A semanas de que se diera a conocer oficialmente que la asignatura de historia dejará de ser obligatoria para 3° y 4° medios, llega a Chile la investigadora argentina Sandra Raggio, experta en pedagogía de la memoria, con su exposición «¿Cuál es el rol de la enseñanza de la historia en las democracias postdictaduras?». El evento se realizará este lunes a las 18:00 horas, en el Auditorio del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.
A semanas de que se diera a conocer oficialmente que la asignatura de historia dejará de ser obligatoria para 3° y 4° medios, llega a Chile la investigadora argentina Sandra Raggio, experta en pedagogía de la memoria, con su exposición «¿Cuál es el rol de la enseñanza de la historia en las democracias postdictaduras?».
La conferencia pública de Raggio será, al mismo tiempo, el lanzamiento del proyecto de investigación Anillos en Ciencias Sociales “Tecnologías Políticas de la Memoria: usos y apropiaciones contemporáneas de dispositivos de registro de pasadas violaciones a los derechos humanos en Chile” (Conicyt PIA-SOC 180005), liderado por Oriana Bernasconi, académica del Departamento de Sociología de la Universidad Alberto Hurtado y directora del proyecto, en que además participan la Universidad Austral de Chile y el Museo de la Memoria.
Para la argentina es clave la enseñanza de la memoria, porque –según dice– sin posibilidades de historizarse, es decir, de inscribirse en el curso de la historia, no hay posibilidades de un ejercicio de los derechos políticos de manera plena.
«Quitarles a las nuevas generaciones su derecho a la memoria, es decir, de apropiarse críticamente de las experiencias de las generaciones anteriores, es dejarlos ciegos frente al futuro, sin rumbo, pues no saber de dónde venimos es condenarnos a los laberintos del presente. Un presente que no es alentador, donde aumentan las desigualdades, la violencia, crecen los autoritarismos. Tenemos que inventarnos el futuro, imperiosamente, y tiene que ser distinto del presente. Por eso necesitamos de la historia», recalca.
El evento se realizará el día lunes 8 de julio a las 18:00 horas, en el Auditorio del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos (Matucana 501, Metro Quinta Normal).
Sandra Raggio es docente e investigadora de la Universidad Nacional de La Plata, con más de quince años de investigación y acción desde la sociedad civil sobre temáticas de memoria, educación y derechos humanos en Argentina. Fue parte del Servicio Paz y Justicia (Serpaj) y hoy forma parte de la Comisión por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires.
Consulta por su opinión sobre la polémica en Chile, con la eliminación de la obligatoriedad del ramo en 3° y 4° medios, asegura que, en general, los proyectos neoliberales combaten la historia, no le encuentran sentido, puesto que como parte de su operaciones ideológicas, su régimen de historicidad es el presente continuo.
«Ya Fukuyama había decreto el fin de la historia. Derrotado el comunismo como la alternativa al capitalismo y la democracia liberal, se terminó la historia, porque la historia es el cambio, la transformación. Entonces para qué enseñar la historia, si solo se trata de vivir el presente, aprovechar las oportunidades, ser más competente para poder mejorar mi posición en el mercado, tanto como fuerza de trabajo o como consumidora».
En ese sentido, en sus palabras, no se trata de una cuestión menor, sino que tiene «una profunda significación en la definición de qué sociedad queremos ser».
«No obstante, la historia sigue su curso, y eso queda demostrado en la reacción que generó la propuesta, que no solo reclama en términos laborales sino que disputa por el sentido mismo de la historia y de la educación, por cierto. Es la disputa por qué ciudadanos queremos formar, para qué sociedad, para qué democracia», enfatiza.
Uno de los elementos claves en su trabajo es el término «pedagogía de la memoria».
«En general se confunde, o más bien es una de las perspectivas desde donde se la define, con la enseñanza de la historia reciente», dice. «Pero desde nuestra mirada, la pedagogía de la memoria es el proceso formativo ligado a la transmisión intergeneracional de experiencias, orientada a la superación y problematización de aquellas que han sido marcadas por la violencia y las violaciones a los derechos humanos».
Para Raggio, no se trata de transmitir legados, relatos, enseñanzas y deberes a las nuevas generaciones, sino de propiciar un intercambio intergeneracional atravesado por la temporalidad múltiple que lo define: el pasado, el presente y el futuro.
«Para ser más clara, la pedagogía de la memoria no es contarles a los jóvenes lo que pasó, sino integrarlos en los procesos de elaboración de esas experiencias desde su propia temporalidad generacional y sus experiencias. Puesto que no son tabula rasa. La memoria es tanto un derecho de las viejas generaciones, a ser reconocidas hoy, no olvidadas, y de las nuevas generaciones, a apropiarse de ese pasado que también les pertenece, por más doloroso que sea», afirma.
Entre las herramientas que se pueden utilizar en este proceso, Raggio destaca que la historia reciente se nutre de fuentes muy variadas: documentos escritos, testimonios, fotografías, audiovisuales, literatura.
«Entre ellos están las fuentes producidas por las comisiones de esclarecimiento de lo ocurrido en las dictaduras y los procesos judiciales, lo que podemos nombrar como verdades oficiales, construidas mediante procedimientos controlados que han permitido la verificación de lo ocurrido», destaca.
Aunque dice que son parciales, inconclusas y no definitivas, la experta resalta que corroboran la ocurrencia de los hechos.
«Los desaparecidos existen, las torturas se produjeron, los centros clandestinos existieron: hay pruebas materiales de esto. Podemos discutir en torno a la interpretación de los hechos, no en torno a su existencia», puntualiza.
En este punto, Raggio también se refiere al negacionismo. En Chile varios personajes públicos, como la diputada Camila Flores (RN), han elogiado al dictador Augusto Pinochet.
«El negacionismo ni puede ser admitido como una narrativa del pasado en el marco de la democracia, sino que debe ser combatido, por medio de la educación, la reflexión y el ejercicio del derecho a expresarnos. Esto no es adoctrinamiento, es política. Y no hay democracia sin debate, sin disenso, sin conflicto, es decir, sin política. Los que acusan que la transmisión de la memoria es adoctrinamiento, son profundamente autoritarios», sostiene.
En su propio país, la experiencia en este sentido es muy vasta y de larga data.
«En años 80, los primeros de la democracia, se promovía la enseñanza de los derechos humanos como eje transversal de todo el sistema educativo. Luego se fue desplazando hacia la historia, la incorporación de las efemérides referidas al recuerdo de la dictadura fueron centrales, tanto el 24 de marzo, día del golpe, como del 16 de septiembre, día de lo que se conoce como La Noche de los Lápices, donde secuestraron a estudiantes secundarios», señala.
Finalmente, la Ley de Educación Nacional de 2006 reconoció como un objetivo de la educación la construcción y transmisión de la memoria.
«Más allá de estos marcos normativos, desde la Comisión por la Memoria promovemos desde hace 18 años el Programa Jóvenes y Memoria, donde participan más de 20 mil estudiantes por año, investigando la historia y el presente de sus comunidades, invirtiendo la clásica dinámica de la transmisión: aquí son los jóvenes los que cuentan la historia a los mayores. Son ellos los que ‘adoctrinan'», cuenta.
«Es una experiencia muy potente, y que da cuenta de la capacidad de activación del compromiso político con la democracia que pueden desarrollar las nuevas generaciones, si se propician los espacios para que ejerzan su libertad. Y el pasado les importa, los interpela y les permite repensarse como sujetos activos y protagonistas de su destino. Claro, no les gusta este presente y eso es un buen aliciente para pensar que el futuro puede ser mejor que el hoy», concluye.