67).
“Nadie va quedando en Valdivia, / un par de amigos que la soledad consume / y hacen como si no existieran; / ni rastros de mis equivocaciones / y disputas de adolescente” (poema “Se están yendo”, pág. 59).
“De Valdivia aprendí / que la lluvia existe para recordar /pequeñas historias, /porque eso somos nosotros: / una historia de fantasías y fantasmas” (poema “Cuando bajo las escaleras”, pág. 23).
Hay sensualidad en “Avísame si estoy muriendo”, pero no desde la dominación monocorde de la masculinidad. Hay cuidado y delicadeza. Hay respeto. Un amor forjado desde la introspección, sin ánimo de renunciar a consentimientos.
“Es cierto, / no hay nada que ocultar en mis intenciones. /Quiero verte desnuda, / tan desnuda / como para ver lo que están pensando, / las palabras transitando tu faringe / y los deseos recostados / en el diván. / Ofrezco mis disculpas, / si lo insinuado te hiere” (poema “Propuesta”, pág. 25).
“Acuéstate con el universo si quieres. / Tenerte solo a mi lado / sería un acto de extremo egoísmo / e ingratitud” (poema “Acto de generosidad”, pág. 101).
“Intento forzado / de una cultura moralmente represora / en querer llevar al ser humano / a un estado afectivamente impuesto” (poema “Monogamia”, pág. 103).
Como todo poeta situado y lúcido, “Katen” dialoga con otros. Con Francisco de Quevedo, Rainer Maria Rilke, Garcilaso de la Vega, Oscar Wilde u Oliverio Girondo. Con Bergman, Kubrick, Lynch y Pasolini. Con Francisco de Goya. Con Chet Baker, Mozart y Miles Davis. También con lugares como la Fontana de Trevi, la Plaza de Armas, Ñuñoa o el Normandie; y referencias a la cultura popular como la Dolce Vita. Intertextos que develan un lenguaje culto aunque no por ello menos cotidiano, accesible. No rebusca, al contrario. Con una simpleza casi pedagógica, convoca un sinfín de cosas desencantadas, a punto de desaparecer.
“Eres como un soneto, / precisa, con ganas de encuadrar el mundo” (poema “Eres más bella que el mismo diablo”, pág 19).
“Parezco estar cada vez más loco, / no logro descifrar tal incógnita / fundada en ese sentimiento de pérdida” (poema “Algo de mí se ha quedado contigo / y no sé por qué”, pág. 18).
“La verdad, no soy gran cosa / y cualquier fantasma que deambule por la cocina / podría hacerlo mejor” (poema “Maniquíes”, pág. 83).
“Después de todo esto, /y sin esperar mayor recompensa, / por fin logro encontrarme con la soledad / y mi reflejo desdibujado / en el polvo de los muebles” (poema “Después de todo esto”, pág. 21).
Escribir desde lo tácito, lo sugerente, pareciera ser el estilo de Francisco José Paredes Vera. Una poesía de muchas búsquedas y pocos encuentros. Es del todo necesario, cuando hablamos de tiempos convulsos, extraños, violentos, recordar que las líricas grises también tienen su espacio en el diverso panorama literario actual.