La profesora Fabiola Osorio, directora del Laboratorio de Inmunología y Estrés Celular del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina, encabeza una investigación sobre las células encargadas de alertar los ataques que recibe el cuerpo humano y coordinar su respuesta: las células centinela. A continuación, explica su promisorio trabajo una de las mujeres de la U. de Chile que está haciendo ciencia de frontera.
La inmunoterapia es uno de los tratamientos más promisorios para combatir patologías relevantes en la actualidad. Utilizando las defensas naturales del cuerpo, de la mano de la ciencia, hoy son diversas las enfermedades que se tratan utilizando este tipo de terapia, como por ejemplo el cáncer. Pero en este mundo, en el del sistema inmune, aún queda mucho por descubrir y avanzar.
Como explicó la académica de la Facultad de Medicina, Fabiola Osorio, este sistema “es el que monitorea nuestro estado de salud y cómo nos defendemos frente a los microbios y frente a muchas agresiones sin autodestruirnos”. Pero, como advirtió la profesora Osorio, en este sistema hay una clave: las células centinelas o células dendríticas. “Estudiar estas células es estudiar la primera línea de células que detectan los peligros y se encargan de transmitir este mensaje para coordinar la respuesta inmune”, detalló la científica.
Las células dendríticas han adquirido una relevancia enorme en el campo de la inmunoterapia y de la vacunación, y son hoy día un foco de intensa investigación en diferentes instituciones a nivel mundial. Una de ellas es la U. de Chile, a través del financiamiento obtenido por el Laboratorio de Inmunología y Estrés Celular por parte de la Howard Hughes Medical Institute (EE.UU), Bill and Melinda Gates Foundation (EE.UU), The Welcome Trust (Inglaterra) y el Instituto de Salud Gulbenkian (Portugal), quienes hicieron un llamado a investigadores jóvenes para potenciar el inicio de sus carreras.
¿Cómo llegan a trabajar este tipo de células?
Si bien estas células se descubrieron hace ya bastante tiempo, en los últimos años ha habido una explosión enorme en su estudio, ya que se llegó a definir el grado de diversidad de este tipo celular, es decir que existen muchas familias de células dendríticas que llevan a cabo funciones distintas en la coordinación de la respuesta inmune. Además, hoy en día existen las herramientas apropiadas para poder estudiarlas. Antiguamente este tipo de estudios eran muy difícil de llevar a cabo porque se desconocía cuál era su diversidad, cómo se podían purificar y no existían métodos para producirlas en grandes números en condiciones de cultivo.
Aparte, el gran problema es que tampoco se conocía su diversidad en humanos. La caracterización de la compleja red de células dendríticas humanas se ha reportado muy recientemente, lo que abrió el campo de estudio de estas células.
¿Por qué son tan importantes estas células?
Un aspecto interesante de estas células es que pueden activar o reprimir las respuestas del sistema inmune, entonces son muy interesantes porque son células capaces de tomar decisiones. Esto es lo que hemos estado estudiando en mi laboratorio, y nos hemos ido especializando cada vez más en analizar esta capacidad que tienen las células dendríticas de frenar o de acelerar una respuesta.
¿Qué están haciendo actualmente con estas células?
Lo que nosotros estamos haciendo es investigar cuáles son los sensores que les permiten a las células dendríticas tomar estas decisiones. Indagamos cuáles son los mecanismos celulares que hacen que estas células se activen. El énfasis de nuestro laboratorio -que tiene un componente de novedad- es que nosotros nos enfocamos en sensores celulares que previamente han sido muy poco estudiados en el sistema inmune.
Estos corresponden a los sensores de estrés celular y hace muy poco tiempo que los conocemos como tal. De hecho, si bien estos sensores se han descrito en otros sistemas con amplio éxito, por ejemplo, en diabetes o neuro-degeneración, en el sistema inmune esa traducción del conocimiento todavía no se ha hecho de manera expedita. Y nuestro laboratorio se enfoca precisamente en eso, en poder entender cómo estos sensores de estrés celular pueden ser los grandes factores que hagan que las células dendríticas tomen una decisión, generando como consecuencia que el sistema inmune se active o se frene contra una determinada agresión.
¿Cómo esto se podría materializar?, ¿cuál sería la forma más viable para una futura terapia?
Es importante clarificar que no tenemos ningún tratamiento actual para utilizar estos conocimientos como una terapia concreta para una enfermedad. Estamos en una fase de piloto, generando bases experimentales sólidas que nos permitan avanzar en la disciplina. Al día de hoy, estamos en la frontera del conocimiento de este campo de investigación, abriendo y estudiando nuevos conceptos que esperamos sean de interés biomédico en el futuro, pero aún no hemos indagado en experimentos de naturaleza clínica o preclínica.
De todos modos, nuestras investigaciones se apoyan en lo que ocurre internacionalmente y hoy en día los sensores de estrés celular que nosotros estudiamos, son blanco de intensa investigación en otros sistemas y, de hecho, hay muchas farmacéuticas que están interesadas en generar compuestos que permitan bloquear o activar estas vías.
¿Cuáles son las proyecciones del estudio de estos sensores?
La idea es que de aquí a unos años más podamos ajustar estos sensores en las células dendríticas, ya sea activándolos o inhibiéndolos para poder generar una propuesta inmune adecuada a la naturaleza del agresor, quizás modelar una “súper célula” que sea capaz de inducir o frenar una respuesta rápidamente para poder prevenir una enfermedad. Entonces, la idea sería disponer fármacos o estrategias alternativas que nos permitan poder modular, activar o frenar estos sensores.
La misión de nuestro laboratorio es generar conocimiento con respecto al papel de estos sensores de estrés celular en la regulación de respuesta inmune.
Nosotros hemos descubierto que uno de los sensores regula la síntesis proteica, controla la función de las células dendríticas, y estamos enfocados en comprender los mecanismos moleculares que explican su función. Por lo tanto, estamos generando conocimiento básico que permita consolidar estas líneas de investigación para un posible desarrollo de terapias a futuro.
Mi sueño de aquí al corto plazo es poder generar conocimiento básico fundamental pero de alta calidad, que sea bien recibido en la comunidad científica internacional y que nos permita también desde Chile poder ubicarnos con el resto del mundo como un centro de referencia. Y obviamente, si en el largo plazo hay algo de este conocimiento que pueda ser utilizado en algún tipo de terapia para alguna enfermedad en particular, por supuesto que lo vamos a seguir.
Según tu experiencia, ¿cómo ves el desarrollo y avance de las mujeres en ciencia?
El desarrollo de la mujer en ciencias está claramente disminuido en relación al hombre. Nos queda mucho por avanzar y por hacer. Esto debe ser abordado desde una perspectiva amplia, ya que es un problema multifactorial. En concreto, aunque hay algunos avances, principalmente relacionado con el fuero maternal, el rol integral de la mujer en ciencia aún no ha sido valorado en sus diferentes aristas, no hay visión generalizada aceptada de su relevancia y hay muchos aspectos que todavía no se han discutido.
Por ejemplo, hoy en día se nos mide por muchos criterios académicos que son arbitrarios. Si una profesora quiere postular a un claustro académico requiere un número exacto de publicaciones dentro de un período de tiempo exacto, que no permite espacio para un fuero maternal o para el inicio de una investigación en el caso de las investigadoras jóvenes. Con una óptica tan arbitraria y poco comprensiva vamos a estar siempre en desmedro. Incluso para las mujeres que deciden no tener hijos, también es difícil llegar a las altas esferas si es que debe desenvolverse en un panel compuesto exclusivamente por hombres.
¿Cuál sería el llamado entonces a las comunidades y a las jóvenes científicas?
Yo creo que si la vocación existe, es decir, cuando uno se levanta en la mañana y siente la pasión por dedicarse a la ciencia, no hay otra opción que seguir esa vocación. Necesitamos muchas de esas mujeres hoy. Pero no sólo eso. Es importante que también se generen grupos de apoyo entre mujeres. En mi caso, yo tuve una inspiradora mentora mujer en mi etapa de pregrado y probablemente es a través del ejemplo que uno logra avanzar más rápido. Lo que obviamente no quiere decir que los hombres sean malos jefes solo por ser hombres, ya que en mis etapas posteriores tuve supervisores jefes que fueron increíbles y de los cuales aprendí muchísimo, no solo de ciencia, sino también de las visiones de vida.
Quizás mi mensaje no es solo para las estudiantes, sino que más para nosotros los supervisores, para los profesores que estamos hoy en día mentoreando estudiantes. Debemos asegurarnos de que las mujeres con pasión y vocación científica no se pierdan en el camino. Si tengo el privilegio de tener una buena estudiante en mi laboratorio, me tengo que encargar de abrirle las puertas y debo hacerme responsable de ayudarla y apoyarla para que permanezca en la disciplina, ya que es muy necesaria como parte de nuestra comunidad científica.