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La bitácora antártica del doctor Höfer: la furia de las olas CULTURA|CIENCIA

La bitácora antártica del doctor Höfer: la furia de las olas

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Durante dos meses, el rompehielos noruego Kronprins Haakon navegó en aguas antárticas con una tripulación científica para investigar las huellas del cambio climático. Uno de los científicos a bordo fue el oceanógrafo español Juan Höfer, miembro del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile. En este, su primer capítulo de la bitácora, Höfer –quien forma parte del equipo de cobertura sobre el calentamiento global antártico que hizo El Mostrador desde el mencionado rompehielos– relata en primera persona cómo la furia de las olas puede desarmar cualquier planificación.


«Armado con la ciencia y la tecnología el hombre moderno ha perdido parte del respeto que le debemos a la madre naturaleza. Por eso está bien que de vez en cuando la naturaleza nos recuerde nuestro sitio con un buen zarandeo y así han comenzado nuestras andanzas por el sur del mundo.

Muchos meses, incluso más de un año, antes de zarpar comienzan todos los preparativos para organizar una campaña oceanográfica: mirar fechas, cuadrar el trabajo a realizar con los días de embarcación disponibles, la ruta a seguir, los tiempos de navegación entre las diferentes zonas de trabajo y un largo de etcétera de cosas a considerar.

Las experiencias previas enseñan a los oceanógrafos que siempre hay que reservar algunos días libres o extra en todas las campañas, para con ellos poder solventar los problemas o imprevistos que puedan surgir y surgirán durante los días en la mar. En este caso disponíamos de unos 4-5 días extra; y digo disponíamos en pasado porque ya no disponemos de ellos.

Olas violentas

Zarpamos con un día de retraso y en lugar de navegar por el Pacífico bordeando la costa chilena, el capitán decidió que lo mejor sería cruzar el estrecho de Magallanes y comenzar el descenso por el Atlántico para tratar de sortear la tormenta que venía desde el oeste.

La violencia de las olas y del viento iba en aumento a medida que navegábamos hacia el sur y una vez pasado el Cabo de Hornos la situación empeoró considerablemente. Vientos que superaban los 20 metros por segundo y olas de varios metros de altura arremetían contra nuestro barco desde el oeste.

Es cierto que con un barco de 100 metros de largo uno tiende a olvidarse de la fuerza del mar, pero el mar es implacable y paciente. Así, mientras nosotros dormíamos, las olas siguieron golpeándonos hasta doblar y romper la puerta del hangar principal.

Mientras tanto, varios de nuestros colegas luchaban, con escaso éxito, por mantener la comida dentro de sus estómagos y es que algunos cuerpos tardan más en acostumbrarse al zarandeo del mar que otros.

Puerta rota

El resto del día lo pasamos capeando el temporal mientras reestibamos la carga ahora que la puerta del hangar está inutilizada. Parece que no ha habido grandes pérdidas salvo la puerta del hangar, la bilis de los colegas y los días extra que ya hemos consumido.

Ahora que el mar se ha calmado, navegamos de nuevo rumbo al sur con buena velocidad y, si Poseidón lo permite, deberíamos llegar a bahía Almirantazgo (Isla del Rey Jorge, donde está Villa de las Estrellas), donde empezaremos a calibrar equipos científicos para comenzar nuestro estudio sobre las poblaciones de krill en esta zona del océano Austral.

Esperemos que el viento y la mar nos den un respiro para trabajar y no vuelvan a poner a prueba el material en el laboratorio».

 

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