Hace 150 años que el Moai Hoa Hakananai’a fue removido de su lugar de origen por navegantes ingleses para ser llevado como obsequio a la monarquía británica y, posteriormente, donado al Museo Británico para su musealización y el consecuente robustecimiento de su colección sobre “otras” culturas e historias. A casi dos siglos de este acontecimiento se encuentra en desarrollo uno de los procesos de solicitud de “devolución” de un bien patrimonial más contundentes, o al menos de los más mediáticos, de los que se tenga registro de parte de nuestro país. Este proceso ha sido liderado por la comunidad Rapa Nui y el Estado de Chile contra una de las potencias colonialistas del siglo XIX y XX. De las siete solicitudes de devolución de objetos patrimoniales que se exhiben en este museo el caso del Moai guarda la particularidad de ser el único latinoamericano que se ha formalizado e institucionalizado de esta manera.
[cita tipo=»destaque»]Por su parte el Museo Británico ofreció donar a la Isla una réplica de Hoa Hakananai’a. Esto abre la posibilidad de reflexionar respecto de los valores de autenticidad sobre los cuales descansa la dimensión patrimonial, pues de no ser un valor ¿por qué no es el museo británico el que se queda con la réplica y el original vuelve al lugar desde donde no debió salir?. ¿Por qué -si una de las justificaciones para no efectuar devoluciones de algunas de las piezas es que al exhibirlas se evidencian historias de otras culturas- la réplica no sería suficiente? En esta disyuntiva ¿qué es lo que realmente se valora?[/cita]
Ya son varios meses en los que este tema ha sido cubierto por medios de comunicación nacionales e internacionales, levantando incluso campañas en redes sociales –#quevuelvaelmoai- que promueven la restitución de este Moai a su lugar de origen. Medios como el New York Times también han dedicado algunas de sus publicaciones a este caso, señalando que a lo largo del siglo XX los museos de Europa no han estado ajenos a manifestaciones de diversas naciones, muchas de ellas africanas y asiáticas, para que les devuelvan objetos que les pertenecen y que fueron obtenidos en el marco de procesos de cuestionada legitimidad, como saqueos o extracciones, y que se encuentran exhibidos en estos espacios culturales como parte de sus colecciones. Claro esta, señala el periódico estadounidense, que existen pocos resultados favorables a dichos requerimientos restitutivos, denegación que se comprende en parte porque estos objetos son los de mayor atractivo para los turistas. Es el caso del Moai Hoa Hakananai’a en el Museo Británico que anualmente recibe alrededor de siete millones de visitas.
Si bien, como se indicó anteriormente, han sido pocos los casos en que se han devuelto bienes patrimoniales, no por ello resulta menos significativo el proceso en el que emerge en las comunidades la intención de reivindicar aquellas pérdidas materiales relevantes desde la perspectiva identitaria y se enfrentan a la posibilidad de reclamar lo cuestionable que resulta que sus bienes estén expuestos en un lugar al cual no pertenecen ni representan y, por lo mismo, disputar el sentido que tiene aquella exhibición desterritorializada.
Considerando este marco de desterritorialización del bien patrimonial y en un contexto de mayores márgenes de autonomía y participación de los procesos de patrimonialización por parte de las comunidades es que el reclamo Rapa Nui ha tenido tal grado de legitimidad, toda vez que el patrimonio ya no es sólo comprendido como un bien o vestigio material, sino como el proceso social que le otorga sentido y valor a un objeto en cuestión desde una perspectiva simbólica. Así, resulta al menos dicotómico el hecho de que una pieza de alto valor identitario como el Moai esté exhibido en un museo extranjero y tenga un carácter patrimonial, pero, a su vez, que dicho proceso que lo “convirtió” en patrimonio se haya originado a través de un hecho cuestionable como su extracción y posterior musealización a miles de kilómetros de su tierra, sin la participación de la comunidad a la que perteneció (y pertenece) y alejado totalmente de lo que justificó su origen: la espiritualidad de Rapa Nui.
Por su parte el Museo Británico ofreció donar a la Isla una réplica de Hoa Hakananai’a. Esto abre la posibilidad de reflexionar respecto de los valores de autenticidad sobre los cuales descansa la dimensión patrimonial, pues de no ser un valor ¿por qué no es el museo británico el que se queda con la réplica y el original vuelve al lugar desde donde no debió salir?. ¿Por qué -si una de las justificaciones para no efectuar devoluciones de algunas de las piezas es que al exhibirlas se evidencian historias de otras culturas- la réplica no sería suficiente? En esta disyuntiva ¿qué es lo que realmente se valora?
No obstante lo anterior, el caso del Moai permite visualizar el cuestionamiento a las formas en la que muchos museos han configurado sus colecciones. No es desconocido que algunos de los museos más reconocidos del mundo se han construido sobre la base de valiosos objetos pertenecientes a diferentes comunidades y culturas a través del expolio. Muchas de aquellas sorprendentes colecciones se han constituido sobre la base de violentos acontecimientos como saqueos, robos, intercambios en contextos de alta vulnerabilidad de un grupo por sobre el otro, colonialismo e imperialismo, lo que permite comprender y justificar la emergencia de este tipo de reivindicaciones de índole patrimonial en la actualidad.
Independiente del resultado que se obtenga de las negociaciones con el Museo Británico, que ojalá sea beneficioso para Rapa Nui, no debemos invisibilizar este tipo de procesos en caso de no tener los resultados esperados, ya que de todas formas nos invitan a cuestionar el carácter de nuestro patrimonio y el rol que éste tiene para las comunidades. De esta manera el cuestionamiento aplica respecto del origen de nuestros museos y sus colecciones, propiciando reflexiones tales como si estos realmente son espacios que nos representan a todos o bien solo a unos pocos, aun cuando se precian de altos grados de representatividad.
Con todo, el Moai Hoa Hakananai’a y la comunidad isleña, representada por su Consejo de Ancianos, da cuenta que los museos y el patrimonio son dinámicos y se asisten de transformaciones permanentes que deben considerar también las transformaciones de las sociedades. Cada vez somos más quienes podemos cuestionar, disputar y transformar nuestro patrimonio y nuestros museos. He ahí uno de los grandes significados de esta reivindicación Rapa Nui.
Pía Acevedo. Dra (c) en Arquitectura y Estudios Urbanos, Pontificia Universidad Católica de Chile.