En el Festival de Cortometrajes InterFilm, de la ciudad de Berlín, la directora venezolana Joanna Nelson deja la comedia para presentar la cruda realidad del hambre en Venezuela con su cortometraje “Harina”.
Cada vez se alzan más voces que muestran la dureza del régimen chavista a cargo de Maduro. Ya no son solo los periodistas de la prensa mundial los únicos en destacar la realidad que allí se vive sino también los propios artistas que poco a poco, y fuera de su país, comienzan a expresarse sin caer en la polarización. Joanna Nelson es una de ellas.
A comienzos del 2018 inició un proyecto audiovisual integral acerca de la crisis social y económica en Venezuela. «Harina”, que viene de ganar el premio al Mejor Cortometraje Internacional Iberoamericano en el Festival Iberoamericano de Huelva, fue apenas el primer paso. El cortometraje se estrenó a fines de noviembre en la 34º edición del Festival de cine InterFilm, de Berlín, donde estuvo seleccionado en la competencia internacional sobre derechos humanos y ganó una mención especial.
La crisis política en Venezuela afecta indudablemente también al arte y a la cultura. La inflación y escasez de recursos impiden un correcto desarrollo de las actividades culturales, y la persecución política por parte del Estado hace que los artistas vivan con miedo de retratar lo que allí sucede. Esto obliga a directores como Nelson a exiliar su obra fuera de Venezuela.
A modo de ejemplo, la directora comenta que conseguir a los actores le fue difícil porque muchos viven con miedo de ser perseguidos por el régimen, sin embargo y a pesar de la grieta política que se vive en el país, el equipo de la película contó tanto con antichavistas como con chavistas -diferenciándolos de los maduristas- dado que todos están convencidos de la situación de crisis que se vive en el país.
Su cortometraje busca ser un fiel reflejo del hambre debido a la crisis de abastecimiento, de la que la misma producción no pudo salvarse, ya que durante la filmación tuvieron que alquilar comida para usarla como decorado, y hasta le pagaron con víveres a los actores, en vez de con dinero.
A pesar de la crisis y la persecución, Nelson enfrenta al miedo y presenta «Harina” al mundo. En diálogo con Deutsche Welle, la directora habló en profundidad sobre su experiencia personal y acerca de la cruda realidad que azota a Venezuela
¿Por qué comenzó con el cine en 2012?
Yo vengo de hacer teatro desde pequeña. En mi jardín, cuando niña, montaba producciones de teatro para mis amigos y familiares. Vestía a mis amigas y les decía qué tenían que hacer. O sea que las dirigía. Luego fui haciendo cursos y talleres de teatro, hasta quise estudiar actuación.
Y entre el 2014 y el 2016 trabajó en teatro y cine en Caracas.
Más o menos. Fue una estadía intermitente, porque pasaba quizás tres meses en Venezuela y luego me tenía que ir. Era muy difícil trabajar, en especial, al comienzo del año, por la situación del país en general, y en particular debido a las protestas que hacían caer el trabajo. Tanto público como reparto escaseaban durante esos días porque o bien no podían llegar por los cortes en las calles o porque estaban protestando. En dos oportunidades me tuve que ir de Venezuela porque se me caía el trabajo debido a las protestas.
¿Y cómo es producir entonces una obra o una película en Venezuela hoy en día?
Joanna Nelson, directora venezolana.
Es muy difícil, pero la gente lo hace. Los venezolanos somos muy creativos, aunque ocurren cosas que se nos salen de las manos, y tenemos que buscarle una vuelta. Por ejemplo, ante un corte de electricidad durante una función, el público tomaba sus teléfonos celulares y alumbraba el escenario con las pantallas. También se nos ha cortado el suministro de agua durante rodajes. Entonces no se puede usar el baño, y eso afecta mucho a una producción. Ni hablar del catering, que es una cuestión mucho más compleja y difícil porque el acceso a la comida ya es de por sí complicado, además de costoso. Y así es como muchos teatros han quebrado por falta de recursos y también debido a que la inflación va cercenando cada vez más la capacidad adquisitiva de las personas.
¿Por qué no quiere presentar la película en Venezuela?
Esta película no es para el venezolano en sí, porque nosotros no necesitamos que se nos recuerde lo que vivimos día a día. Está dirigida al mundo, para que conozca mejor lo que allí sucede. Pero esa no es la única razón, sino que también hay mucho miedo por lo que pueda pasar si se proyectara esa película. A comienzos del año pasado se lanzó la campaña Aquí no se habla mal de Chávez que exhorta a todos los trabajadores de las dependencias públicas y al resto de la sociedad a colocar un cartel con esa frase. Y a fines de ese año, 2017, se promulgó la otra, que se llama Ley contra el odio [Ley Constitucional contra el Odio, por la Convivencia Pacífica y la Tolerancia, N. de la R.], que está muy bellamente escrita, promoviendo la tolerancia y el amor, pero que da facultades al Estado de censurar y bloquear medios que, según el gobierno, promuevan el odio. Y lo que a mí más me molesta es que hablar de la situación en Venezuela es criticar al régimen. Entonces, si se proyectara una película que mostrara una situación adversa en el país, los cines correrían riesgo de ser clausurados. O sea que para ellos –el gobierno- criticar es hablar mal del régimen.
Antes de filmar Harina en febrero de 2018, usted estaba con otros proyectos de comedia. ¿Qué le hizo cambiar la temática?
Como dices, estuve entre diciembre y enero terminando un cortometraje satírico y comenzando con otro. Pero este 2018 comenzó muy duro en Venezuela, con varias protestas y saqueos. Me pasó estar en la calle y que la gente me pidiera, ya no dinero, sino comida, porque tenían hambre. Empecé a sufrir moralmente y me preguntaba «¿Por qué yo sí puedo comer y ellos no?”No era justo. Lo que comencé a hacer entonces fue comer la mitad para dárselo a quien me lo pidiera y demás cosas que pudieran necesitar, como una vecina anciana, ni siquiera tenía jabón para asearse. En la cuadra de mi calle veía todos los días a gente que, de un día para el otro, tuvo que revolver la basura para encontrar qué comer. Por eso ahora estoy trabajando en varios proyectos que abordan las distintas temáticas de la crisis venezolana, pero sin buscar bajar una línea política, sino mostrar una realidad que está pasando y que nos afecta a todos. Esto va más allá de ser pro o antichavista.