Comparto mi lectura de este libro. Lo recomiendo a quienes se interesen por el tema mapuche y por la historia. Acostumbrados estamos a lo que se nos enseñó en la escuela sobre la “Pacificación de la Araucanía” desde la perspectiva de quienes llevaron a cabo la conquista del Wallmapu, pero distinto es tener la visión del otro lado, de quienes formaban parte de aquellos territorios.
Pedro Cayuqueo, periodista y escritor, nos da una visión desde esa otra orilla, con una bibliografía que estimula a querer saber más. Desde aquella visión idealizada, poética de Ercilla en La Araucana hasta lo que ocurrió verdaderamente en los tiempos de la colonización del Estado chileno de los territorios del Wallmapu, que abarcaba ambos lados de la cordillera. El autor, en la primera mitad del libro, nos habla de lo que ocurrió allende Los Andes; el resto, de este lado.
[cita tipo=»destaque»]El libro tiene también un tono épico en episodios, sobre todo cuando describe a los lonkos, a los caciques que encabezaban la resistencia o los que parlamentaban con las autoridades tanto chilenas como argentinas, buscando la paz para sus comunidades.[/cita]
Es la historia que no está en los manuales escolares, en la versión oficial. La prensa de la época del siglo XIX; notables intelectuales chilenos, como Benjamín Vicuña Mackenna, Diego Barros Arana, o en Argentina, como Domingo Faustino Sarmiento, son citados, en su visión winka, mayoritariamente de descalificación de los habitantes del sur del río Biobío, del tiempo de la nación mapuche, no anexada entonces al Estado chileno, y lo que significó la “Pacificación”, con sus eufemismos, abusos, atrocidades y muertes. Como muestra esta cita de un trabajo de Barros Arana realizado en 1875, Jeografía Etnológica, describiendo el “mapa racial” de Chile: “La población consta ahora de más de 2.000.000 de habitantes, es compuesta de descendientes europeos de sangre pura, esto es, blancos como los individuos de la raza caucásica, o de la descendencia que ha resultado de la mezcla de los europeos y de los indígenas, descendencia compuesta por hombres más o menos blancos pero que poseen todos los caracteres físicos y morales de la raza blanca. Así, pues, haciendo abstracción de los cuatro mil fueguinos que habitan las islas del sur y de los cuarenta o cincuenta mil araucanos que viven encerrados en una porción reducida de territorio, y que cada día se hace más estrecha, todo Chile es poblado por una sola raza en que predomina el elemento europeo más o menos puro y en que no se habla más que un puro idioma, el español” (Barros Arana, 1875:12, en la obra de P. Cayuqueo, p. 223). Queda claro el racismo del autor.
Vicuña Mackenna, en un discurso en el Congreso en 1868, señala: “El indio (no el de Ercilla sino el que ha venido a degollar a nuestros labradores del Malleco y a mutilar con horrible infamia a nuestros nobles soldados) no es sino un bruto indomable, enemigo de la civilización porque solo adora los vicios en que vive sumergido, la ociosidad, la embriaguez, la mentira, la traición y todo ese conjunto de abominaciones que constituyen la vida salvaje” (Cayuqueo, P., op. cit., pág. 225).
Pero hubo voces que se levantaron en contra de lo que ocurría en la Araucanía, como la influyente Revista Católica (1843), publicada bajo la dirección de la Arquidiócesis de Santiago: “¡Raro modo de civilizar! El hombre civilizado se presenta al salvaje con espada en mano y le dice: yo te debo hacer partícipe de los favores de la civilización; pero debo ilustrar tu ignorancia y aunque no comprendas cuáles son las ventajas que te vengo a proporcionar, ten entendido que una de ellas es perder la independencia de tu patria; pero con todo elige entre esta disyuntiva: o te civilizo o te mato. Tal es en buenos términos la civilización a mano armada” (Pinto, 2003:165, en Cayuqueo, P., op. cit. p. 229).
Un grupo de caciques mapuche expone en la misma revista la situación que viven: “¿En qué molestamos a no estar a la altura de los blancos? El chamal no estorba a nadie, nuestra agricultura está atrasada porque no hay medios de exportación, vivimos dispersos porque es más cómodo para cuidar nuestros sembrados y animales, nuestras casas son buenas y apropiadas, tenemos ejército pero no marina por falta de fondeaderos, no asaltamos a los huincas, somos hospitalarios y tenemos nuestros propios códigos. A cambio de esto tenemos que soportar toda clase de arpías que nos roban y ultrajan. Es vergonzoso que Chile esté codiciando nuestros terrenos” (Cayuqueo, P., op. cit., p. 274). El autor cita también al historiador Horacio Lara, quien describe el empalamiento macabro de la familia completa de un lonko por parte de agricultores colonos. Todo eso fue parte de la llamada “Pacificación de la Araucanía”.
Un mapuche valdiviano tradujo algunos de los lamentos del cacique Inakayal, famoso guerrero, rendido ante el ejército argentino: “Yo jefe, hijo de esta tierra, blancos ladrones matar a mis hermanos, robar mis caballos y la tierra que me ha visto nacer. Además, yo prisionero, yo desgraciado” (Cayuqueo, P., op. cit., p. 168).
El libro tiene también un tono épico en episodios, sobre todo cuando describe a los lonkos, a los caciques que encabezaban la resistencia o los que parlamentaban con las autoridades tanto chilenas como argentinas, buscando la paz para sus comunidades.
Para entender la historia de siglos entre el Estado Chileno y el pueblo mapuche, es bueno acercarse a las fuentes de esos relatos que vienen desde los ancestros del Wallmapu. Excelente libro me ha parecido Historia secreta mapuche de Pedro Cayuqueo, orgulloso descendiente del cacique Luis Millaqueo, su tatarabuelo materno.