El Festival Internacional de Teatro Santiago Off, en sus ocho años de existencia, se ha instalado como un clásico de las artes escénicas en Chile, articulando la relación entre múltiples obras de teatro, shows de música y talleres de enseñanza artística. En un país donde la actividad cultural es relativamente escasa o, habría que ser más precisos, sufre de un público desmedrado, una acción de este tipo –el levantamiento de un festival de primera calidad, con todo lo que ello implica– constituye, sin duda, un bastión cultural, político y humano que merece ser tenido en consideración.
En el centro cultural Matucana 100 se dio inicio al evento, que cuenta con más de 50 montajes, además de bandas en vivo y talleres de diversas áreas artísticas. Los encargados de estrenar en tablas el festival fueron la compañía Llave Maestra, con el trabajo Pareidola, juegos para activar la imaginación, una obra de notable calidad, de carácter familiar, lo que también da cuenta de una posición en torno a las artes escénicas por parte de la organización, en la medida que supone el intento de ampliar los márgenes tradicionales de los festivales de esta especie.
Por otra parte, cabe recordar que el festival permite ver estrenos, pero también obras que tendrán, dentro del marco del evento, segundas temporadas; ello da la opción de revisitar obras al público que, o bien no se lograron ver en su momento, o bien que simplemente el (no tan) respetable público quiera repetir.
La cartelera, se ha dicho, es amplia, pero no solo numéricamente, sino que además resulta consistente en una idea de curatoría diversa, con múltiples estilos y espacios que lograrán dar una mirada de conjunto de la teatralidad de Chile, pero también una ojeada a trabajos internacionales que ya tienen una sólida carrera.
Me parece importante reflexionar sobre las palabras de apertura de Claudio Fuentes, director general del festival. En su discurso de inicio, Fuentes recalcó, al menos, dos ideas que me parecen notablemente acertadas. Por una parte, dio cuenta de cómo el arte debe constituirse a partir de redes de unidad, de colaboración, ampliando dicha idea no solo a las compañías de teatro, sino también a sindicatos, fundaciones, corporaciones. Me permito recordarlo, en la medida en que esta reflexión supone una posición política tremenda en el mundo tardocapitalista de hoy: en lugar de articular la competencia como base del surgimiento de una entidad, movimiento o agrupación, se piensa en la comunidad como base solidaria de producción artística.
En segundo término, quiero recordar que también se refirió a la idea de diálogo como una base inherente al quehacer artístico en general y del teatro en particular. El arte debería considerarse como un lugar de intercambios, de movilización de fronteras, de generosidad respecto de las identidades y, en este sentido, la lógica que parece movilizar a Santiago Off es, precisamente, dialógica, un espacio de reciprocidad que permite la validación tanto de los individuos como de la colectividad.
El Festival Internacional de Teatro Santiago Off es un evento imperdible, por el teatro, por la música, por la educación y, sobre todo, por la comunidad.