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¿Qué fue de Filsa?: la pérdida de valor del principal evento literario de Chile que cayó en la irrelevancia CULTURA

¿Qué fue de Filsa?: la pérdida de valor del principal evento literario de Chile que cayó en la irrelevancia

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Marco Fajardo Caballero
Por : Marco Fajardo Caballero Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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Aunque desde la Cámara Chilena del Libro aseguran que la versión 2019 se hará realidad, la sola puesta en duda de su realización refleja su progresiva caída libre en los últimos años. Casas editoriales, escritores y libreros aluden a que la pérdida de valor simbólico fue producto de su afán mercantil, su falta de adaptación a los nuevos tiempos y su escasa representatividad. «Aparecieron otras convocatorias más frescas e innovadoras, sin fines de lucro, que le pasaron por encima», comentan.


La Feria Internacional del Libro de Santiago (Filsa) ya no es lo que era. Nacida al alero de la dictadura bajo la alcaldía de Santiago de Carlos Bombal (UDI) y la Cámara Chilena del Libro en 1981, supo ser el principal evento literario de Chile, pero este año su realización ha estado en duda hasta el último momento.

Hoy la Filsa es criticada transversalmente por cobrar entrada y su afán de lucro –es «cada vez más comercial y cada vez menos cultural», en palabras de la editora Marisol Vera, quien critica «la insistencia de la Cámara de mantenerla como un negocio privado»– y en los últimos años ha ido perdiendo importancia a medida que fue cambiando la propia industria cultural. El gremio editorial que la sostenía se dividió, en la actualidad hay cuatro asociaciones y cada una hace su feria por separado.

«Los hechos demuestran que para asistentes y expositores hoy es una convocatoria prescindible», señala Arturo Infante, director de Editorial Catalonia y expresidente de la Cámara Chilena (y la Corporación) del Libro.

Sin relato cultural

Los críticos señalan que la histórica Cámara Chilena del Libro fue incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos para superar su relato comercial –ser «el Mall del libro»– e incorporar un espíritu cultural al evento.

«La Feria también responde a un clima general, a un desgaste de un modelo inoperante en generación de cultura, ciencia, investigación, etc. Y la Filsa no escapa a eso», confirma Roberto Rivera, presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH).

La Cámara Chilena del Libro tampoco ha querido compartir la organización del evento y eso le pasó la cuenta. El año pasado el quiebre fue total, al retirarse las grandes editoriales del evento.

«El mundo del libro en Chile tiene cuatro referentes gremiales y es imposible que sobreviva una gran feria organizada por uno de esos referentes a costa de los otros tres», apunta Infante.

A eso se suma que actualmente la Cámara, prácticamente integrada solo por libreros y sin editoriales de importancia en su seno –con excepción del Fondo de Cultura Económica y Hueders–, sea dirigida por Eduardo Castillo, un personaje criticado por irregularidades financieras que volvió a liderar su gremio en medio de duros cuestionamientos.

Hay Filsa 2019

Hasta fines de mayo, según informó el diario La Tercera, la Filsa estaba en duda. No tenía definido el país invitado (en 2018 fue Perú), ni tampoco arrendada la histórica sede en la Estación Mapocho.

El lunes 3 de junio, sin embargo, Viviana Azócar, gerenta general de la Cámara, señaló a El Mostrador que «la Filsa se realizará» este año.

Aun así, en la página de la Cámara Chilena del Libro sigue sin haber información alguna sobre el evento en este año, cuando solo faltan cuatro meses para su realización.

Algunos ya se ponen el parche antes de la herida.

«Puede que no haya una Feria 2019, pero la que venga después será mejor que todo lo anterior», señala el jefe de la SECH.

Hay que recordar que en la versión de 2018 solamente participaron la Cámara y la Cooperativa de Editores de la Furia, que agrupa a las editoriales independientes más chicas.

Se restaron la Corporación del Libro, que agrupa a las transnacionales como Planeta y Random House, entre otras, y también la Asociación de Editores como tal, que cobija a los actores medianos como LOM.

Evitar simultaneidad

Al día siguiente de la confirmación de Azócar, la Cámara emitió un comunicado conjunto de todo el gremio editorial, donde informó de un acuerdo para que este año cada gremio realice su propia feria, incluida Filsa.

Eso sí, los gremios negociaron «no coincidir en las fechas de realización», para evitar lo ocurrido el año pasado, cuando la Filsa se realizó simultáneamente con la feria FAS de la Corporación del Libro.

En 2018, el Festival de Autores (FAS) le quitó público a Filsa gracias a sus actividades gratuitas en el GAM, que incluyó a autores de peso, como varios Premios Nacionales (Raúl Zurita y José Maza, entre otros), figuras como Alberto Fuguet y best sellers como Pablo Simonetti, Jorge Baradit y Carla Guelfenbein.

Hacia la Fundación

Por otro lado, los gremios se propusieron «trabajar en conjunto en la creación de una fundación con el propósito de organizar en el segundo trimestre de 2020 un encuentro ferial nacional de alcance país con la participación de editores, libreros, distribuidores, autores, centros de estudio, universidades ya sean nacionales o extranjeras, entre otros actores del ecosistema del libro».

Es decir, que en 2020 haya una nueva Filsa, más amplia, más democrática, donde participen todos los gremios, a diferencia de lo que ocurre actualmente.

Es algo que también piden desde el Ministerio de las Culturas, cuyo millonario aporte en 2018 estuvo en duda, y que desde 2017 pide que en la Feria participen todos los gremios.

De hecho, la creación de la Fundación no es un tema menor. Desde hace mucho tiempo que hay presiones en el mundo editorial para que la Cámara deje de ser el único organizador del evento y se abra a integrar una fundación junto a los otros gremios para armarlo. Un referente es Buenos Aires, cuya feria es responsabilidad de la Fundación El Libro.

La Fundación será, tal vez, la última chance para salvar a Filsa de la intrascendencia en que ha caído año tras año.

Las causas de la decadencia

¿Pero qué le pasó a FILSA, que históricamente fue la feria del libro más importante en Chile? Para Infante, quien presidió la Cámara del Libro hasta su renuncia en 2014 y luego se fue a la Corporación –fundada en 2015 por las editoriales transnacionales como Planeta y Random House, y que también presidió hasta enero– la Feria Internacional del Libro de Santiago es un evento que no supo estar a la altura de los tiempos y la demanda.

«No evolucionó y dejó de ser representativa de la industria del libro en su conjunto, ya que la mayoría de quienes mueven la industria están marginados de su organización», puntualiza. «Aparecieron otras convocatorias más frescas e innovadoras, sin fines de lucro, que le pasaron por encima», añade.

También tiene duras críticas Pablo Dittborn, editor de la Copa Rota y con larga experiencia en empresas como Ediciones B y Random House.

Para él la decadencia de Filsa se vincula con el hecho de haber llevado a un extremo «peligroso» el tema comercial y la búsqueda de un excedente económico que, en definitiva, benefició solo al ente organizador.

«El ‘programa cultural’ ha sido siempre de una pobreza infinita y solo para justificar los aportes fiscales recibidos. Las visitas de escritores, tanto nacionales como extranjeros, han estado básicamente aportadas por los editores y no por la organización», afirma.

Para el futuro

¿Pero debe morir la Filsa? Nadie quiere eso, tampoco los autores. Lo que sí debe hacer, finalmente, es no solo tener una entrada liberada, sino recuperar también su espíritu ancestral.

Juan Pablo Sutherland, por ejemplo, propone retomar el ánimo festivo de la lectura y el libro como manifestación cultural en red con otras y, también, desarmar el criterio economicista que ha prevalecido para la organización de la Feria, «es decir, que tenga vialibilidad, pero que no se ponga por sobre su horizonte cultural, donde los números tienen más poder que la letra».

«Creo que se tiene que pensar la Filsa en sintonía con el ánimo del tiempo, con las transformaciones sociales y culturales, eso significa entender que requiere un cambio quirúrgico y entender que es un espacio que debe democratizarse para el gran público», concluye.

Otros también piden asumir «que es una feria show» y «ser consecuente con el país que vivimos», a juicio del escritor Rodrigo Ramos.

«Me gustaría ver a Paloma Mami firmando su autografía con Arturo Vidal, al lado, firmando también su autobiografía. Más allá, medio escondido, a Mauricio Rojas firmando sus libros. Junto a los youtubers y los Baradits, los mejores autores extranjeros publicados por las transnacionales y también los independientes, ojalá lo más amplio y representativo, como las grandes ferias de las ciudades del mundo», concluye.

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