Escrito por la periodista Catalina Mena, este perfil recorre desde su infancia hasta su muerte. «Me parece súper pertinente hoy día tener muy en cuenta la voz de Lemebel. Hoy hay muchos columnistas, gente que está hablando, que está interrogando su momento y su lugar. Politizó la homosexualidad, desarticuló los géneros literarios y sexuales, denunció los vicios de la transición a la democracia (‘demosgracias’, le decía él) que hoy son evidentes, anticipó la catástrofe neoliberal, modificó mentalidades homofóbicas dentro de la misma izquierda, encarnó la defensa de los grupos abusados, transgredió fronteras de clase y logró ser escuchado transversalmente», señala la autora.
Una minibiografía o «perfil», como lo prefiere llamar la editorial Hueders, acaba de publicar la periodista Catalina Mena sobre el fallecido escritor Pedro Lemebel.
«Me interesó abordar la figura de Lemebel porque siempre la he considerado muy atractiva y porque ya había investigado antes sobre él», explica Mena, que presentará su libro de 64 páginas el próximo 11 de abril.
«Creo que, más allá de su importancia como cronista, se trata de un activista que modificó la cultura chilena, que tuvo un efecto de emancipación política y social real. Politizó la homosexualidad, desarticuló los géneros literarios y sexuales, denunció los vicios de la Transición a la democracia (‘demosgracias’, le decía él) que hoy son evidentes, anticipó la catástrofe neoliberal, modificó mentalidades homofóbicas dentro de la misma izquierda, encarnó la defensa de los grupos abusados, transgredió fronteras de clase y logró ser escuchado transversalmente».
«Creo que no hay otro escritor chileno que haya tenido la potencia y la eficacia discursiva de Lemebel», remata.
Pedro Lemebel comienza con el populoso funeral del artista, narra cómo se convirtió en un «trofeo» en disputa por distintas amistades, recuerda su origen en el Zanjón de la Aguada, en la comuna de San Miguel, hijo de un panadero, su paso por la universidad y como profesor en algunos liceos, de los cuales fue expulsado por «amanerado» a fines de los 70, en plena dictadura militar, y su partida a Buenos Aires por invitación de su amigo Jaime Lepé, a comienzos de los 80.
También su membresía en la dupla Yeguas del Apocalipsis, con Francisco Casas, a finales de la dictadura, y la publicación de sus primeras crónicas en los 90. Bendecido por Roberto Bolaño, Lemebel llegó a la editorial Anagrama de España, para consagrarlo a nivel internacional, pero esa ayuda no le impidió optar por su amistad con la líder comunista Gladys Marín cuando debió elegir entre ambos.
Mena cuenta que Lemebel, eterno francotirador y residente del barrio Bellas Artes, se sentía más cómodo con los chilenos «de a pie» que en los cócteles de los escritores chilenos.
Por algo el propio autor dijo:
«Yo no tengo nada que ver con esos escritores frente al mar en una casa en Malibú, vestidos de lino blanco fumando puro, no tengo nada que ver con eso, y escribo por la ciudad, escribo con el ruido, escribo en la ciudad, escribo con el pálpito urbano y con esos desajustes y esos reacomodos del alma prófuga urbana frente a los mecanismos intolerantes del neoliberalismo y del poder; como se pueda. Porque me creo la guerrillera suicida».
Una de las cosas que la autora pudo dimensionar, durante su investigación para el libro, es el compromiso político de Lemebel «y cómo eso se encarna en el cuerpo: un cuerpo subversivo y activo en la ciudad», comenta Mena, ex editora de revista Paula y la revista PAT (Patrimonio Cultural), que también ha ejercido como crítica, ensayista y curadora de artes visuales.
«Me parece súper pertinente hoy día tener muy en cuenta la voz de Lemebel. Hoy hay muchos columnistas, gente que está hablando, que está interrogando su momento y su lugar. Y eso es lo que hizo Lemebel», quien a pesar de ser enterrado con el folclor del Partido Comunista, nunca perteneció a él formalmente, según el libro.
«Él no emprendió grandes obras, de hecho, su única novela, Tengo miedo torero, le parecía como ajena, como escrita por otro, decía. Lemebel no estaba empeñado en una obra literaria, despreciaba la ‘catedral literaria’, lo que él hacía era hablar: hablar era su trabajo. Y lo hacía en los medios. Pero él refinó ese hablar, lo exacerbó, trabajó su habla, inyectó una escritura sofisticada en los espacios populares», dice.
Mena caracteriza a Lemebel como una persona «valiente, corajuda, intelectualmente brillante, crítico, con un humor muy propio».
«Un tipo que se resiste a la linealidad, que defiende la contradicción, que siempre está buscando la forma de desestabilizar los discursos dominantes», señala. «Como figura es un líder ideológico que, desde su accionar como cronista, ejerció una profunda influencia no solo en el ámbito de la escritura sino de la cultura de masas».
Su solidez le permitió vivir sin traumas su paso de figura marginal a figura del establishment.
«Montado sobre sus tacones supo entrar y salir de los espacios de poder sin abandonar jamás su marginalidad constitutiva», dice. Un ejemplo de esto es la famosa entrevista en «De pe a pa» en TVN, con Pedro Carcuro, cuando al cierre del programa les envió un saludo a todas las mujeres torturadas, «incluida tu hermana, Pedro», lo que dejó mudo al despolitizado animador.
«Creo que tuvo una gran habilidad para, precisamente, ocupar lugares de visibilidad que le permitían hacer oír su voz y, por supuesto, creo que disfrutaba de la fama y la influencia. Pero no creo que haya habido una transformación desde ser marginal a ser figura del establishment, sino más bien una capacidad de burlar las fronteras».
Para Mena, la solvencia de Lemebel como persona y autor también le permitirá superar episodios respecto a su figura, como el ocurrido el pasado diciembre, cuando los alumnos de un colegio de Independencia rechazaron leer un libro suyo por considerarlo «asqueroso».
«Parece anacrónico, cuesta creer que esto suceda ya avanzado el siglo XXI y sobre todo cuando Chile ha tenido un debate importante en torno a los derechos de las diversas identidades sexuales que también se ha traducido en leyes. Pero esto demuestra que la homofobia y el machismo siguen estando muy enquistados en nuestra cultura», reflexiona Mena.
«Por otro lado, uno podría considerar esta polémica como algo esperable, como un ‘efecto’ lemebeliano. Pienso que si él hubiese estado vivo cuando esto pasó, se habría reído, lo habría disfrutado con una mueca sarcástica. Lo que sí le habría indignado es que expulsaran al profesor de lenguaje que les dio a leer el libro», remata.
¿Cómo calcula Mena que evolucionará su figura en los próximos años?
«Va a crecer y crecer. Eso creo», concluye.