La exposición «Este puede ser el lugar» se desarrollará en una construcción de los años 40 que será transformada en un hotel. El carácter de la muestra es variado, primero por los distintos medios en que cada uno de estos artistas desarrolla su trabajo, como pintura, instalación, bordado, collage, cerámica, video, foto y performance. También por los diferentes intereses y puntos de vista de cada uno de ellos: hay obras formales, políticas, íntimas y otras que utilizan el humor.
Ayer fue un edificio de departamentos destinado a acoger a los miembros de la Corte Suprema que eran de regiones. Mañana será renovado para convertirse en un apart-hotel, cafetería y bar, en 2020. Sin embargo, antes de que eso suceda, será la sede de una singular muestra artística para exhibir pinturas, instalaciones y videos, entre otros.
La exposición «Este puede ser el lugar» –que remite a la chance artística de la muestra, pero también a una canción de Talking Heads («This could be the place»)– se desarrollará en un edificio ubicado en pleno centro, en calle Carmen 36, en la construcción de 1940 que fue obra del arquitecto José Araujo, abandonada en las últimas dos décadas. Estará abierta durante sola una semana, del 21 al 28 de julio. En la muestra participarán 20 artistas, en una modalidad usual en Europa pero más desconocida en Chile.
Se trata de una iniciativa conjunta entre la empresa familiar Las Malvas, dedicada al reciclaje del patrimonio arquitectónico y con varios proyectos a su haber, y el Taller León, con más de una década de trayectoria.
En la muestra participarán Laura Ameba, Virginia Acosta, Gaspar Álvarez, Claudia Bitrán, Cristóbal Cea, Isidora Correa, José Pedro Godoy, Juana Gómez, Rocío Guerrero, María Karantzi, Alexandra Mabes, Matthew Neary, Camila Pino Gay, Rosario Perriello, Juan José Richards, Marcos Sánchez, Catalina Schliebener, Javier Toro Blum, Esteban Vargas y Maite Zubizarreta.
El enlace entre Las Malvas y el Taller León fue Paula Urzúa, cuya familia se dedica al emprendimiento inmobiliario.
La empresa cree «en la necesidad de conservar el paisaje urbano como pieza clave de nuestra memoria y se especializa en la restauración de edificios históricos inspirada en su gran potencial cultural, su vocación pública y capacidad de propiciar nuevos espacios de encuentro en la ciudad». Otro proyecto suyo fue el Ex Club Fernández Concha y Casa Goycolea (Compañía 1263), finalizado en 2016, y que también incluyó una iniciativa artística (One Moment Art, donde hubo música, teatro, cine y otras actividades).
«Todo esto surge porque te encuentras con espacios vacíos que hemos querido ocupar con actividades culturales de todas las áreas», explica Urzúa. «Se dan o cuando terminamos una remodelación o aún no hemos comenzado una construcción y el edificio está en un momento de vacío», detalla.
El objetivo es «mostrarle a la sociedad una forma nueva de reciclar edificios. En vez destruir capas de historia, se trata de buscar un nuevo uso a un espacio y mostrar otra alternativa de trabajo inmobiliario».
En el caso de Carmen 36, cada uno de los artistas ha elegido un espacio, en donde mostrarán obras pensadas según las características específicas del lugar. Por eso serán creaciones únicas que solo durarán la semana que esté abierta la exposición. El edificio consta de cinco pisos, cada uno con dos departamentos de tres habitaciones.
«Hay obras que se van a hacer hasta con el papel mural que hay en el edificio o en espacios como el baño y la cocina. Imagínate que este lugar ni siquiera tiene luz, así que está todo pensado para trabajar y recorrer el lugar con luz natural», comenta Rosario Perriello, organizadora y una de las artistas participantes del Taller León.
«Algunos trabajos se hacen in situ y a otros artistas se les pidieron obras específicas, pero la mayoría fueron hechas para el lugar. Había que ver cuáles también podían funcionar en un lugar así, abandonado. Había que meterse en la arquitectura en el lugar. Varios están trabajando allí mismo», cuenta.
«Pensamos un recorrido en el que fueran apareciendo intervenciones que no fueran demasiado invasivas con el espacio», explica por su parte el pintor José Pedro Godoy, también miembro del Taller León y otro de los participantes. «También como una oportunidad para experimentar», agrega.
El edificio podrá ser recorrido libremente para transitar por los ocho departamentos deshabitados en donde se despliega la muestra. Solo algunas de las habitaciones han sido intervenidas, dejando en evidencia el paso del tiempo y su historia. Para la ocasión, los nueve artistas del Taller León invitaron a otros 11 a sumarse al proyecto.
El carácter de la exposición es variado, primero por los distintos medios en que cada uno de estos artistas desarrolla su trabajo, como pintura, instalación, bordado, collage, cerámica, video, foto y performance. También por los diferentes intereses y puntos de vista de cada uno de ellos: hay obras formales, políticas, íntimas y otras que utilizan el humor.
Por otro lado, los trabajos que podrán verse en «Este puede ser el lugar» están en distintos estados de resolución, desde la puesta en escena de un proyecto, hasta procesos creativos, además de obras ya terminadas, las que han sido replanetadas para ser expuestas en este nuevo espacio. Todo esto dialoga por el carácter instalativo de sitio específico que tiene la exhibición.
«Este puede ser el lugar» es una muestra compuesta por artistas chilenos jóvenes y emergentes, los que tienen una participación activa en los principales espacios expositivos de la escena chilena, tanto institucionales como independientes.
Juan José Richards es otro de los participantes en la muestra.
«La idea de Carmen 36 me pareció interesante porque todos los que vamos a exponer ahí trabajamos en distintas disciplinas: hay pintores, instaladores, ceramistas, artistas que hacen videos, performances y también poetas», explica.
«Por otro lado, me interesó mucho el lugar. No solo por la operación de recuperación de un inmueble abandonado, sino que me gusta la idea de trabajar en un lugar que esté en ruinas. Cuando fuimos a elegir en qué pieza iba a exponer cada uno, nos paseábamos en silencio por los pisos del edificio viendo con qué conectábamos. Era bien fantasmagórico vernos deambulando por departamentos abandonados. Lo sentí un poco como una sesión espiritista en la que cada uno invocaba algo y proyectaba sobre estos muros una obra. Por eso me gusta tanto el nombre de la muestra («Este puede ser el lugar»), porque tiene algo de adivinación y me gusta pensar que mi propio trabajo es así: tentativo», señala.
En su caso, Richards va a mostrar una obra que se llama «Donde fuego hubo», una novela gráfica dividida en varias láminas que están armadas con titulares de diarios y con imágenes de revistas deportivas antiguas.
«Quiero contar las etapas del desamor: la negación, el quiebre, la despedida, el duelo y el despecho. Para esto estoy trabajando con collages hechos con recortes de textos y fotos que arman relatos breves y muy visuales», dice.
Esta obra es parte de un proyecto mayor que viene desarrollando desde el 2014 y que se llama «Pequeños Destinos Clasificados», que se ha expuesto en Brooklyn y en la feria IMPRESIONANTE del Museo MAC.