En la civilización occidental ha prevalecido desde la Biblia la idea de que el hombre es aparte de la naturaleza, en contraste a muchas culturas indígenas que lo ven como parte de un sistema. En ese sentido, la teoría de Bapteste se aproxima entonces más a este segundo punto de vista. «Esto no tiene que ver con religión», responde. «Sé que en el mundo actual todos estamos conectados. El modelo de las redes se está difundiendo en muchos campos, no sólo en biología. Por eso no lo conectaría con alguna religión en particular. Es algo muy pragmático. Creo que todos sabemos que estamos conectados con otras especies y el medio ambiente, y por eso debemos modelarlo para explicar».
¿Cómo surgió la vida en nuestro planeta y qué claves tiene la evolución sobre nuestro futuro? Esas son preguntas que obsesionan al biólogo francés Eric Bapteste.
El especialista fue uno de los científicos invitados a Congreso Futuro, el principal encuentro de divulgación de investigadores de todo el mundo en Chile, que se realiza esta semana en Santiago y regiones.
Bapteste expuso este miércoles sobre «La evolución de la especie», donde presentó su idea de la vida como un sistema que evoluciona en una red interconectada desde sus orígenes.
Para Bapteste es análisis en redes no sólo debe aplicarse a la biología, sino también en otras ciencias, con el fin de explicar diversos fenómenos.
El galo es doctor en Biología Evolutiva de la Universidad Pierre et Marie Curie y Doctor en Filosofía de la Biología de la Universidad Sorbonne (Paris I).
Director de Investigación del CNRS en Biología Evolutiva en la Sorbonne Université y codirector del equipo Adaptación, integración, reticulación y evolución en el Instituto de Biología París Sena, su investigación se centra en crear redes de pensamiento más amplias, más allá de la comunidad de biólogos evolucionistas, en particular entre los filósofos y lingüistas.
Aunque se niega a anticipar cómo serán nuestros descendientes en las condiciones actuales, con factores como el cambio climático y la irrupción tecnológica, aventura que estos depende de las presiones del medio ambiente.
«Somos partes de una red y todo es dinámico», explica. «Si la red cambia en algún lugar, también cambiarán las presiones. Biológicamente es impredecible», señala.
Entre las presiones que hay en la actualidad, Bapteste menciona los microbios que se están volviendo resistentes a los antibióticos.
«La tecnología también cambiará mucho nuestra vida. Por ejemplo, pasamos mucho tiempo frente a las pantallas. Todo esto tendrá un impacto en nuestra evolución. También están las presiones internas y lo que determina nuestro ADN, porque ya hay una arquitectura. Es una mezcla entre las presiones y las restricciones de nuestro pasado. Pero no puedo predecir qué va a suceder».
Diversos factores condicionaron la vida y su evolución en el pasado.
«Para darle un ejemplo, en un momento, en la atmósfera, no había mucho oxígeno. Y luego el oxígeno empezó a surgir porque hubo microbios. Eso cambió mucho el planeta y fue una gran presión, porque el oxígeno es un veneno y la mayoría de la vida existente murió».
Para él, este es un ejemplo de cómo el mundo de antes era distinto al mundo que surgió luego de esta presión, porque sólo sobrevivieron los organismos que usaban oxígenos o aquellos que pudieron refugiarse en lugares con poco oxígeno.
Los estudios de Bapteste abarcan hasta los tres mil millones años de antigüedad, con el origen de la eucariota, lo que se llama megaevolución.
«Es el origen profundo de la vida. También hacemos estudios de la microevolución, porque hay muchos genomas de diversas especies. Hay individuos estrechamente relacionados, cuyos ADN comparamos», expresa.
La idea central en el trabajo de Bapteste es que hay una red interactuante de la vida, y que la diversidad de interacción importa, más allá de la búsqueda de un único ancestro en común.
«Significa que el árbol de la vida no puede explicar la evolución de todos los fenómenos en la vida. Necesitas más, como la interacción entre virus y organismos, o complementariedad, porque algunos microbios necesitan a otros para vivir, porque si no, mueren», dice.
Un ejemplo de esta interacción es la comunicación que existe, incluso entre algunos virus, tal como se descubrió recientemente.
«Antes de infectar una bacteria, los virus cuentan cuantas infecciones previas ha habido, se cuentan a sí mismos. Si ha habido muchas infecciones, significa que la bacteria es resistente, entonces eventualmente, más que matarla es mejor ocultarse en su interior y matarla después», ejemplifica.
Para Bapteste, una lección de la evolución es «que siempre hemos sido parte de una red».
«Por lo tanto, si queremos estudiar la evolución, debemos estudiar la evolución de la red. ¿Cómo lo hacemos? Con lo que podemos llamar la ciencia de la red».
Si, en el pasado, la ciencia siempre trató de construir un árbol, «ahora se trata de cómo crear una red e interpretarla».
«Creo que el pasado nos enseña que debemos pensar de forma más abierta. El modelo del árbol fue bueno, pero no pudo explicar todo».
Este modelo para Bapteste no sólo es aplicable a la biología, sino también en otras disciplinas como la lengua y la filosofía.
«Muchas cosas evolucionan y lo hacen de diferentes formas. Evolucionan los genes, las poblaciones, las funciones, los ecosistemas, los lenguajes», ejemplifica.
En el caso de este último, «eso se sabe porque algunas palabras vienen de otras lenguas y otras son una combinación de fonemas. Si podemos rastrear su origen nos permite analizar sus reglas».
«Si te importa la evolución, todo lo que está cambiando todo el tiempo, en frecuencia o diversidad de procesos, es algo que te interesa. Uno puede pensar la evolución a largo plazo en términos de evolución de lenguajes», señala.
En filosofía, en tanto, se trata del concepto.
«¿Qué es evolucionar? Para mí es muy importante que se trata de una evolución colectiva, no sólo de especies o individuos. Se trata de abarcar la complejidad desde un punto de vista filosófico, con modelos para analizar un sistema dinámico amplio y complejo».
En la civilización occidental ha prevalecido desde la Biblia la idea de que el hombre es aparte de la naturaleza, en contraste a muchas culturas indígenas que lo ven como parte de un sistema. En ese sentido, su teoría se aproxima entonces más a este segundo punto de vista.
«Esto no tiene que ver con religión», responde. «Sé que en el mundo actual todos estamos conectados. El modelo de las redes se está difundiendo en muchos campos, no sólo en biología. Por eso no lo conectaría con alguna religión en particular. Es algo muy pragmático. Creo que todos sabemos que estamos conectados con otras especies y el medio ambiente, y por eso debemos modelarlo para explicar».
¿Tenemos, entonces, una responsabilidad por lo que hacemos con otras especies y todo el planeta, como en el cambio climático?
«Es importante pensar que tenemos una responsabilidad, para que entonces podamos actuar y pensar sobre la decisión correcta a tomar», responde.