La Berlinale dio su Oso de Oro a Nadav Lapid y su «Synonymes», un filme trazado como un puzzle alrededor de un israelí de identidad perdida, y entregó el Gran Premio del Jurado a la denuncia de los pecados de la Iglesia, filmados por el francés François Ozon, «Gràce à Dieu».
El jurado de la Berlinale, presidido por la actriz francesa Juliette Binoche y con el director chileno Sebastián Lelio entre sus miembros, optó así por un cineasta de culto. Se trata de Lapid, cuyo filme que recorre los traumas del Israel militarizado a través de un exsoldado deambulante por París.
Ozon obtuvo el merecido premio Gran Premio del Jurado por una película alejada de la órbita de personajes femeninos de anteriores. «Gràce à Dieu» es un retrato del manto de silencio con que la Iglesia pretende tapar la pederastia, en este caso basado en un escándalo real.
El cine anfitrión recibió dos Osos de Plata a través de dos realizadoras de su cantera de nuevos talentos: Angela Schenelec, mejor dirección por «Ich war zu Hause, aber» («I was at home, but»), mientras que Nora Fingscheidt obtuvo el Alfred Bauer, en memoria del fundador del festival, con «Systemsprenger» («System crasher»).
La primera se llevó el premio con un filme que dividió opiniones, alrededor de una madre de dos hijos incapaz de aplicar ternura a la tarea de recomponer su vida, tras la muerte del padre; la segunda gira en torno a una niña capaz de desarrollar violencia extrema, pero también de robar el corazón a sus desbordados terapeutas.
Los Osos a la mejor interpretación, masculina y femenina, fueron para Wang Jingchun y Yong Mei, por el film que llegó al final de la Berlinale como favorito al Oro, «Di jiu tian chang» («So long, my son»), de Wang Xiaoshuai. El film trata de un drama familiar que retrata los estragos dejados en la sociedad china por la política del único hijo.
Otro filme en el que se había visto a un aspirante a los premios principales, «La paranza dei bambini», basada en una novela de Roberto Saviano, presente en la ceremonia de premios,. La película está centrada en un líder juvenil que se pone al frente de una banda criminal napolitana, obtuvo el premio al mejor guión.
El cine latinoamericano, bien representado en anteriores ediciones, pero sin película a concurso en la sección oficial de esta Berlinale, entró en el palmarés a través de la argentina «Blue Boy», de Manuel Abramovich, Oso de Plata a mejor cortometraje.
De vacío se fueron algunos consagrados, como Wang Quan’an, Oro en 2007 con «Tulla’s Marriage» y de regreso ahora con otro filme rodado en Mongolia, «Öndog»; o como el turco-alemán Fatih Akin, quien tras ganar el máximo premio en 2004 con «Gegen die Wand» -«Contra la pared»- decepcionó ahora con su retrato de un asesino en serie.
La 69 edición fue la última bajo la dirección de Dieter Kosslick, quien tras 18 años en el puesto recibió una clamorosa ovación de despedida, con el Berlinale Palast en pie, mientras la ministra de Cultura, Monika Grütters, sostenía que con su gestión había escrito «una página de la historia del cine».
Fue un homenaje obligado al director saliente, al que se atribuye haber incurrido en la repetición de su nómina de directores, pero al que se reconoce mucha capacidad para la cercanía, sea hacia las estrellas o al ciudadano corriente, en un festival abierto al público y popular.
La presente edición no fue ni de las más mediáticas en cuanto a presencias estelares sobre su alfombra roja ni de las más ricas cinematográficamente bajo su dirección.
La competición quedó limitada a 16 aspirantes -lo habitual eran de 19 a 20-, tras retirarse a última hora, ya en pleno festival, la película «One Second», del maestro chino Zhang Yimou.
La supresión se debió, según la explicación oficial, a «problemas técnicos, un argumento tras el que algunos vieron la mano de la censura china.
Kosslick tuvo que encajar ese contratiempo y la Berlinale se quedó sin Zhang, nombre mítico en el festival desde que en 1987 ganara el Oro con «Red Sorghum», como recordó en la gala de los premios Binoche.
El palmarés de su última edición no es perfecto -nunca lo son-, pero, por lo menos, no será tan duramente cuestionado en su totalidad como ocurrió en numerosas ocasiones bajo la «era Kosslick».
La lista de máximos galardones discutibles durante la gestión del director es larga; el último exponente fue el Oro de 2018 a la rumana «Touch me not», aunque el más chocante que se recuerda fue el de 2005, que ganó «U-Carmen», una versión sudafricana de la ópera.